Es hora de romper relaciones con Venezuela

Desde Juntos por el Cambio vamos a exigir al Gobierno que retire a nuestro embajador en Venezuela hasta que su gobierno brinde las disculpas pertinentes por el caso del avión venezolano-iran

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Estados Unidos pidió el decomiso del avión retenido en Ezeiza
Estados Unidos pidió el decomiso del avión retenido en Ezeiza

La Argentina se encuentra transitando uno de sus momentos más difíciles, en medio de una crisis económica que se agrava constantemente, producto de una turbulencia política aún mayor. El Gobierno, que carece de rumbo y línea de mando claros, se entrega ahora al frenesí de una supuesta refundación, por medio de la llegada del “superministro salvador”, en quien se encomiendan para evitar el precipicio inminente.

Semejante contexto redefine la importancia de nuestras relaciones internacionales, que siempre deben ser un pilar esencial de estabilidad y rumbo, y que —en este tiempo tan crítico— se vuelven un recurso aún más imprescindible para sostener la poca entereza que le queda a nuestra república y sus instituciones, tan percudidas por el mal ejercicio del poder del que somos testigos desde diciembre de 2019. Lamentablemente, en este frente el Gobierno tampoco muestra una línea clara, sino más bien una suerte de ambivalencia o conducción bicéfala —que ya empieza a asentarse como el estilo de gestión de Alberto Fernández—, que no puede resultar en otra cosa que en un pronunciamiento de la crisis como resultado de un emplazamiento geopolítico torpe.

En este contexto cobra gran relevancia el ya de por sí alarmante episodio que venimos siguiendo con mucha atención: la llegada sospechosa e ilegal del avión venezolano-iraní Boing 747-300M a la Argentina, aeronave que fue detenida por el accionar rápido y efectivo de la oposición y la Justicia. Sus tripulantes, tan sospechosos como el vehículo en el que viajaban, fueron también detenidos a raíz de las alarmas de distintos gobiernos (entre ellos y más notoriamente, el estadounidense) y organismos de seguridad internacional que señalaron a estos individuos como posibles miembros o colaboradores de grupos terroristas. La investigación en la cual se enmarcan estas detenciones no parece quitarle el sueño al Gobierno, que no se pronuncia sobre el tema y que no brinda las explicaciones pertinentes sobre el por qué de la llegada de la nave al país.

Todo esto de por sí pone a la Argentina en el centro de la atención internacional y no precisamente en el buen sentido. Las omisiones e inconsistencias del Gobierno —en este caso— envían señales ambiguas y perjudiciales hacia países como Estados Unidos, con quienes tenemos compromisos de todo tipo: de seguridad internacional pero también económicos, como nos recuerdan incesantemente el Presidente y su seguidilla de ministros de Economía. Para sumar al escándalo, nos increpa ahora nada menos que Nicolás Maduro y representantes de su ilegítimo gobierno con acusaciones de robo y exigencias de que les devolvamos el avión que retenemos por estrictos motivos de seguridad.

Que un canalla y dictador como Maduro nos acuse como enemigos de su gobierno no es motivo de preocupación. Seguramente un Gobierno más competente que el de Fernández, uno verdaderamente interesado en tener un buen posicionamiento geopolítico recogería el guante para mostrarse como un firme opositor regional del régimen autoritario y déspota que encabeza el fraudulento presidente venezolano. Lo que es terrible para nuestra imagen en el mundo es estar envueltos en un escándalo con uno de los líderes regionales más espurios y no dar señales contundentes de rechazo a sus acusaciones que reafirmen los valores democráticos que Venezuela viene transgrediendo con un altísimo costo para el pueblo venezolano y la integridad regional. La amistad del kirchnerismo con gobiernos populistas anti-democráticos (es decir, con gobiernos parecidos a los propios) condiciona de entrada cualquier tipo de participación sensata y ética en este enfrentamiento. Eso explica por qué el gobierno no da la cara ni alza la voz ante las más injuriantes declaraciones contra nuestro sistema institucional.

El diputado chavista Pedro Carreño, por ejemplo, declaró que la actitud del Gobierno argentino es “de rastrerismo con el imperio norteamericano”. El diputado de la Asamblea Nacional de Venezuela y vicepresidente del Partido Socialista Unido que rige ese país, Diosdado Cabello planteó que “el presidente de Argentina tiene secuestrado este avión, y antes tuvieron secuestrados allá a la tripulación”. Habría que preguntarle a un profesional de la psicología si esto no es un caso típico de proyección, en el que se le adjudica a otros los defectos propios que se niega a reconocer. ¿Con qué cara habla de secuestros alguien que defiende a un gobierno ilegítimo que tiene secuestrada a toda su población desde hace décadas? Es esperable que esta gente, tan ajena al Estado de Derecho y el buen funcionamiento de las instituciones democráticas desconozca la diferencia entre un secuestro y una retención protocolar, por orden judicial, como parte de una investigación.

Se equivocan también, los funcionarios y partidarios de Maduro y el propio Maduro al adjudicar estas actitudes al Gobierno nacional, que no ha tenido ninguna iniciativa en este episodio, salvo la de un probable encubrimiento. Nuevamente la ceguera política del autoritarismo les impide a Maduro y a los suyos distinguir la paja del trigo. Un gobierno que va contra la división de poderes, que amedrenta y violenta a sus opositores no sabe nada de la autonomía que deben tener actores no gubernamentales en una república democrática, como todavía lo es la Argentina, contra las omisiones cómplices de su conducción política actual. Alguien que le avise a Maduro que no es Fernández el que le retiene el avión, sino nuestras instituciones democráticas, que afortunadamente resisten el avance del populismo autoritario que él representa mejor que nadie en la región.

El avión está en la Argentina desde el 6 de junio
El avión está en la Argentina desde el 6 de junio

En aras de defender el honor de nuestra democracia y de nuestras instituciones, injuriadas por las acusaciones del gobierno venezolano, se necesitan acciones concretas. Desde Juntos por el Cambio vamos a exigir al Gobierno Nacional que se retire a nuestro embajador en Venezuela, Oscar Laborde, y se interrumpan las relaciones diplomáticas con dicho país hasta que su gobierno brinde las disculpas pertinentes. Sabemos que una iniciativa de estas características está fuera de la imaginación de quienes nos gobiernan, quienes han demostrado una amistad preocupante con el régimen autoritario chavista, pero confiamos en el parlamento como espacio democrático que pueda darle trascendencia a este reclamo. Porque otra cosa que nos diferencia, saludablemente, de Venezuela es que tenemos un Congreso donde se expresa –y cada vez más– la pluralidad de ideas propia de cualquier sociedad democrática.

En defensa de la democracia y de los valores institucionales que defienden los países desarrollados (grupo al que nos gustaría pertenecer alguna vez en nuestra historia) queremos que la Argentina dé señales contundentes de rechazo a las declaraciones de Maduro y del gobierno venezolano. Esto servirá, no sólo para preservar el honor de nuestras instituciones, sino también para resguardar los valores democráticos y humanitarios inclaudicables que debemos perseguir y asegurar de manera conjunta los países de América del Sur, a contramano de todos los rufianes y déspotas que quieran transformar a nuestro continente en cualquier otra cosa.

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