Conflictos y liderazgos globales

El nuevo orden globan que se vislumbra alentará las esferas de influencia recíprocas, donde los países más débiles estarán sometidos a presiones y tironeos

Henry Kissinger

Henry Kissinger acaba de publicar su 19° libro: Liderazgo: seis estudios sobre estrategia mundial, donde analiza los logros históricos de algunos líderes post-IIGM y sus respectivas visiones y características: Konrad Adenauer (la humildad, y la necesidad de la renovación de la identidad nacional alemana), Charles De Gaulle (la voluntad, ante los reiterados fracasos nacionales y el rumbo de la no alineación), Richard Nixon (el equilibrio de poder y la toma de decisiones estratégicas no ideológicas), Anwar Sadat (la trascendencia, para transitar el tortuoso camino hacia la paz), Lee Kuan-Yew (la excelencia, para construir una Nación) y Margaret Thatcher (la convicción, frente a múltiples desafíos).

Todos eran líderes nacionales; no se sintieron “ciudadanos del mundo”, ni adoptaron una identidad cosmopolita. Ninguno provino de la clase alta. Asistieron a buenas escuelas, que premiaban el rendimiento académico; donde se enfatizaba el esfuerzo para el crecimiento intelectual y moral, característicos de aquella cultura de clase media. Con muy diversas ideologías, todos poseían una mirada amplia, más allá de sus intereses personales. Sus sistemas de valores incluían fuertes sentimientos hacia su identidad nacional, convencidos que la ambición personal más elevada era servir a sus ciudadanos a través del liderazgo del estado. Para ellos, era un privilegio y un alto honor poder encarnar las más grandes tradiciones de su sociedad.

Luego de la implosión de la URSS, sobrevino una oleada ultra-materialista, que fue expandiendo por el mundo los “valores” del mundo financiero e imponiendo su “cruzada” globalizadora, que nos fue alejando de los valores gregarios, como la Patria, las nacionalidades, las religiones, las etnias, las identidades culturales, los valores morales, las comunidades organizadas, los partidos políticos, las agremiaciones, las fraternidades, los sindicatos. Aquellos liderazgos nacionales, basados en los valores tradicionales, fueron menguando, al menos en Occidente. Mientras Moscú y Beijing se alejaban de las ideologías comunistas, empezaron a incubarse diversos proyectos nacionales que comenzaron a disputar con el unilateralismo occidental.

La antigua Guerra Fría, con sus capacidades nucleares destructivas ha sido reemplazada por una compleja guerra irrestricta o híbrida, no menos peligrosa, debido a una gran variedad de opciones de alta tecnología, que permiten canalizar las guerras por caminos cibernéticos y cognitivos. Las nuevas armas, basadas en la IA, aprovechan cualquier terreno de las actividades humanas o sociales, para generar la big-data necesaria, utilizada para fraccionar y dividir a las sociedades, siendo éste el fin principal de esta nueva guerra: aprovechar las vulnerabilidades de un país oponente, para debilitarlo desde adentro, sin combate militar.

Como consecuencia del accionar de la Sra. Pelosi en Taiwán, se han comenzado a librar varias batallas en el campo económico-financiero: cinco grandes empresas estatales chinas anunciaron su intención de dejar de cotizar en la Bolsa de Valores de Nueva York: PetroChina Co Ltd, China Life Insurance Co, China Petroleum & Chemical Corp, Aluminium Corp of China y Sinopec Shanghai Petrochemical Co., que representan más de 300.000 M USD en capitalización de mercado. Este simple anuncio ya está afectando negativamente las percepciones de los inversores globales en la Bolsa más importante del mundo. La evolución de lo que ocurra con las 250 empresas chinas que cotizan en EEUU, marcarán la evolución de las actuales incertidumbres en las relaciones entre EEUU y China.

Los nuevos riesgos geopolíticos han introducido múltiples prevenciones mutuas. Las sanciones económico-financieras y bancarias occidentales a Rusia le muestran a China un camino que en el futuro podrían aplicarle, aunque hoy sería muy poco probable, dado el tamaño de la economía china en comparación con la de Rusia y el alto grado de interdependencia en el comercio UE-China y EEUU-China. Sin embargo, y preventivamente, el principal fabricante de baterías para vehículos eléctricos chino, Contemporary Amperex Technology Co. ha decidido suspender sus planes para instalarse industrialmente en EEUU. Otra evidencia de los nuevos tiempos, es la reducción de la tenencia china de Bonos del Tesoro de EEUU, siendo el segundo mayor tenedor extranjero de bonos del Tesoro de Estados Unidos, solo después de Japón. Eso podría ir debilitando lentamente la posición global del dólar estadounidense, la verdadera columna vertebral de la economía estadounidense. Es sugestivo que, según el Departamento del Tesoro de EEUU, las tenencias extranjeras totales de bonos del Tesoro de EEUU se ubicaron en USD 7,4 Billones a fines de junio, $ 5,1 mil M más que en mayo, pero USD 88,1 mil M menos que el año anterior, fenómeno adjudicado a la alta inflación y a las débiles perspectivas económicas, que sumadas, afectan la rentabilidad de estas inversiones. Pese a ello, los Bonos del Tesoro seguirán siendo un requerido activo de reserva internacional.

La estrategia de EEUU es tratar de reducir la participación de China en el mercado global y en el manejo de las cadenas globales de fabricación; así como también reducir los posibles riesgos de copia y robo de tecnología estratégica, que, en un “ambiente chino” sería mucho más factible. Así podría explicarse los movimientos de la Sra. Pelosi en Taiwan; creando fuertes tensiones y situaciones de peligro inminente que permitan “trasladar” más fácilmente las estratégicas fábricas de microprocesadores taiwanesas a territorio norteamericano. Taiwan produce casi un 60% de estos productos claves para la industria de armamentos y automóviles, entre otros mercados. El planteo ideológico “democracia-autocracia” y la política de DDHH son simples coartadas para enmascarar la clásica competencia del capital por el control de los mercados, sumado al temor de EEUU por el grado de avance del globalismo chino.

En la confrontación principal entre EEUU y China, la duda principal se centra en la posibilidad de llegar a una coexistencia medianamente pacífica entre ellos, aceptando ambos las diferentes concepciones civilizatorias, y proyectos nacionales. En el caso de Rusia, el problema sería aceptar convivir con su crónica “claustrofobia y sensibilidad de seguridad estratégica”. Un mundo multilateral tendría que aceptar la existencia de cada proceso civilizatorio, de cada camino nacional, siendo opuesto al planteo actual, donde prevalece el dominio económico y la imposición de culturas y de modelos de gestión civilizatorio.

Misiles Himars

Por ahora solo se vislumbra un mundo desacoplado en globalizaciones restringidas, por la separación de intereses estratégicos, particularmente tecnológicos. Un orden bastante desordenado que alentará las esferas de influencia recíprocas, donde los países más débiles estarán sometidos a presiones y a un tironeo nada agradable, que producirá mayor debilidad intrínseca.

Hilando fino, se observa que en cada potencia se han constituido “tecnocracias de poder”, conformadas por al menos tres vertientes, cada una con su propio poder: un poder político, con sus liderazgos, más un poder empresarial-financiero, controlando principalmente a las grandes tecnológicas, y a las fábricas de sistemas de armas) y un poder militar, encargado de las estructuras estatales que desarrollan las doctrinas de guerra, sus iniciativas de I+D y las nuevas armas cibernéticas. Este esquema de “tecnocracias de poder” se replica en EEUU, Rusia, China, GB y algunos otros pocos países de EU y de Asia. Los actuales conflictos globales se explican por la confrontación entre estas respectivas tecnocracias, que buscan su supremacía o su permanencia. Cualquier carrera tecnológica desenfrenada, o la venta masiva de armas, justificada por una engañosa ideologización de la política exterior, en la que cada potencia atribuye una mala intención a sus oponentes, crea un circuito destructivo, como el que comenzó la IGM, pero de un potencial aún más terrible. Ese es el principal peligro actual.

Independientemente de todo ello, las nuevas tecnologías, tienen subsidiariamente graves efectos sociales. El accionar de los grandes actores estratégicos y comerciales sobre la big data, los algoritmos, las fake news y la postverdad, está desarrollando una humanidad descreída, desconfiada e hiper-individualista, sin verdades o valores socialmente aceptados, lo que atenta con la integración social, creando sociedades con personas muy informadas, pero totalmente desorientadas, casi sin rumbo y a merced de la manipulación que afecta la democracia y a la auténtica libertad del ser humano. El control social es bien evidente en algunos países y en otros, sólo está un poco más enmascarado.

Volviendo a Kissinger. Los liderazgos de estos tiempos tienen las mismas demandas que las de aquellos tiempos: comprensión de la situación real, capacidad estratégica para gestionar el presente y dar forma al futuro, mover sus sociedades hacia propósitos elevados, y disposición para rectificar deficiencias, trascendiendo las circunstancias con visión de futuro y una dedicación plena, sin intereses personales. Cualquier liderazgo necesitará siempre humildad, voluntad, equilibrio de poder, tomar decisiones estratégicas no ideológicas, buscar la trascendencia y la excelencia, todo realizado con una fuerte convicción moral. Solo así obtendrá credibilidad para generar esperanza en la sociedad. Los actuales tiempos adversos necesitan conducciones con esos atributos, pero también la sociedad tiene la responsabilidad de exigirlos, sin caer en los clásicos facilismos que nos han llevado a la decadencia actual. No podemos evitar las circunstancias externas que nos confrontan; sólo podemos elegir como responder a las mismas.

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