Disuadiendo al gigante asiático

A más de 5 mil kilómetros de distancia, China observa con atención cómo Rusia invade Ucrania cubriendo de incertidumbre la aparente estabilidad de Europa

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El presidente ruso, Vladimir Putin (izq), y su homólogo chino, Xi Jinping, reunidos en Pekín
El presidente ruso, Vladimir Putin (izq), y su homólogo chino, Xi Jinping, reunidos en Pekín

Lo que sucede en Ucrania acarrea implicaciones geopolíticas y económicas más grandes de lo que se ve a simple vista y es que, en cierto modo, la invasión es un indicio de la pérdida de la influencia global estadounidense frente a las potencias ascendentes de China y Rusia.

Las acciones por parte de Rusia y del gigante asiático demuestran sus claras intenciones de no continuar permitiendo que el predominio de los intereses occidentales marque el curso del mundo, y por consecuencia, el de sus ambiciones.

La disuasión del enemigo es una estrategia que todas las partes vienen empleando, sembrando un panorama de incertidumbre en el sistema internacional. La guerra en Ucrania dañó severamente la imagen de Estados Unidos como el vengador del mundo y puso en cuestionamiento su capacidad para proteger e imponer sus intereses al resto de los países no aliados, como lo venía haciendo.

Existen varias naciones que dependen de Estados Unidos en materia de seguridad y precisan de su influencia y recursos para mantener a raya a sus enemigos históricos. Corea del Sur es un caso y Taiwán es el otro. Esto me lleva a reflexionar sobre el motivo, - tal vez un poco oculto, - de la visita de Nancy Pelosi a ambos países, y de la necesidad que tiene Estados Unidos de transmitir confianza y tranquilidad a sus naciones aliadas y amigas.

China recibió con fuerte rechazo la visita de Pelosi e instó a Estados Unidos a hacerse responsable por sus acciones. Escrito textualmente: “Estados Unidos debe asumir la responsabilidad y deberá pagar el precio por socavar los intereses de seguridad de la soberanía China”.

Con esto, China afirma que Estados Unidos no está respetando la política One China que establece que solo existe un gobierno chino e insiste en que Taiwán es una parte inalienable que será reunificada algún día. Por su parte, EEUU no adhiere ni respalda la posición de Beijing y a lo largo de los años ha mantenido una relación no oficial con Taiwán que incluye la venta continua de armas.

En lo que respecta a China, - y en parte es lo que la diferencia con Rusia, - es que, en materia militar, la transformación del Ejército Popular de Liberación (EPL) en las últimas décadas ha sido inmensa e indiscutible alcanzando un punto de avance tecnológico y de recursos equiparable a la fuerza militar estadounidense en algunas áreas, por ejemplo, la marítima.

Por tal motivo, todo indicaría que, ante un evidente choque de intereses entre China y EE.UU., ambos países podrían escalar en un futuro cercano en un conflicto arriesgado, incluso hasta por accidente. Para China, Taiwán es una zona estratégica y establece una oportunidad de ubicarse en una posición de dominio, manifestando en numerosas ocasiones, que de ser necesario la defenderá “con la fuerza”. Sus intenciones quedan en evidencia con el inicio del bloqueo marítimo y aéreo a Taiwán en el marco de la visita de Pelosi.

China rompe un acuerdo tácito

La represalia de Beijing en su primer día, de en un ejercicio militar sin precedentes, consistió en disparar decenas de misiles balísticos directamente sobre Taiwán, el envío de aviones de combate y embarcaciones a través de la línea media que divide el estrecho, el empleo de drones de vigilancia y el despliegue de un submarino nuclear y un portaaviones. Dicho ejercicio, que continuará hasta el domingo, recrea un bloqueo militar.

Si bien EEUU no reconoce a Taiwán como un estado soberano, - y si reconoce el principio de One China, - se opone a la toma por la fuerza de la isla, principalmente porque pretende evitar que China continúe sumando zonas de influencia que le permitan extender su poderío en el Pacífico occidental, como lo viene ambicionando con la cadena de islas que ha militarizado en el Mar de China Meridional. El aumento de la influencia china en esta zona significa el detrimento de la influencia estadounidense.

Vista de soldados estadounidenses, en una fotografía de archivo. EFE/Jail Rezayee
Vista de soldados estadounidenses, en una fotografía de archivo. EFE/Jail Rezayee

Una mala lectura

Rusia encabezó la lista de amenazas para los intereses de Estados Unidos por muchos años, pero desde que China comenzará con su plan de modernización y crecimiento de su fuerza militar, logró desplazar a Rusia dejándola en el segundo lugar.

Durante décadas, el objetivo principal de disuasión fue Rusia y la necesidad de evitar un enfrentamiento militar directo que tuviera como escenario de conflicto a Europa. Pero el colapso de la Unión Soviética y el esfuerzo estadounidense por expandir la alianza de la OTAN por Europa, incluyendo a muchos estados postsoviéticos, redujo considerablemente la amenaza de que sucediera una invasión convencional en Europa Occidental, lo que le permitió a EE UU poner el foco en China y su influencia en Asia.

Sin embargo, a pesar de pasar a ser China la mayor preocupación, Rusia nunca dejó de figurar como un oponente. Y a principio de este año, la invasión de Ucrania marcó el inicio de un nuevo escenario simbólico de guerra fría entre potencias históricamente enfrentadas.

La vía diplomática falló y los intentos por disuadir a Rusia de sus reclamos, - legítimos en términos de seguridad - no fueron suficientes. Por otro lado, las tensiones entre China y EEUU se han intensificado a lo largo de los años, y es una situación que preocupa seriamente a las altas esferas de la política estadounidense.

China ha manifestado su intención de reunificar Taiwán, y ha dicho que, de ser necesario, usará la fuerza para invadir la isla. También ha declarado públicamente que no teme usar la fuerza para imponer su voluntad en otras zonas que considera por naturaleza de su propia influencia.

Una potencia militar

La estrategia de China en el Mar Meridional en disputa es otro claro ejemplo de su crecimiento y su proyección como potencia. El gigante asiático viene ejecutando un programa de infraestructura de recuperación de tierras, - un total de siete islas, - con el propósito de explotarlas por su valor estratégico y económico.

Su proyecto de extensión de soberanía en el Mar de China Meridional le permitirá a China ejercer dominación en tierras recuperadas que permanecían sumergidas, y que para el comercio marítimo internacional posee un gran valor comercial.

Las islas se encuentran en un proceso de militarización, - que China niega, - que ha sido abiertamente criticado por los Estados Unidos y la comunidad internacional, pero que en nada ha afectado a su avance.

En su proyecto de recuperación de tierras y ejercicio de la soberanía, China ha iniciado la modernización de sus fuerzas navales, donde ha actualizado sus naves más antiguas equipados con armamento más avanzado, además de haber desarrollado su nuevo portaaviones y la incorporación de una nueva flota de aviones caza para su Marina.

Pero la lucha por el poder no termina ahí. China ha sido acusada también de realizar ataques cibernéticos cuyo objetivo ha sido el robo de tecnología militar estadounidense para la posterior fabricación de armas de industria nacional, logrando así saltarse la larga y tediosa fase de I+D.

Debido a este escenario desafiante, EE UU ha iniciado una política de disuasión que implica el uso de despliegue de fuerza en zonas claves, - como rutinarias, pero molestas para China -, el uso de la propaganda y la constante denuncia a las acciones chinas y la promesa de actuar en consecuencia.

Tal vez la visita de Pelosi, - recordemos que es la segunda en la línea de sucesión a la presidencia - haya sido un acto provocativo destinado para enviar un mensaje de rebeldía frente a las reiteradas advertencias chinas de la llegada de Pelosi a Taiwán.

Las superpotencias del siglo XXI se encuentran inmersas en su juego de tira y afloja. Por su parte, existen varios escenarios de disputa que marcan un nuevo ciclo de tensiones entre Rusia y EEUU, sumada la ya consumada guerra en Ucrania. Taiwán, por otro lado, es el otro escenario probable de conflicto que enfrenta a EEUU y China, y que podría ser la chispa que avive otro fuego y marque el inicio de un nuevo conflicto con un alto riesgo de transformarse en uno de escala global.

Los conflictos tienen la facilidad de escalar rápidamente si las voluntades de las partes no llegan a un acuerdo a tiempo. Ya vimos lo que pasa cuando la diplomacia y la política fallan.

En lo que respecta a la postura China, este viene instando a los EE. UU. ha tomar una postura más clara, puesto que, la política de ambigüedad estratégica que EE. UU. viene aplicando con respecto a la situación de Taiwán, no permite anticipar cuál sería el accionar de Estados Unidos si China decidiese invadir la isla.

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