¿Quién se anima a desafiar al status quo?

Necesitamos un marco legal para que el logro de objetivos y la calidad educativa no dependan de ministerios con buenas intenciones y sin resultados, sino que sean producto del trabajo de directivos y docentes formados en liderazgo

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"La crisis educativa ya se
"La crisis educativa ya se llevó puestas varias generaciones y de no corregirse el rumbo de manera urgente estaremos condenando a varias generaciones más", aseguró la autora del texto (EFE/Archivo)

No hace falta ser experta en educación, ni docente a punto de jubilarse con 30 años de carrera, para darse cuenta de que el ecosistema educativo es uno de los más conservadores para implementar reformas. Esto suele encontrar su explicación en que estas políticas públicas tienen resultados visibles a mediano y largo plazo, es decir, no tienen el rédito político instantáneo necesario para conseguir votos en una elección. Además, los intereses de los sindicatos, de sus representantes en las escuelas, los centros de formación, y de grandes estructuras ministeriales, tampoco colaboran con la misión.

Hoy, en un mundo cada día más volátil y cambiante, nos encontramos en plena revolución digital que, a diferencia de las revoluciones predecesoras, avanza a una velocidad incalculable. Los empleos no calificados están desapareciendo y los algoritmos y la inteligencia artificial amenazan con reemplazar a muchas profesiones. La educación del presente refleja el pasado. Ergo, el cambio ocurre sin que nos demos cuenta.

Entonces, ¿cómo podemos preparar a los chicos cuando no conocemos las profesiones y las exigencias del futuro? ¿Qué necesitan aprender?

No hace falta ser experta en el tema para darse cuenta de que el sistema educativo actual se tornó obsoleto y los gobiernos solo se dedican a ponerle parches

Estamos educando con parámetros del siglo XIX a chicos del siglo XXI. La escuela se parece a una fábrica de producción en masa y TikTok les ofrece a los chicos “atención personalizada” a un click de distancia. Les pedimos que se queden quietos frente a un pizarrón, reprimimos su creatividad, mientras que por la ventana de un aula podemos ver pasar tractores que cosechan sin conductor, máquinas que realizan operaciones de corazón a distancia, restaurantes 100% automatizados.

Nos la pasamos escuchando a políticos y funcionarios que desde hace años explican la necesidad de reformas para que los chicos estén motivados, utilicen más tecnología, aprendan programación, rindan exámenes para medir su progreso y se preparen para el futuro.

Pero, otra vez, no hace falta ser experta en el tema para darse cuenta de que el sistema educativo actual se tornó obsoleto y los gobiernos solo se dedican a ponerle parches. Pudo haber sido el mejor del mundo, pero esos tiempos quedaron atrás hace varias décadas. Tantas, que la crisis educativa ya se llevó puestas varias generaciones y de no corregirse el rumbo de manera urgente estaremos condenando a varias generaciones más.

Estamos educando con parámetros del siglo XIX a chicos del siglo XXI. La escuela se parece a una fábrica de producción en masa y TikTok les ofrece a los chicos “atención personalizada” a un click de distancia

Los puntos neurálgicos que requeriría una reforma integral (y que cada uno de ellos requerirá un gran trabajo interdisciplinario) son:

- Reformular los contenidos de enseñanza fortaleciendo las aptitudes de resiliencia, motivación, pensamiento crítico, autoaprendizaje, entre otras.

- Incorporar al sector privado en los diseños curriculares de manera continua

- Descentralizar el sistema educativo frente a grandes burocracias educativas, que resultan insensibles a las necesidades de cada alumno

- Monitorear el uso de recursos y su relación con los resultados obtenidos

- Jerarquizar el rol docente y diferenciar las carreras del maestro y los directivos, para lograr instituciones eficaces y eficientes.

Los empleos no calificados están desapareciendo y los algoritmos y la inteligencia artificial amenazan con reemplazar a muchas profesiones

- Reformar el art 97 de la Ley Nacional de Educación, para transparentar los datos educativos.

- Despolitizar los institutos de formación docente para formarlos como verdaderos educadores y no como sujetos de lucha política.

Ser testigo de la inconsistencia entre el discurso de quienes hoy tienen la posibilidad de comenzar este cambio y la realidad que reflejan sus acciones genera angustia e impotencia.

Necesitamos un marco legal para que el logro de objetivos y la calidad educativa no dependan de ministerios con buenas intenciones y sin resultados, sino que sean producto del trabajo de directivos y docentes formados en liderazgo, ambiciosos por actualizarse para abrirle a los alumnos las más variadas posibilidades de aprender.

Personalmente, hace tiempo que me dedico a investigar y estudiar opciones de otros países y ciudades, que decidieron poner la educación como factor principal y crítico del crecimiento de sus sociedades.

Los invito a trabajar en serio para lograr un sistema educativo que ponga a la libertad en los procedimientos y a la responsabilidad en los resultados.

¿Quién se anima?

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