Algunos chicos vienen con un chip autoinstalable y pareciera que tienen ya desarrollado el hábito del estudio. Les es muy sencillo concentrarse y tienen habilidades para poder aprender y recordar. Otros claramente no y vamos a tener que ayudarlos a desarrollarlas.
Como siempre, cuando de hábitos se trata, cuanto antes mejor. No es lo mismo enseñarles a desarrollar un hábito como el del estudio o hacer los deberes, a los 6 o 7 años, que en la preadolescencia, cuando ya han desarrollado vicios. Pero, como todo hábito, si tenemos paciencia y tiempo, y más paciencia y más tiempo, podemos lograr resultados esperanzadores.
A muchos chicos no les gusta estudiar. Otros no saben cómo hacerlo. Otros no pueden hacerlo por ellos mismos.
Lo primero que debemos indagar es por qué no quieren o no pueden estudiar. No es lo mismo que prefieran ir a jugar en vez de hacer tareas, que dilaten o esquiven sus obligaciones, que crean que no pueden, que no les guste la materia, el docente o el colegio, que tengan miedo de cometer errores, que piensen que solos no pueden, que los aburra, que no le encuentren sentido, o que tengan problemas de aprendizaje. Es decir, debemos “raspar” y ver qué se esconde detrás de esa conducta. Sea cual sea la causa, enojarnos con ellos no va a mejorar la situación. Debemos ayudarlos para que puedan llegar a disfrutar del proceso de aprender al tiempo de desarrollar habilidades que serán de vital importancia en su vida adulta.
Algunos consejos:
1) ¿Para qué estudiar?
Lo primero que deben entender los chicos, especialmente los más grandes, es que la escuela es un medio, no un fin. Es decir que la escuela es lo que los va ayudar a llegar a esa carrera, a ese puesto o trabajo que anhelan. La escuela es el puente. Claramente que la materia sea interesante y el docente pueda dictarla de una manera que los incentive sería genial. Pero aun así, como padres podemos enseñarles que detrás de un ejercicio de matemática, el verdadero objetivo, independientemente de llegar al resultado, es ver cómo piensan. Si no les sale y deben volver a intentarlo, están trabajando la paciencia, la innovación, la resiliencia, el manejo de la frustración, la resolución de problemas, todas habilidades que les serán de mucha importancia en su vida.
Al leer una historia, se ponen en juego otro tipo de habilidades que activan sus mentes, como la creatividad, el visualizar, la imaginación, el predecir, anticiparse, etc. Es decir, ellos deben saber qué se pone en juego, independientemente del contenido. Y por otro lado, muchas veces en la vida, chicos y adultos, tendremos que hacer cosas que no queremos hacer, que no nos salen, o nos aburren. Es parte de la vida y vamos a tener que aprender que aunque no tengamos ganas, vamos a tener que hacer ciertas cosas y no podremos cuestionarlo.
2) Cada chico es único
Cada niño es único, como únicas deben ser su crianza y tu tiempo personal con él. No servirá educar a nuestros hijos como lo hicieron nuestros padres. ¡Este mundo es otro! No servirá la educación recibida, ni la que se brindó, tal vez, a otro hijo. Al compararlos con sus hermanos o con otros niños, al apurarlos, al etiquetarlos, o al exigirles desmedidamente, los alejamos de las ganas de estudiar. La competencia es con ellos, no con sus compañeros. Resistí la tentación de preguntarles cómo les fue a los otros. Para muchos chicos, el exceso de presión o las altas expectativas, más que motivarlos, desmotiva.
¿Qué le gusta? ¿Qué le interesa? Tratá de conectarlos con sus pasiones e intereses para ir despertando la curiosidad y las ganas por aprender.
3) Tratá de hacerlo interesante
Para entrar en tema podés buscar algún tutorial o video en internet o alentarlos a que ellos lo hagan. Tratá de que hagan diagramas o que, depende de su edad, utilicen marcadores de colores. Es decir, que se sientan atraídos por ese rato de estudio. Y si podés, y disponés del tiempo, sería genial que te sentaras a acompañarlos. Pueden ver los videos juntos, pedirles que te expliquen de qué se trata lo que están estudiando. No se trata de que les enseñes a ellos, pero sí de compartir el momento.
4) Es muy importante trabajar el valor del esfuerzo y la perseverancia desde que son chicos
Un alumno que de chico no aprendió a “fracasar con dignidad y a capitalizar las frustraciones, será un adulto que no va a poder confiar en sus habilidades de esforzarse para lograr lo que quiera en la vida. Si les va mal en un examen, debemos enseñarles a ver la nota de una manera racional y no emocional, para ver qué pueden aprender de la situación y hacerlo mejor la próxima vez. Ellos deben saber que son responsables de su esfuerzo, no del resultado.
Más que enojarnos cuando se frustra un chico, lo que tenemos que hacer es enseñarle a manejar esa emoción. Desdramatizamos la situación, los alentamos a intentarlo nuevamente, en lo posible desde una nueva perspectiva, los ayudamos a ver que, cuando se calmaron, pudieron pensar mejor. Si llegan al punto de frustrarse mucho y ponerse a llorar o enojarse, los invitamos a ir a un lugar que les de tranquilidad (su habitación, u otro lugar) a calmarse. Una vez que se calmaron, recién ahí conversamos acerca de qué pasó, qué ganaron poniéndose así y viendo qué podrían haber hecho diferente para poder intentarlo si les vuelve a pasar.
5) Desarrollá una rutina
Una de las primeras cosas que tenemos que hacer es la de desarrollar una rutina. Para evitar llantos, berrinches o quejas, lo mejor es poner horarios de estudio que hay que respetar. Teniendo en cuenta sus horarios de clase, ¿a tu hijo le resulta mejor concentrarse antes o después de la merienda, antes o después del baño? Tratá de armarles sus rutinas en función de qué les funciona mejor a ellos. Si cada vez que llegan del colegio, meriendan y piden ver la tele, les decimos que la tele se puede ver cuando se hicieron los deberes, y sostenemos la respuesta en el tiempo. Al poco tiempo dejarán de pedir ver la tele, sabiendo que la tele la pueden ver cuando se hicieron los deberes, y no antes.
6) Ayudalos a organizarse y priorizar
¿Qué vas a hacer primero? ¿Cuántas hojas vas a hacer hoy? ¿Necesitás algo en particular para completar esa actividad?
7) Ayudalos a organizar el espacio
Para evitar que se distraigan o dispersen, ayudalos a organizar el espacio de trabajo. Que no les falte nada. Desde el cuadernillo, cartuchera y sus útiles, hasta el vaso de agua, que no necesiten levantarse. Y además, apagá la tele, la música y cualquier cosa que pueda distraerlos, especialmente el celular.
8) Organizales períodos relativamente cortos
No llegues al punto de que estén tan cansados que se ponen de mal humor. Haceles un recreo antes. Anticipate y mechá con actividades placenteras.
9) Acompañalos
El cerebro es social. Aprendemos mejor en compañía que solos. Si son chicos, acompañalos, leeles las consignas, tratá de generar su interés. Si se frustran, reafirmalos: “Vamos que ya va a salir”, “¿Te acordás cuando el año pasado no te salía, te esforzaste y te salió? ¡Seguro ahora podés igual!”. Alentalos a estudiar con compañeros de estudio, que no necesariamente son amigos.
10) Ayudalos a ver los avances
La pausa de tres minutos es una excelente manera de conectar con lo que están aprendiendo. Se trata de un momento de autorreflexión.
En cualquier momento podés parar y preguntarles (elegí una opción por vez):
- ¿Qué es lo más interesante que aprendiste hasta ahora?
- ¿Qué tres cosas acabas de aprender que antes no sabías?
- ¿Qué palabra fue clave?
- ¿Qué frase te ayudó a comprender algún concepto?
- ¿Qué concepto no te queda claro?
- ¿Qué concepto te sorprendió?
11) Otra técnica es leo-recuerdo-repaso
- Tu hijo lee y después guarda el material de lectura.
- Recuerda todo lo que puede, lo explica con sus palabras de manera oral o escrita.
- Repasa lo que no se acordaba o lo que interpretó de manera errónea.
Por otro lado, si tienen que leer algún contenido en un libro, van a entender mejor si antes de ponerlos a leer, te cuentan ellos qué saben del tema, o buscan algo relacionado en internet.
11) Una cosa es entender pero otra es aprender
Leer de la carpeta o del libro, subrayar o resaltar está genial para entender. Pero si dejan ahí, al día siguiente no van a poder recordarlo. Después de esta primera fase, deben “activar” lo que leyeron. Esto se hace a través de un cuadro sinóptico, un mapa mental, una línea de tiempo, dibujando, explicando en sus palabras, etc. Es decir, deben manipular la información para aprender. Con resaltar o subrayar, no alcanza: entienden pero no aprenden.
12) Cuidá sus creencias
Son nuestras creencias las que nos acercan o alejan de aquello que queremos hacer. Frente al fracaso o al desafío, algunos niños se esfuerzan más. Otros, por el contrario, se frustran y abandonan.
Si utilizan un lenguaje negativo, ayudémoslos a reformularlo:
- Hijo: ¡Soy malísimo para matemática!
- Adulto: mi amor, no sos malo para matemática; simplemente no te salió el ejercicio.
- Hijo: ¡No me sale!
- Adulto: no te sale TODAVIA
13) Alentá a que pidan ayuda
Si no entienden algo, ¿pueden recurrir a su docente/compañeros? Un niño que aprende a pedir ayuda de chico, va a poder pedir ayuda de grande.
14) Motivá
¡Convertite en su porrista personal! Aunque sean pequeños logros, no dejes de elogiar lo que hacen bien. Que sientan que estás orgulloso de ellos los va a ayudar a seguir intentándolo. Por ejemplo, “me encanta cómo lo resolviste”, o “admiro cómo te esforzaste y lo lograste”.
15) No los castigues ni recompenses
Siempre, siempre, siempre, debemos recordar que las consecuencias funcionan mucho mejor que los premios o castigos. La motivación es mucho más efectiva que el “obligarlos” a sentarse a estudiar. Que el niño se sienta mal no hará que lo haga por su propia iniciativa. Pero si se siente bien acerca de él mismo, podrá colaborar mejor. Lo que buscamos no es que pueda hacer lo que tiene que hacer por su propia satisfacción. No queremos que busque evitar el castigo o acercarse al premio sino que vaya desarrollando un pensamiento que lo ayude a tomar las mejores decisiones. Debemos elegir el incentivo amoroso -mostrar afecto, alegría, satisfacción- como recompensa, en vez de algo material. Estudiar y ser responsables es una tarea demasiado importante como para “atarla” a un premio.
Y por último, ¡armate de paciencia! Muchas veces “creemos” que los chicos saben ser alumnos. Les decimos “andá a estudiar”, como si supieran qué significa. Y la verdad, muchas veces no lo saben.
Como dijimos, cada chico es único y debemos quererlos como son, no como quisiéramos que fuesen. Algunos chicos fluyen con más naturalidad en la escuela y a otros les cuesta más.
Si el tema les genera preocupación, será necesario e importante hacer primero una consulta en la escuela, pedir acompañamiento o ayuda, y en caso que así se requiera, consultar a un profesional.
Con paciencia, ternura y acompañamiento, seguro podremos hacerlo lo mejor que podamos. Al enseñarles de una manera positiva, reforzamos nuestra influencia sobre ellos, nos conectamos mejor, los hacemos sentir más seguros y confiados, y les damos herramientas para trabajar los hábitos, el compromiso y la responsabilidad.
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