En las escuelas nos seguimos preguntando cómo enseñar a los jóvenes. Nos preocupa que nada les interese de aquello que les estamos enseñando y cuestionamos acerca de “qué les pasa a estos chicos”.
Sin embargo, lejos de renovar las estrategias de las clases, seguimos culpabilizando a los jóvenes de la distancia que hay entre la realidad escolar y su vida cotidiana y permanecemos con las clases magistrales, formato propio de otra época. Este tipo de enseñanza responde a la lógica de la cátedra, palabra que proviene del latín y significa asiento, entendida como el sillón que usa el obispo en la catedral durante los oficios litúrgicos. Llevado al ámbito educativo, es ese lugar privilegiado que ocupa el docente como autoridad en el saber. Esta perspectiva responde a una visión de conocimiento cerrado y memorístico y de un alumno pasivo, cuyo único estímulo es la escuela, concepción que ya fue superada hace casi un siglo.
No obstante ello, la idea de aprendizaje ubicuo no es nueva, implica que el estudiante puede aprender en otro tiempo y otro lugar que no sea la escuela; es decir, otros momentos de la vida diaria del joven también podrían provocar y producir aprendizajes. Para que esto ocurra se puede establecer relaciones entre la materia con el entorno del estudiante, con otros recursos, y la tecnología podría ser nuestra mejor aliada. En definitiva, las Tecnologías de la información y Comunicación (TIC) contribuyen a la construcción de comunidades de aprendizaje genuinamente inclusivas, a partir del uso de los distintos dispositivos que el estudiante consulta a diario (teléfonos, Internet, YouTube, TV, etc)
Ahora bien, si las TIC no se usan desde los marcos teóricos del constructivismo, solo serán utilizadas para perpetuar las formas tradicionales de enseñanza. Al decir de Cesar Coll (2009), los profesores con una visión más transmisiva o tradicional de la enseñanza y del aprendizaje tienden a utilizar las TIC para reforzar sus estrategias de presentación y transmisión de los contenidos, mientras que los que tienen una visión más activa o constructivista tienden a utilizarlas para promover las actividades de exploración o indagación de los alumnos, el trabajo autónomo y el trabajo colaborativo. Por tanto, como docentes, no se trata de ser expertos disciplinares que usan tecnología ni tecnólogos que saben algo de pedagogía, sino de crear lenguajes y formas de representación, posibilitando nuevos escenarios de aprendizaje y prácticas innovadoras.
Los profesores debemos tener claro que la presencia de tecnología novedosa no garantiza la innovación; para ello, es necesario un cambio en las concepciones de enseñanza y en los proyectos educativos en un contexto de integración de TIC.
Las ventajas que nos traerán son muchas y variadas: motivación por las tareas académicas, una continua actividad intelectual, alto grado de interdisciplinariedad, presentación dinámica de información y buen medio de investigación en el aula. Por citar un ejemplo, si proponemos que usen sus teléfonos como dispositivos móviles, que accedan a distintos formatos digitales de una temática y que realicen un trabajo para varias materias a la vez con abordaje interdisciplinario, la actividad será más entusiasta porque se imbrica con su cotidianeidad.
No es tan difícil renovar el aula. Algunas propuestas podrán ser el trabajo con casos y problemas, a través de los cuales, con un relato o narrativa, se presenta una problemática y preguntas críticas que guíen hacia la construcción del aprendizaje. De esta manera, se permiten trabajar temas que por su complejidad difícilmente se podrían abordar.
Otra posibilidad es enseñar con contenidos educativos digitales, a través de diversas fuentes, como Internet, DVD, CD, las cuales incluyen películas, canciones, entre otras, y permiten abordar temáticas claves. La ventaja es que son editables, variadas e hipertextuales, es decir, arman un recorrido original para el aprendizaje.
Enseñar con proyectos es otra alternativa posible porque implica un trabajo interdisciplinario, mejora las competencias de expresión oral y escrita, desarrolla habilidades para el trabajo colaborativo y entrena para la solución de problemas.
El uso de las redes sociales es otra posibilidad más que interesante, ya que los estudiantes la usan a diario para vincularse entre ellos. Entonces por qué no hacer uso de ese recurso tan cotidiano a fin de provocar clases entretenidas o “colgar” algunos contenidos digitales para que ellos accedan fuera del horario escolar.
Los docentes somos los responsables de armar otros recorridos para el aprendizaje, somos quienes podemos provocar rupturas en una escuela enquistada en un viejo mandato fundacional, la homogeneización. Hoy los jóvenes necesitan habilidades cognitivas que les posibiliten seguir solos por el camino de la complejidad; apenas si somos los mediadores entre ellos y un conocimiento vasto y complejo. Pensemos en los estudiantes como sujetos autónomos y con pensamiento propio y, desde allí, todo será más fácil en el aula. Es todo un desafío en los tiempos que corren.
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