Crear, no creer

Hace falta una constitución bipartidista y programas económicos que saquen a la Argentina del abismo

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Sergio Massa asumirá como ministro
Sergio Massa asumirá como ministro de Economía, Producción y Agricultura

La novedad que trae la llegada de Massa al gobierno es que una de las patas de la coalición armada por Cristina Kirchner se hace cargo integralmente de los resortes de la política económica, alguien que en términos de esa alianza posee poder propio. A partir de ahí despierta cierta expectativa y los bonos argentinos suben y se aprecia algo la moneda, mientras la oposición, como es lógico, recuerda la carrera excesivamente versátil del nuevo ministro y anuncia que vendrá más de lo mismo y en los medios se da lugar al eterno declaracionismo del debate público. Sin información, porque no hay anuncios, se prepara a la gente para no creer, que en los términos de lo que creo que habría que hacer, es equivalente a prepararla para creer. Fe o no fe en esto da exactamente lo mismo, ninguna de las dos cosas son operativas.

De una vez habría que hacer el análisis al revés. Ya sabemos que la gente con la que cuenta el país en la política en general parece haber sido seleccionada entre lo último que quedaba de la mesa de saldos. Todo lo que está mal se ha repetido hasta el cansancio y algunos pocos que nunca son escuchados también cuentan cuáles son los problemas de verdad en soledad. Igual, la Argentina pretende discutir todavía qué cosa es la inflación y los gobiernos quieren ver cómo tirar manteca al techo con las arcas del Estado vacías, el endeudamiento por las nubes, la economía cerrada, todo lo que se sigue ahondando con un partido y no asumiendo con seriedad con el otro. Algún que otro aprendiz de brujo aparece de vez en cuando con fórmulas mágicas macroeconómicas que duran un rato. Al costado, los que dicen que dos más dos es cuatro.

Pero ese es el diagnóstico y Massa ha oscilado entre esos dos mundos, así que no merece mucho crédito, pero ¿quién lo merece? Algunos sueltos que no han ocupado un lugar de esa magnitud en el escenario, porque el filtro en la política argentina opera como contaba Hayek en El camino de la servidumbre: solo los peores llegan al poder.

Sin embargo, como le decía Alberdi a un Sarmiento preocupado por la naturaleza moral de las figuras políticas, con los caudillos y su realidad es con lo que la Constitución debe realizar un gran país, no contra ellos. Y lo logró.

La operación que habría que hacer en mi opinión es al revés de la que se hace, describiendo lo que sabemos y acertando porque es todo tan circular que se pueden poner muchas fichas al fracaso de cualquier experimento, maximizando siempre las calificaciones morales.

Deberíamos imaginar qué tiene que pasar en el medio para que la Argentina empiece por ser un país normal y después tenga oportunidad de ser un gran país otra vez. Entonces podríamos imaginar los pasos intermedios, no para esperarlos, sino para provocarlos.

No hablo solo de las reformas económicas, a esta altura no le creo a ningún político que de verdad piense que el despilfarro y las fronteras cerradas, más el reparto de lo que no hay y la descapitalización de todo el mundo, son el camino a paraíso alguno. Solo son oportunistas, en el corto plazo todo eso es la droga mala que consumen y venden. Como vendedores de paco que se desinteresan del veneno que ofrecen. Lo único bueno de la situación actual es que, como en el 89, eso debería estar bastante claro para muchos.

Si aceptamos de una vez que es obvio que el país necesita tener un mercado, tenemos que pensar cómo tiene que funcionar la política para que eso ocurra y perdure. Mi supuesto es que debería tener dos partidos volcados al centro, pero bajo un consenso económico en el que se pacte nada más, que no se haga demagogia con la producción y el comercio y se deje al país respirar, caminar y correr, poniendo las peleas por afuera de eso. No basta con que despierte un partido a la realidad, y todavía no hay muestras de que uno de ellos lo haya hecho, se necesitan dos. No todos en ambos partidos podrían aceptarlo, pero tal vez sí una parte sustancial. Lo que es seguro es que si el peronismo no mejora, por más que lo haga en algún momento su oposición, siempre estará pendiendo la espada de Damocles para destruir cualquier cosa que se hubiera logrado y atentar a fin de que no se logre. Así que el trabajo es bastante más arduo que encontrar al genio que gane las próximas elecciones y lo cambie todo. Ignoro por completo que Massa quisiera tomar para ese lado, pero seguro que si el próximo gobierno quisiera hacerlo lo que él haga serviría para despejar el camino y para que el peronismo después no vuelva a la posición destructora.

Entonces la prioridad no sería hacer presagios de hacia dónde va Massa, sino al revés, considerar que su llegada para tomar unas primeras medidas en la dirección correcta podría significar el movimiento del peronismo al centro. De nuevo, no hablo de que va a pasar ni que creo o no creo que pase, digo que necesitamos que pase. A partir de ahí lo que nos quedaría hacer es empujar para que ocurra con los medios que cada uno tenga al alcance y olvidarse qué tan simpático o confiable nos parezca el candidato, con todas las razones del mundo los que estén más abajo en esa consideración. Simplemente hay un trabajo que hacer con resultados inciertos, pero si el país se va a arreglar esto sería indispensable, como era indispensable que Urquiza se revelara contra Rosas y apoyara la sanción de la Constitución, algo que no sé si alguien hubiera podido prever que pasaría, pero él empezó por mandarle su proyecto de constitución. Habitualmente esto se vive de otra manera, esperando lo que ya en la política argentina se llama “la gran Menem”, es decir, que un político salido de la locura del debate irracional de siempre traiga en el fondo un plan liberal que tenía escondido. Eso de esperar no sirve, pasó una vez, no porque tuviera que pasar, sino porque cayó del cielo sin que nadie lo mereciera en realidad. Así se descartó ese rumbo a la primera duda.

Pero si pensamos el problema al revés, por lo que debería estar pasando para que un arreglo bipartidista se alcance y funcione como una constitución real que se acerque a la constitución formal en su programa económico definido por Alberdi en Sistema Económico y Rentístico, es en primer lugar que un personaje de este gobierno cambie de mentalidad, detenga la pelota y asuma que para donde van no hay nada bueno.

Si he logrado que se entienda lo que digo, nadie interpretará que esto es optimismo sobre lo que representa la aparición de otro superministro, digo en cambio lo que se necesita que pase, por lo tanto, la prioridad de la oposición no debe ser el declaracionismo ni evitar que Massa se pudiera beneficiar por cambiar el rumbo. En vez de eso habría que ganarse un lugar en el pedestal de los que dan vuelta la suerte del país, empujando para que haga lo que tiene que hacer con la responsabilidad que cada uno tiene.

Los llamados mercados reaccionan en primera instancia bien porque el piso que hay detrás de Massa está en el quinto subsuelo. Eso es una oportunidad. Que Massa en el pasado haya ido de acá para allá, es otra oportunidad, porque entonces no se puede descartar que venga de allá para acá. La idea no es llevar a Massa al cielo de los tribunos ejemplares, sino que opere en favor del país y si eso le sirve bienvenido sea. Y si Massa no resulta ser la persona, intentarlo con la próxima, o la que le siga, o la que le siga a la que le siga, sin cansarse.

A la Argentina no le queda otra que empezar a operar de esa manera, no desde atrás de la política, sino desde adelante, buscando que ocurra lo que tiene que ocurrir, con el material que hay. No vendrán los marcianos a traer políticos suizos, esos ya se los dieron a los suizos y no quedan más. Estos políticos son los que tienen que mejorar y si mejoran los de una sola parte mientras aprovechan los de la otra para hacer demagogia, no serviría de nada. Tampoco mejora ninguna facción por temor a que esa demagogia les genere el tan mentado costo político que pagan igual. Hace falta una constitución económica bipartidista y programas económicos que saquen a la Argentina del abismo, no hay uno solo, no hay dos.

Lo saben todos.

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