El valor del dólar libre sigue superando sus propios límites. Esta vez tocó los 318 pesos por unidad, superando todos los récords para luego cerrar su cotización en 317 pesos en promedio. La Argentina es tan singular que estos valores del billete verde se han visto en otros momentos de la historia: una cotización similar ha tenido el dólar también durante los años 1967, 1977, 1985 y 1989. Claro, en cada uno de esos años el récord se logró con monedas diferentes. A lo largo de nuestra corta existencia hemos destruido el Peso Moneda Nacional, el Peso Ley, el Peso Argentino, el Austral y ahora estamos por terminar definitivamente con el Peso.
Nuestra moneda expresa su desvalorización con cada movimiento ascendente en el valor del dólar. Cada vez que sube la cotización del billete verde todos somos un poco más pobres. La incertidumbre y la falta de expectativas positivas resultan un cóctel explosivo perfecto que ha logrado sumergirnos en un dólar desenfrenado.
Desde que comenzó el año el valor del dólar libre trepó 100 pesos (un 48%). Sólo en lo que va de julio la divisa acumula una suba de 80 pesos. Lo relevante de estos días ha sido el contexto en el que ha ocurrido esta aceleración: un repentino cambio de Ministro de Economía y anuncios oficiales que indicaron cierta “austeridad fiscal” no resultaron suficientes ante tamaña falta de credibilidad.
Más preocupación genera incluso la reacción oficial ante el descontrol en las cotizaciones. La portavoz Gabriela Cerruti se encarga con cierta regularidad de transmitir la desconexión total con la realidad que reina en el gobierno. Preocupada por la cotización del dólar paralelo se encargó de decir que el mismo no tiene implicancia en la economía real. Suena extraño semejante aseveración en un país en donde el supuesto “dólar oficial” virtualmente no existe: nadie puede acceder a él. No hay razón alguna para que alguien forme expectativas en base a algo inexistente.
En tanto no exista un plan económico que ancle las expectativas y un poder político con la credibilidad suficiente como para poderlo ejecutarlo, la presión sobre el tipo de cambio no cesará
Más extraordinario aún resulta la lentitud con la que parece moverse la cartera económica. La propia portavoz comunicó que en los próximos días se anunciaran nuevas medidas económicas, sin parecer importarles que la economía se encuentra totalmente convulsionada y al borde del colapso definitivo, pidiendo a gritos medidas urgentes de cierta envergadura.
No hay manera de “controlar” mágicamente la cotización del dólar. Lo cierto es que en tanto no exista un plan económico que ancle las expectativas y un poder político con la credibilidad suficiente como para poderlo ejecutarlo, la presión sobre el tipo de cambio no cesará. Mientras los dólares paralelos y financieros se distancian del tipo de cambio oficial, la brecha es lo que más preocupa: los exportadores están cada vez con menos incentivos a liquidar sus exportaciones, los importadores están cada vez más sedientos ante un dólar “barato” y el resto de la economía mira al dólar libre como su única referencia real de lo que ocurre en la Argentina.
Por ahora, lo único que el gobierno ha deslizado como próxima medida es la adecuación del tipo de cambio para los extranjeros que visiten el país. Hoy los viajeros liquidan sus dólares en el mercado marginal ya que no están dispuestos a hacerlo a 135 pesos. Eso representa en lo que va del año unos 1.200 millones de dólares que quedaron fuera de las garras del Banco Central. Van por cada dólar que queda sin pensar como generar más de ellos en el futuro.
Hoy la Argentina está descontrolada tal cual ocurre con el tipo de cambio libre. Ya lo dijo la Ministra de Economía Silvina Batakis: “El escenario para los próximos dos meses es muy complejo”. Parece que el presente es solo una muestra de lo que vendrá, en un contexto de incertidumbre, inacción y negligencia que no hacen más que asegurarnos un futuro extremadamente sombrío, mientras el Gobierno parece encontrar las causas únicamente en los “especuladores”, ese nuevo enemigo inexistente que parece servir de excusa para justificar tanta inutilidad y resultados dignos de un país sin rumbo.
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