En enero de 1989, durante la festividad que marca el martirio de la hija del profeta Mahoma, la radio estatal iraní pidió a personas al azar que nombraran el modelo definitivo a seguir para las mujeres iraníes. Todas mencionaron a Fátima, obviamente. Salvo una mujer que señaló como su modelo a Oshin, un personaje de una popular serie japonesa. Así describió lo que ocurrió después Ali Deilami, un periodista iraní que trabajó para la Agencia de Noticias de Estudiantes Iraníes y ahora vive en Milán, en The Times of Israel:
“El ayatolá Khomeini consideró insultante la entrevista y exigió que el jefe de la Radiodifusión de la República Islámica de Irán despidiera y castigara a los responsables de transmitirla. Khomeini escribió que si el insulto había sido intencional, el blasfemo sería sentenciado a muerte”.
Cuatro empleados de la radio fueron sentenciados a cuatro años de cárcel y 40 latigazos, luego fueron indultados.
Un mes más tarde, Ruhollah Khomeini emitía su fatua contra Salman Rushdie e Irán ofrecía una recompensa de casi 3 millones de dólares por su cabeza. En una reciente nota, el español Juan Cruz citó al editor de Los versos satánicos, Peter Mayer, en una anotación reveladora: “… cuando el ayatolá lanzó la fatua, yo sabía que no había leído el libro, porque no leía inglés y el libro no se había traducido”. El punto lo confirmó Robin Wright en The New Yorker: “‘El ayatolá Ruhollah Khomeini nunca leyó el libro de Salman Rushdie Los versos satánicos`, me dijo su hijo Ahmed en Teherán, a principios de los años noventa”.
Treinta y tres años después, el autor indio subió a un escenario en un evento en el estado de Nueva York para hablar a favor de los escritores que viven bajo la amenaza de persecución en el mundo. Fue arteramente apuñalado múltiples veces ante una audiencia azorada por Hadi Matar, un joven estadounidense de ascendencia libanesa-musulmana y simpatizante del extremismo chiíta, quien llamativamente se declaró inocente de todo cargo. Sobre Los versos satánicos, admitió: “He leído un par de páginas. No he leído la cosa entera de punta a punta”.
El analista norteamericano Jonathan Schanzer recordó en una nota en The Hill el pronunciamiento letal del líder supremo iraní en la radio Teherán de entonces:
“Me gustaría informar a todos los intrépidos musulmanes del mundo que el autor del libro Los versos satánicos, que ha sido compilado, impreso y publicado en oposición al islam, el Profeta y el Corán, y aquellos editores que estaban al tanto de su contenido, están condenados a muerte. Hago un llamamiento a todos los musulmanes devotos para que los ejecuten rápidamente, donde los encuentren”.
Unos días después, Rushdie emitió una declaración:
“Como autor de Los versos satánicos, reconozco que los musulmanes en muchas partes del mundo están genuinamente angustiados por la publicación de mi novela. Lamento profundamente la angustia que esa publicación ha ocasionado a los seguidores sinceros del islam. Viviendo como lo hacemos en un mundo de muchas religiones, esta experiencia ha servido para recordarnos que todos debemos ser conscientes de las sensibilidades de los demás”.
Inmutable, Khomeini repitió su edicto al día siguiente.
Se produjeron manifestaciones violentas, amenazas de bomba y enfrentamientos desde India hasta Alemania. Musulmanes en Bélgica fueron asesinados a tiros después de hablar en contra de la fatua en la televisión. Librerías fueron bombardeadas en Inglaterra, Noruega, Australia y Estados Unidos. En agosto de aquel año, Schanzer recuerda, un seguidor de la ideología de Khomeini se inmoló accidentalmente en su habitación de hotel en Londres. El grupo terrorista chiíta Hezbolá lo consideró “el primer mártir... que murió mientras se preparaba para atacar al apóstata Salman Rushdie”. Posteriormente, el traductor japonés de Los versos satánicos fue asesinado y los traductores noruego e italiano fueron agredidos y resultaron heridos. Alrededor de medio centenar de personas murieron en acontecimientos violentos desde la fatua iraní.
Si bien Khomeini murió el 3 de junio de 1989, a pocos meses de la emisión de su edicto homicida, su fatua obligó a Rushdie a esconderse durante décadas. Este fue un evento serio. Como señaló Schanzer: “Una cosa era que este régimen represivo reprimiera la libertad de expresión de sus propios ciudadanos. Otra muy distinta era tratar de restringir la libre expresión de los intelectuales más allá de sus fronteras”. En 1998, el presidente reformista de Irán, Mohammad Khatami, pareció levantar la vendetta y dijo a los periodistas en una reunión de las Naciones Unidas en Nueva York que la amenaza contra Rushdie había “terminado por completo”. Pero el sucesor de Khomeini como líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei, dijo en 2005 que la fatua seguía siendo válida y la reafirmó en 2017: “El decreto es como lo emitió el Imán Khomeini”.
El reciente ataque a Rushdie se produjo menos de una semana después de que apareciera un artículo sobre él en el sitio oficial de noticias Irán Online, calificando la fatua en su contra como “un veredicto inolvidable para los musulmanes del mundo” y arengando que “después de 33 años, Salman Rushdie vive con la pesadilla de la muerte que nunca lo abandonará”, según informó The Wall Street Journal. En Irán festejaron el apuñalamiento. El diario ultraconservador Kayhan, cuyos responsables son directamente nombrados por el actual líder supremo del país, ha declarado a Matar como un “hombre valiente y consciente de su deber” y lo aplaudió por atacar “al apóstata y depravado Salman Rushdie”. Agregó el diario: “Besemos las manos de quien desgarró el cuello del enemigo de Alá con un cuchillo”. Khorasan, otro periódico conservador, tituló en primera plana “Satanás en el camino al infierno”, junto a una imagen de Rushdie trasladado en una camilla. El asesor del equipo de negociadores sobre el acuerdo nuclear iraní, Mohamed Marandi, dijo: “No voy a llorar por un escritor que escupe un odio y un desprecio interminable por los musulmanes y el islam”. Nasser Kanaani, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Irán, culpó al escritor indio por su suerte: “Al ofender la santidad islámica y cruzar la línea roja para más de 1.500 millones de musulmanes, se expuso a la ira y la furia pública”.
Asimismo, la agresión contra Rushdie ocurrió tras la revelación de que un miembro de la Guardia Revolucionaria de Irán llamado Shahram Poursafi complotó para asesinar al ex asesor de Seguridad Nacional John Bolton, en tanto trascendió también que Irán puso en la mira al ex Secretario de Estado Mike Pompeo y al ex Secretario de Defensa Mark Esper. Además, el FBI frustró un atentado contra la disidente iraní residente en Estados Unidos, Masih Alinejad, pocos días antes del apuñalamiento al escritor indio.
En octubre de 1978, el filósofo francés Michel Foucault visitaba a Khomeini en Neauphle-le-Château, cerca de París, donde estaba exiliado en ese momento, para aplaudir su revolución fundamentalista en curso en Irán. Hoy, el presidente estadounidense Joe Biden y sus pares europeos siguen decididos a alcanzar un acuerdo nuclear con el mismo régimen clerical. La teocracia iraní no cambió. La fe idealista (Foucault) y la fe política (Biden et al) que grandes personalidades continúan poniendo en ella, tampoco. El agnosticismo de Salman Rushdie es más necesario que nunca.
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