¿Por qué conservar la naturaleza? Cuando les hago esta pregunta a mis estudiantes, relevo diversas razones, incluso con grupos similares en edad, origen y formación. Presentan reacciones como “dependemos de la naturaleza para nuestro sustento”, “es bella”, “es el legado para nuestros hijos y futuras generaciones”, “porque tiene derecho de existir más allá de nosotros” y “porque es el entorno donde realizamos nuestras vidas”.
La ética ambiental organiza estas justificaciones como valores instrumentales (para satisfacer necesidades humanas), intrínsecos (por sí misma) y relacionales (como escenario de interacciones entre personas y la naturaleza).
No obstante estos múltiples valores, un informe recientemente aprobado por la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES, por sus siglas en inglés), demostró que las decisiones políticas, económicas y sociales se basan principalmente en valores instrumentales, considerados en términos monetarios. Las políticas de conservación también han tenido un sesgo para valores intrínsecos, considerados en términos ecológicos. Se concluye que las múltiples “crisis ambientales” (ej.: pérdida de biodiversidad, cambio climático, pandemias), se deben en parte a priorizar un conjunto restringido de valores –o sea, la crisis ambiental es una crisis de valores-.
Para tomar mejores decisiones, los 139 estados miembros de IPBES encomendaron una evaluación que revisó más de 13.000 fuentes de información académica y aquellas provenientes del conocimiento indígena y local. Se comprobó que dicha crisis de “valores” no es una condición de nuestra especie, sino una cuestión estructural de las instituciones y procesos que articulan ciertos valores en las decisiones –y por ende se puede modificar-.
Razones para la esperanza
El Informe de Valores encontró más de 50 métodos para medir o describir los múltiples valores de la naturaleza. También, hizo cuatro recomendaciones para diseñar políticas públicas más plurales: i) reconocer los diversos valores de la naturaleza; ii) incorporar los valores diversos de la naturaleza en la toma de decisiones; iii) reformar las políticas e incentivar el cambio institucional; y iv) ajustar las normas y los objetivos sociales para promover valores acordes con la sostenibilidad en todos los sectores. Luego, diagnosticó las capacidades necesarias para lograr la valoración plural, destacando la transversalidad de habilidades de coproducción del conocimiento y aprendizaje social entre actores para navegar distintos cosmovisiones y valores, y lograr mayor transparencia y legitimidad.
Algunos se preguntarán, ¿qué hay de diferente en este informe? Pues, hay razones para tener esperanza porque como plataforma “ciencia-normativas”, IPBES aplica estrategias para obtener productos de alto rigor académico, pero con legitimidad política. Primero, los estados miembros de IPBES deciden cuáles evaluaciones realizar, según sus necesidades. Luego, hay instancias de revisión por estos países, y finalmente se negocia el resumen para decisiones, palabra por palabra, para que los países que hagan aportes o soliciten ediciones, siempre respetando la información subyacente del informe con el asesoramiento de los autores del mismo. Así se logra la “coproducción” que involucra y no solo informa a los gobiernos.
También, este informe se publica en un contexto propicio. Después del atraso por la pandemia, en diciembre se realizará en Canadá la plenaria de la Convención de Diversidad Biológica para acordar el “Marco Post2020 para la Biodiversidad”. El Informe de Valores aportará directamente a estas negociaciones para la “Visión 2050 de la Biodiversidad” y proveerá un abanico de instrumentos e indicadores que le permitirá alcanzar su meta de conservar la naturaleza y asegurar el bienestar humano. En particular, el informe destaca los cambios institucionales que permiten “soltar” los valores alineados con la sustentabilidad que ya están presentes en la sociedad.
En 2018, otro informe de IPBES sobre biodiversidad y servicios ecosistémicos de las Américas encontró que el “valor monetario” de los aportes de la naturaleza al nivel del continente es equivalente al Producto Interno Bruto, y para Argentina superaba tres veces el PIB per capita. No hay duda de que la naturaleza “vale” mucho, pero la seguimos subvalorando y en la medida que seamos capaces de describir, cuantificar, comunicar e incorporar sus múltiples valores en las decisiones, tendremos mayores posibilidades de un futuro justo y sustentable para la gente y el planeta.
*El Dr. Christopher Anderson es profesor de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Fue autor principal y coordinador de capítulo en la Evaluación Metodológica de los Diversos Valores y Valoraciones de la Naturaleza (2018-2022) y la Evaluación Regional de la Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos de las Américas (2015-2018), siendo experto argentino ante la Plataforma de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) desde el año 2015.
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