Churchill, De Gaulle y la guerra en dos frentes

La tensión militar desatada en torno a Taiwán por la visita de Nancy Pelosi abre la posibilidad de que Occidente enfrente un conflicto con Rusia y China a la vez

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El Premier inglés y el jefe de la Francia Libre coincidían en la necesidad de evitar una alianza militar entre Berlín y Moscú que pusiera a la dupla anglofrancesa en una situación crítica
El Premier inglés y el jefe de la Francia Libre coincidían en la necesidad de evitar una alianza militar entre Berlín y Moscú que pusiera a la dupla anglofrancesa en una situación crítica

Posibilidad no implica probabilidad. Un episodio militar que involucre a China y comprometa a Estados Unidos por Taiwán ha pasado hoy a ser posible, aunque haya que considerarlo improbable. Pero el riesgo en este tipo de situaciones siempre es la crisis por “error de cálculo”, es decir, cuando se produce el peor escenario, pese a que en realidad se tenía otra intención.

La historia está llena de ejemplos en este sentido y quizás valga mencionar el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Hitler pensaba que, tras sus victorias diplomáticas -empleando para ellas el instrumento militar- que se iniciaron con la anexión de Austria, los Sudetes y luego el resto de Checoslovaquia, la voluntad anglofrancesa de evitar la guerra iba a llevar a estos dos países a mantener la misma actitud frente a Polonia.

Eso explica el casi un año de inacción militar que siguió a la invasión de la Alemania Nazi sobre Polonia, que tuvo lugar el 1° de septiembre de 1939. El ataque alemán a la Línea Maginot en Francia tuvo lugar recién en junio de 1940. Al mismo tiempo, el pacto de Alemania con la Unión Soviética para el reparto de Polonia fue una sorpresa para la alianza anglofrancesa, la que todavía trabajaba con la posibilidad de volver a una alianza con Rusia como había tenido lugar en la Primera Guerra Mundial, y que ahora se demoraría dos años.

La guerra es el fenómeno político más sujeto al azar y a las circunstancias y, por lo tanto, menos previsible. Por ello, es un campo fértil para los errores de cálculo.

En los años previos a la Segunda Guerra Mundial, la correspondencia entre Churchill y De Gaulle mostró significativas coincidencias, aunque se trataba de personajes con trayectorias diferentes. El británico había tenido en la Primera Guerra Mundial los máximos cargos de su país: ministro de Marina, ministro de Municiones y ministro de Guerra, y era un reconocido escritor con grandes y extensas obras históricas en su haber. De Gaulle, en cambio, era un joven coronel que se había iniciado como oficial subalterno en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Intelectual destacado, pugnaba por una reforma de las Fuerzas Armadas francesas, que no lograba ni logró imponer.

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Su correspondencia muestra que Churchill y De Gaulle coincidían en un objetivo estratégico: la inexorabilidad de una nueva guerra con Alemania. Ello los llevaba a proponer una renovada alianza militar anglofrancesa que incluyera un acuerdo con Rusia que obligara a Alemania a librar nuevamente una guerra en dos frentes. Ambos dudaban de la confiabilidad del líder soviético Josef Stalin.

La concepción estratégica de Churchill y De Gaulle fue, desde el primer momento de la Segunda Guerra Mundial, evitar una alianza militar entre Berlín y Moscú que pusiera a la dupla anglofrancesa en una situación crítica. Si era posible, buscarían lo contrario: que Rusia entrara en la guerra contra Alemania, lo que finalmente sucedió por un error de cálculo de Hitler inducido por la inteligencia británica: que Gran Bretaña no se iba a aliar con la Rusia soviética ante la invasión alemana de este país.

Puesto en este contexto, a 87 años del inicio de la Segunda Guerra Mundial, cabe considerar si la dirigencia occidental no está hoy cometiendo el error que eludieron en su concepción de la Segunda Guerra Mundial tanto Churchill como De Gaulle, aunque su influencia en las decisiones haya sido de distinta densidad.

¿Qué aconsejarían hoy Churchill y De Gaulle a los líderes occidentales? Aunque sea sólo un ejercicio conjetural, sin duda estarían aconsejando a la actual dirigencia occidental, encabezada por el Presidente estadounidense Joe Biden, desandar rápidamente el camino que se ha tomado, que implica la guerra con Rusia -la segunda potencia militar del mundo- a través de Ucrania, y escalar al mismo tiempo el conflicto con China -la tercera potencia militar global- por Taiwán. Es decir, seguir la estrategia contraria que ellos usaron en la Segunda Guerra Mundial. No librar la guerra en dos frentes simultáneos y llevar a Alemania a tener que enfrentarla.

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En mayo de este año, en el Foro de Davos -la cumbre anual de la élite globalizada-, Henry Kissinger, a sus 98 años y en forma presencial, expuso su visión sobre el conflicto de Ucrania. Una de sus tres conclusiones centrales fue “evitar el error de empujar a Rusia a una alianza militar con China”. Hoy la situación ha ido mucho más allá de lo que quería evitar Kissinger. Se está desafiando militarmente a China y esto, de hecho, la impulsa a una alianza militar con Rusia.

¿Qué punto de unión hay en la concepción frente a los conflictos globales de un Churchill nacido en 1874, un De Gaulle nacido en 1890 y un Kissinger en 1923? Muy simple: el conocimiento de la historia, que era su herramienta principal para comprender los desafíos globales, el uso del instrumento militar frente a ellos, y su empleo con prudencia y coraje al mismo tiempo.

Eso es lo que parece faltar hoy en la actual dirigencia occidental.

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