¿Quién es María Kodama?

La escritora reservada pero no enigmática. Sin embargo, hay quienes la juzgan como alguien que “se quedó” con Borges

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La viuda de Jorge Luis
La viuda de Jorge Luis Borges, Maria Kodama (EFE)

Tienta decir – porque es cierto y rápido- que María Kodama es una de las argentinas más famosas en el mundo, aunque algunos días puede decirnos que en realidad es japonesa, en parte como un juego, y en parte por su mirada sobre las cosas y hombres. Un poco con su sonrisa frecuente, un poco como un reconocimiento, un autorretrato. Por disciplina madruga, camina, escucha más que habla, cosas que parecen bastante japoneses, no lo sé: tiene en todo mucha porteñez. Es muy irónica, muy atenta a lo que le dicen, gentil, con sentido del humor. Divorciados los padres, Yosaburo Kodama, químico, la formó de un modo que moldeó una personalidad, un modo de ser con ejemplos sin parrafadas vanas- “Le dije que iba a caerse por treparse a los árboles. Y ya ve: aquí le traigo una muñeca al hospital. Se pondrá bien en unos días”.

Tienta decir que sin la unión con Jorge Luis Borges hubiera avanzado el trabajo lento – a veces no tanto- del olvido con la rapiña de los días. Quedaría, por supuesto, pero con un sonido más apagado. Los días del tiempo son cada vez más rápidos. ¿Quién hace homenajes o escribe sin pausa, ensayos, estudios todos los días en algún lugar de algún país del mundo si se tratara de, no sé, de Faulkner, para poner un nombre grande. “Le pide que cuide, María”. A la hora de partir, desde luego. Lo hizo, lo hace. Pone proa a tanta falsificación o supuestos poemas por internet, como conocido “Instantes” que no tiene nada de Borges a la legua y que se usó como cartel con su firma en una feria del libro de la ciudad . Sin dar rodeos lo arrancó subida a un banquito. Ese trabajo amoroso y disciplinado hace que Borges parece siempre se diría al día y no solo por el genio y la leyenda. Tenemos la impresión de que Borges vive.

La madre, María Antonio Schweitzer era concertista de piano con altura y talento. Decidió tocar para ella, para los que pasaban por allí cerca, para los pájaros. Era una mujer de belleza importante: “Parecida a Gwyneth Paltrow”. Y tenía miedo. A todo, a cierto ruido extraño, a la oscuridad. A todo.

María quedó con la abuela muy devota, muy católica. “¿Por qué el ángel más hermoso fue expulsado?” “Callate: te irás al infierno”. Yosaburo se quedó en Buenos Aires por trabajo y le enseñó inglés al par que el español nacido y acrecentado en el colegio. Pero no japonés. Apenas algunas palabras. Pongamos Tora: tigre, con el amarillo relampagueante en el zoológico, el oro de los tigres, ya el único color que veía.

Borges y Maria Kodama
Borges y Maria Kodama

Está estudiando japonés ahora con rigor, con método. María es licenciada en Letras, narradora, traductora en varias lenguas actuales y de la antigüedad. Borges y María dieron uno con el otro al tropezar en una calle perpendicular a la facultad de Viamonte. Ella a la carrera, Borges aún veía. No mucho, pero veía. Alcanzó a ver a María Kodama, de 16 años. La diferencia era grande, la historia lo fue: “¿No querría estudiar inglés antiguo?” “¿Yo?”. “Usted, sí”. Así empezó.

Tienta decir que María Kodama es reservada pero no enigmática como un clisé oriental. Y aclarar que hay quienes la juzgan como alguien que “se quedó” con Borges. Cada vez menos: caminar con ella es caminar con una estrella pop: “¡Chau, Maria!“. Ella saluda, es posible que se detenga unos minutos o haga alguna foto con la cámara que siempre lleva consigo. Cazadora del instante, está atenta a capturarlo.

Ese amor.

Durante treinta años Kodama fue centro de versiones y difamaciones. Todos esos años. Falsedades, querellas. Todas ganadas por Kodama. Celos, envidia, es probable que amigos de Borges se juzgaran en alguna medida de su propiedad y María una intrusa incómoda a ser alejada. Bioy Casares es un nombre muy fuerte en ese orden. Borges y ella se encontraban felices y en un juego casi imposible por reconstruir por medio de explicaciones. Goce y felicidad. Nunca se quedaron en la casa de alguno de los dos: “La palabra esposa le sonaba a prisión desde siempre. No pocas veces Borges le propuso matrimonio. “Una tarjeta María Kodama de Borges ¿Le gustaría?”. “No Borges. Yo no soy de nadie, lo sabe muy bien”. No era la idea de María Kodama. No parecía una gran idea ir a dormir con un dios griego que por la mañana se levantaría algo vacilante hacia el baño. Al encontrarse formaron mundos de felicidad, complicidad. No la perfección y la transformación de quienes son dos en una persona: El Aleph le pareció en su momento, y también más tarde, banal. La escritura, bueno, claro, es Borges. Pero banal. Por supuesto, se lo dijo. Podría sonar casi a profanación. Me tienta pensar que Borges no agregó nada.

Por no decir que María Kodama considera admirable a Rosas, ya se sabe la idea de Borges al respecto. Por razones históricas y por verlo como un hombre de gran apostura considera MK, por qué dejarlo a un lado. El poeta sensible a la mujer y con enamoramientos tremendos que su propia obra poética expresa con decepción y abandono. El casamiento con Kodama fue un pedido del refinado editor, diseñador, aristócrata de gran cultura que sintió devoción por Borges, Franco María Ricci, (viajó hasta Buenos Aires para conocerlo). Le pidió que accediera, en Parma, a un paso que ella no quería dar: “Me ha pedido que intercediese. Quiere casarse con usted, María, lo sabe”. Borges ya enfermo, lo deseaba más en la recta final.

Me tienta pedir prestadas unas líneas de “Medio siglo con Borges”, 106 páginas de Mario Vargas Llosa, un libro lindísimo de las muchos encuentros, conversaciones, indagaciones: “Muchos amigos y parientes la han atacado, acusándola de interesada y calculadora. ¡Qué injusticia! Yo creo que gracias a ella -basta para leer el precioso testimonio que es Atlas– Borges, octagenario, vivió unos años espléndidos, no solo con los libros, la poesía y las ideas, también con la cercanía de una mujer, bella y culta, con la que podía hablar de todo aquello que lo apasionaba y que, además, le hizo descubrir que la vida y los sentidos podían ser tanto o más excitantes que las aporías de Zenón…”

Me tienta agregar algo acerca de quién es María Kodama de verdad

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