La ministra de economía Silvina Batakis acaba de hacer “anuncios” para enfrentar la crisis cambiaria e inflacionaria que se exacerbó en las últimas semanas y que se manifiesta en el incremento de la brecha cambiaria entre los dólares libres y el dólar oficial, en la aceleración de la tasa de inflación, en las dificultades para renovar deuda pública en pesos, a plazos y condiciones razonables, y en la imposibilidad del Banco Central de acumular reservas.
Los anuncios se concentraron exclusivamente en el flanco fiscal. Un ajuste de “caja”, intentando que cada mes el Tesoro gaste sólo lo que se recauda y una “intervención” a los fondos de distintos organismos, para constituir una caja única de un monto -el único número que explicitó la ministra en toda su presentación- de 600.000 millones de pesos.
No hubo ningún anuncio por el lado cambiario-monetario y sí se ratificó la segmentación de los precios de los servicios públicos, sin especificar el método que, finalmente se usará.
Contrariamente a lo que se esperaba, no hubo ningún anuncio por el lado cambiario-monetario (salvo la insistencia de ir a tasas de interés positivas), y sí se ratificó la segmentación de los precios de los servicios públicos, sin especificar el método que, finalmente se usará.
A primera vista, los anuncios lucen insuficientes.
Por más que el gobierno se sienta “cómodo” con el tipo de cambio real oficial, lo cierto es que se está atrasando
Es cierto que cerrar en el corto plazo la canilla del déficit fiscal de caja si se cumpliera -dicho sea de paso, el anuncio tiene un aire de familia con el déficit cero de Cavallo 2001-, es mejor que seguir incrementándolo, pero la Argentina necesita hoy un shock fiscal que baje el déficit en serio.
Para usar palabras de la Dra. Batakis, el Estado argentino necesita “ahorrar”, tarea a la que la ministra se opone.
Cerrar en el corto plazo la canilla del déficit fiscal de caja si se cumpliera es mejor que seguir incrementándolo
Y, además, requiere en el marco de ese ahorro fiscal, un replanteo de la política cambiaria y monetaria. Por más que el gobierno se sienta “cómodo” con el tipo de cambio real oficial, lo cierto es que se está atrasando, por la diferencia entre la tasa de devaluación y la tasa de inflación, y por la fortaleza del dólar en el mundo.
Finalmente, lo preocupante no es sólo la insuficiencia aparente de las medidas -sin números resulta difícil sacar conclusiones rotundas-, si no por la imagen que se da de subestimar los problemas.
Una cosa es intentar tranquilizar con la potencia de los instrumentos, otra muy distinta, es tratar de tranquilizar con voluntarismo 4.0.