El fascinante mundo de los hongos, misterioso por donde se lo mire, resiliente, cargado de sabiduría y con la capacidad innata de crear las condiciones necesarias para la vida, es uno de los grandes motores de las culturas regenerativas. El reino fungi encarna la quinta esencia de la circularidad de la vida con la que la naturaleza nos maravilla diariamente.
Los hongos tienen una importancia crucial en la salud y la restauración de los ecosistemas, ya que son los encargados de descomponer moléculas para luego redistribuir la vida contribuyendo al equilibrio de los ciclos bioquímicos. Encarnan tanto la muerte en la descomposición de la materia orgánica, como también la vida al momento de reciclar nutrientes y liberar sustancias que van a ser alimento de otros seres vivos. Sus miles y miles de organismos tienen la capacidad de generar tierra fértil al trasformar la materia orgánica, son artífices de redes colosales de micelios que se expanden debajo de la tierra sirviendo a la naturaleza para reiniciar los ciclos de la vida una y otra vez.
Históricamente se consideraba a los hongos como un tipo de planta más, hasta que se descubrió que pertenecen a un reino biológico aparte compuesto por más de 100.000 especies diferentes, incluyendo a las zetas que vemos en los bosques, las levaduras y los mohos que crecen en las frutas. Se calcula que todavía hay más de 1,5 millones de especies de hongos desconocidas por el ser humano, y con ellas, una cantidad de funciones maravillosas que aún nos quedan por descubrir.
Los hongos son también grandes ejemplos de colaboración en la naturaleza. Existen asociaciones simbióticas entre los hongos y las raíces de las plantas que se denominan micorrizas, en las que ambos se benefician una de la otra. Por un lado, las raíces aportan carbohidratos y vitaminas que ayudan a los hongos; y, por el otro, los hongos otorgan nutrientes y agua a las raíces para el mejor crecimiento de las plantas facilitando su desarrollo integral y un mayor almacenamiento de carbono en los suelos. Se calcula que el 95% de las plantas tienen hongos en sus raíces. Las micorrizas no solo mejoran la salud de las plantas por otorgar nutrientes clave como fósforo y nitrógeno, sino que también mejoran significativamente la estructura del suelo por los agregados que forman las hifas del hongo, ayudan a las plantas a ser más resistentes en caso de sequias por su capacidad de retener humedad, y a ser más fuertes frente al ataque de plagas y enfermedades.
Todo esto convierte a los hongos en aliados fundamentales de la agricultura regenerativa y la fertilidad de los suelos. Al ser los principales microorganismos descomponedores de la tierra junto a las bacterias, se los considera los recicladores de nutrientes y energía más importantes de los ecosistemas. Por ejemplo, el rastrojo que queda luego de una cosecha es descompuesto por esta infinidad de microorganismos y transformado en minerales para nutrir a las plantas, incrementar la biodiversidad de los suelos y lograr el ciclado de nutrientes. Lo mismo ocurre en un bosque, los hongos son los únicos seres capaces de descomponer la madera en su fase inicial, ellos inician los ciclos de nutrientes naturales en el bosque, luego llegarán las bacterias, después los insectos, y después las aves, las semillas y el nuevo ciclo de la vida vuelve a comenzar.
Las prácticas agrícolas industriales insostenibles del último medio siglo están degradando los suelos de Argentina y el mundo poniendo nuestro sistema alimentario en grave peligro. Uno de los aspectos centrales del problema es la pérdida de las simbiosis fúngicas en los suelos esenciales para la salud de las plantas y la integridad nutricional de los alimentos. Nuestra dependencia de altos insumos de fertilizantes y biocidas está haciendo que los suelos sean cada vez menos fértiles, con menor almacenamiento de carbono, con menos nutrientes y biodiversidad. Para lograr comprender la verdadera dimensión del problema, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que, si continuamos con estos niveles de degradación, en solo 60 años podemos perder la totalidad de los suelos fértiles mundiales aptos para la producción agrícola.
Tenemos que frenar urgentemente estos procesos degenerativos en nuestro sistema de producción de alimentos y comenzar a regenerar los suelos agrícolas si queremos proporcionar alimentos saludables a una población mundial en crecimiento. Podemos hacer esto, pero sólo si logramos imitar los patrones de la naturaleza, restaurando los procesos naturales que lograron la formación, nutrición y productividad de los suelos. En este proceso, la restauración de las simbiosis fúngicas de las tierras agrícolas es fundamental para recuperar sus nutrientes esenciales.
Defender la biodiversidad de los suelos está directamente relacionado con la salud de todos los ecosistemas. Los hongos son los puentes moleculares que todo lo conectan ayudando a regenerar los suelos que sustentan la vida. Son aliados imprescindibles para expandir una agricultura saludable. La tarea central que enfrenta la humanidad es la de comprender el lenguaje de la naturaleza. Al decir del micólogo norteamericano Paul Stamets: “Si no actuamos juntos y nos reconocemos como una comunidad, en complicidad con los organismos que sustentan la vida en la tierra, no solo destruiremos esas formas de vida sino a nosotros mismos”.
Que se esparzan las esporas de la sabiduría fungi.
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