Parece cuanto menos irresponsable anunciar el fin de la repitencia sin ofrecer una detallada explicación y muestra del cambio que se quiere imponer. Imponer es el término, porque no se ha consultado a nadie respecto de tal decisión.
La cuestión de fondo no es repetir o no repetir, sino aprender y poder dar cuenta de ese aprendizaje. Y sabemos que nuestros alumnos egresan sin las mínimas competencias, como lo demuestran las evaluaciones nacionales e internacionales.
Hay una urgencia en las autoridades por modificar el último paso de ese proceso. La palabra evaluación se ha borrado del discurso y sólo se ve como prioritario lograr la acreditación del secundario, removiendo todo lo que consideran obstáculos: exámenes, evaluaciones, notas, es decir, el mérito en todas sus expresiones. Todos deben llegar al fin del ciclo a como dé lugar, que la estadística cierre.
Recordemos que desde la pandemia, se eliminaron las mesas de exámenes y lo que determinaron como eje para 2022 ha sido la “pedagogía del cuidado”, una concepción que no tiene ningún asidero objetivo más que justificar la falta de una estrategia de recuperación. Se hizo con frases de libro de autoayuda y la idea de que lo social reemplazará a la misión primordial de la escuela, que es trasmitir conocimientos para poder desempeñarse en la vida.
Este es el último eslabón de un proceso de vaciamiento de contenidos que se inició con las resoluciones y circulares que desde la pandemia han venido desarrollando y que constituyen una reforma educativa encubierta, sin que medie para ello una Ley que le dé soporte y legitimidad.
Todos entendemos que es necesario que cambie la escuela secundaria, pero ese cambio se debe ofrecer a la sociedad como un sistema integral, que garantice que todos puedan aprender y en el que la evaluación y la acreditación sean un componente más de todo el proceso. Hay variados ejemplos internacionales de sistemas sin repitencia, pero no sin evaluación. Todos cuentan con exámenes de terminalidad para pasar de ciclo o ingresar a la Universidad. La evaluación y medición de resultados no se consideran obstáculos ni estigmatizantes.
El ministerio de Santa Fe deberá mostrar cómo va a resolver cuestiones de logística como la superposición horaria entre las materias que deben recursarse, las correlatividades y el libre desplazamiento de los menores por la grilla horaria de la escuela. Nuestro sistema es rígido y la asistencia no sólo es una cuestión administrativa, también implica la seguridad de los alumnos que deben tener autorizaciones de los padres para retirarse o entrar más tarde a la escuela. No menor es el caso de los profesores, que al estar por horas, harán aún más difícil de conciliar el trabajo extra que implicará atender a los recursantes o elaborar ese “menú” del que habló la Ministra como opciones para aprobar .
La Ministra dice que será como en la universidad, como si eso fuera garantía de éxito. Tal vez debería considerar que sólo terminan el nivel superior el 20% de los que ingresan.
Por último, cabe señalar que anunciar el fin de la repitencia, como un slogan para la prensa, tendrá una consecuencia directa en este último tramo del ciclo escolar. Es el incentivo equivocado: ¿quién va a estudiar si la Ministra te asegura que no vas a repetir nunca hasta 5° año?
Necesitamos pensar y trabajar por una educación que brinde calidad y les abra a todos nuestros chicos las puertas del mundo del trabajo y la universidad. El 70% son pobres y con medidas como estas sólo los estamos condenando a la marginalidad. La brecha entre los segmentos de mayor y menor nivel socioeconómico creció 50% en promedio en Santa Fe.
Alberdi decía que “hay que combatir el hambre y la ignorancia, porque el hambre se vende y la ignorancia se equivoca”. Sus palabras no han perdido fuerza ni actualidad.
SEGUIR LEYENDO