La Argentina está frente a una crisis terminal porque no tiene forma de salir sin generar mayor pobreza en todos los estratos de la sociedad. A partir de una espiralización inflacionaria y sin luz al final del camino, vemos que la dolarización penetra cada día más en cada rincón de la Argentina.
Todo argentino sabe lo que es sufrir el flagelo de la inflación. Somos la economía más inflacionaria del planeta de los últimos 40 años, y en la actualidad, tenemos la tercera inflación más elevada del planeta. Desde la creación del Banco Central de la República Argentina en 1935, hemos tenido solo 17 años de inflación de un dígito, mientras que los otros 70 años ha sido de dos dígitos. A partir de no contar con un Banco Central independiente de los intereses del gobierno de turno, dicha institución se ha convertido en un cheque en blanco para los gobernantes, siendo el principal responsable de la emisión monetaria descontrolada y del impuesto inflacionario. Así resulta ser el Banco Central la plataforma de los desequilibrios macroeconómicos en nuestro país.
Desde la creación del BCRA en 1935, hemos tenido solo 17 años de inflación de un dígito, mientras que los otros 70 años ha sido de dos dígitos
A pesar de que la Argentina es la única economía en el mundo que fue en algún momento rica y desarrollada y actualmente es pobre (50% pobreza) y subdesarrollada, existen muchísimas críticas a una propuesta de dolarización. Algunas muy bien fundamentadas: “si Argentina hiciera los deberes en materia de reformas estructurales en distintos planos claves de la economía como el área impositiva, previsional, laboral, y de Carta Orgánica de su Banco Central, no tendría sentido llevar adelante la reforma monetaria que condiciona a nuestro país económicamente en el mediano plazo”, coinciden muchos economistas.
Es verdad que la condiciona porque perdería algunos instrumentos monetarios que pueden resultar ser de utilidad frente a shocks internos o externos. Es decir, si en la Argentina se hiciera lo que hay que hacer, slogan que se viene repitiendo hace décadas sin éxito, no tendríamos todos los problemas estructurales y macroeconómicos con los que convivimos a diario.
Sin embargo, ahí está el punto central de la discusión y por qué cobra relevancia una propuesta de dolarización. Es acertado mencionar que Argentina podría optar por otros caminos para solucionar sus problemas estructurales. Pero el problema es que esos caminos no resultan ser una opción real, ya que la política no tiene ningún incentivo a perder poder a partir de una limitación de su caja más preciada y de fácil acceso, es decir, la emisión monetaria.
La dolarización emerge como una segunda mejor opción, capaz de ordenar la política monetaria, generando un shock de confianza enorme hacia la sociedad
Como esa no es una opción realizable, la dolarización emerge como una segunda mejor opción, capaz de ordenar la política monetaria, generando un shock de confianza enorme hacia la sociedad y limitando radicalmente la posibilidad de utilizar al Banco Central como caja de financiamiento ilimitado. Esta reforma monetaria tendría además la capacidad de mantenerse en el tiempo, a diferencia de otras medidas como “independizar al Banco Central” modificando la Carta Orgánica y generando una nueva ley. Es decir, la posibilidad de que venga un nuevo gobierno populista y empiece a emitir, es alta.
A pesar de que la dolarización sea discutida y muchas veces descalificada, una gran parte de la sociedad argentina ya viene manejándose en estos términos desde el sector privado. Hoy no son solamente los ladrillos los que están dolarizados, sino que autos, muchos alquileres, servicios y hasta productos de primera necesidad, se encuentran implícitamente dolarizados. No es casualidad que un comerciante en la calle Florida primero vea el precio del dólar para fijar el valor de su mercadería. O que un vendedor ambulante el Córdoba dolarice sus frutillas.
Para concluir, este año veremos una inflación de tres dígitos en la Argentina, y posiblemente el año que viene también. Esto solo seguirá derritiendo la credibilidad del peso y cada día más productos y servicios se regirán por el dólar. La decisión de llevar adelante una dolarización en nuestro país ya no quedará únicamente en manos de la política, sino de una sociedad que pide a gritos solucionar definitivamente la inflación y la inestabilidad del día a día.
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