“Armen un partido y ganen elecciones”, dijo Cristina Kirchner una década atrás, tratando de resumir en esa frase la concepción democrática que tiene y que se ha encargado de demostrar en reiterados actos. Como por ejemplo, no entregando el mandato a su sucesor, entrometiéndose en los otros poderes, en el avasallamiento permanente a las instituciones de la patria y en su intento descarnado retratado en la frase “vamos por todo”.
El país es un caos. Cristina no puede encontrar el rumbo -nunca lo tuvo- porque su objetivo siempre fue uno, apropiarse del poder, de los lugares estratégicos del Estado y buscar la absolución de la Justicia.
Sabía que no podía hacerlo sola y buscó un mascarón de proa para lograr su cometido, lo eligió a Alberto Fernández. El pueblo creyó en ellos y les dio su voto.
En el combo del armado Cristina nos legó a su “poderoso chiquitín”, su ex ministro de Economía, el que se jacta de jamás haber leído un libro en su carrera como economista. El mismo que arregló una deuda con el Club de París bajo cláusulas leoninas que cualquier estudiante avanzado de una carrera en economía jamás hubiera aceptado.
Ese “chiquitín” desembarcó en la provincia de Buenos Aires como gobernador. Llegó con cuatro amigos, los mismos que viajaban con él en el Clio y no distinguían mandarinas de naranjas; aquellos que definí a fines de enero de 2020 como trasnochados que llegaron a la provincia sin un plan. Me valía de esa opinión porque áreas sensibles del gobierno estuvieron ese lapso de tiempo sin cubrirse y se perpetuaron en esa situación muchos meses más.
Pero ahora, “el poderoso chiquitín”, el que se encargó dos años seguidos de despotricar, humillar y avasallar, el mismo que cerró las escuelas durante 2 años y no aceptó sugerencias ni intercambios, solicita diálogo con la oposición.
¡Gobierne, Kicillof! Háganse cargo. Paguen los platos de la boda. Paguen las consecuencias que significa venir a nuestra provincia sin ser bonaerense (los últimos gobernadores han sido de la Capital Federal, no tuvieron domicilio en ninguno de los 135 distritos), paguen las consecuencias de servirse de lo que Buenos Aires produce, de su vaciamiento y de la dilapidación de recursos. Paguen las consecuencias de seguir aumentando la miseria y la marginalidad a través de la dádiva que no dignifica y que sólo lo hacen para mantener aceitada la maquinaria de interés electoral perfecta para lograr con ella sus ansias de perpetuidad.
¿Ahora gobernador quiere dialogar? Tranquilo, terminen su obra, que a diferencia de ustedes no vamos a movilizar a nadie, no vamos a tirar piedras, no convocaremos al club del helicóptero. Los vamos a dejar hacer y ser, como hasta ahora. Sabiendo que nuestro rol es legislar, acompañar y controlar, que los valores no se negocian, que las instituciones se sostienen. ¿Y sabe qué gobernador? Dialoguen primero entre ustedes. Conversen. No griten, escúchense.
La interna feroz en su frente nos está arrastrando al colapso. Dialoguen para que su interna no alimente aún más la inflación, la marginalidad, la pobreza y la desesperanza.
Son momentos de mucha zozobra. Son momentos en que los trapos se lavan adentro. Son momentos en que la dirigencia debe tener responsabilidades supremas. Son momentos para disipar fantasmas. Son momentos para estar a la altura de las circunstancias. Son momentos para demostrar capacidad de liderazgo y mucha grandeza que, a juzgar por lo visto, dudo la tengan.
SEGUIR LEYENDO