Estaban a punto de alcanzarlo. El viaje llegaba a su fin. La Tierra de Promesa estaba al otro lado de aquellas montañas rojas, como el sol de la tarde que cae. La nueva generación estaba lista. Cuarenta largos años de caminata por el desierto los habían colmado de sabiduría. Sin embargo, todavía quedaban batallas por ganar.
El texto nos cuenta acerca de dos guerras que debe enfrentar Moisés antes de ingresar a la Tierra Prometida de Israel. Una es contra Sijón, el rey de Emor, que habitaba en Jeshbón. En ésta, Moisés triunfa sin complicaciones. La siguiente es contra un tal Og, rey de Bashán. Pero aquí el relato se detiene. Antes de la segunda batalla Dios le dice a Moisés: “Al tirá otó (No le temas)” (Números 21:34). Resulta extraño. Moisés acababa de triunfar sin problemas en la batalla anterior, ¿de qué podía tener tanto miedo?
Detrás de cada nombre hay un secreto. Indicios para algunas respuestas. Cada relato de la Torá es espejo para enfrentar nuestras propias batallas.
El primer rey es Sijón. Ese nombre proviene de la palabra hebrea “Sijá: conversación”. “Emor” quiere decir “hablar” y “Jeshbón” es la raíz del verbo “pensar”. Sijón es alguien con quien se puede dialogar. Con quien discutir desde el respeto mutuo, la reflexión profunda y el lenguaje de la educación. Cualquier debate en esas formas es una victoria. Son siempre guerras ganadas. Porque allí no se trata de vencer sino de crecer, al saber mejor al otro.
Pero el segundo rey es diferente. “Og” proviene del hebreo “Ága”, término que refiere a las palabras utilizadas de manera vulgar. Es el idioma del lenguaje banal, trivial, insustancial. Es ese tipo de conversación la que genera temor. La que socava la seguridad de los intelectuales. La de la falta de argumentos, la que carece de fundamentos o de algún juicio. Es el idioma de aquél que habla solamente escuchándose a sí mismo, en el tono de los que creen tener la razón por el solo hecho de decir desde el ego sus razones. “Bashán” es la raíz de la palabra “vergüenza”. Ese es el lugar donde reina Og.
Pero Og es además la raíz hebrea de la palabra “gaagúa” que significa “nostalgia”.
Es la conversación del que está preso de algún pasado. La de aquél que permanece atado a la nostalgia de lo que alguna vez fue. Esas guerras, dan mucho miedo de pelear. Porque no sólo se puede herir, sino lo que a veces es peor: abrir viejas heridas.
Og viene de la palabra “Agol = círculo”. Og es el que se repite a sí mismo. El que ve la historia como un ciclo que se repite de manera constante sin poder dar un paso hacia adelante. Og, el rey circular, es el que vivió el tiempo en que se creó la rueda, pero que no logra ver que el mundo ya es otro desde aquella hora. Sin dudas fue trascendental la creación de la rueda, pero cuánto más importante es reconocer que con ella se creó más tarde el reloj. El paso del tiempo nos hace crecer, pero a costa del miedo que genera lo incierto del mañana. La guerra es contra la nostalgia del pasado que no permite avanzar. La guerra contra el Og que habita dentro no debe darnos temor. Porque no podemos permitirnos frenar la historia en nombre de esa nostalgia.
Og se nos cruza permanentemente en el camino hacia la Tierra prometida. Como argentinos llevamos demasiados años caminando por el desierto. En un tiempo donde urge mirar al mañana y apostar al futuro de nuestros hijos, el debate estéril se encuentra en ideas fallidas que discutieron nuestros abuelos. En vez de pensar con altura la sociedad, la política y la economía del Siglo XXII, sólo se escuchan discursos banales desde la tribuna del ego sobre caudillos que gobernaron hace 80 años. Esperando tener resultados diferentes, apenas se proponen las mismas recetas basadas en la nostalgia de un tiempo que nos sigue dejando en el desierto de lo que podríamos haber sido. La Argentina necesita ganarle la batalla al Og que no la deja avanzar del otro lado de las montañas rojas. Con las que chocamos cada vez que queremos cruzar hasta el mañana.
La nostalgia es la que nos deja atados al ayer. La memoria es la que hace que nuestro pasado trascienda hacia el futuro que soñamos ser.
Después de casi 30 años sin justicia por el atentado a la AMIA, un avión iraní-venezolano con 19 sospechosos de terrorismo aterriza en la puerta de nuestra casa. A días de un nuevo aniversario, la nostalgia de Og no nos ayudará. Pero la memoria será la que nos haga dueños de nuestra lapicera. La que escriba la historia que queremos vivir. La que deje rubricado en los textos del futuro, que nosotros no le tuvimos miedo a Og. La que escriba que no permitimos que nuestra tierra sea el país de Bashán, el de la vergüenza. La que escriba que con coraje y con altura de espíritu pudimos cruzar al otro lado de las montañas.
Amigos queridos. Amigos todos.
Dicen los místicos que cada mañana Dios crea un ángel único y especial detrás de cada una de las pequeñas hierbas del campo, que se acerca y le susurra: “Y ahora… ¡crecé!”.
Atados a la tierra del ayer como la hierba, crecer hacia el mañana nos llena de temor. Og, el rey de la vergüenza, desde la soberbia nos devuelve al pasado. Es tiempo de abrir el alma para escuchar al cielo que nos susurra cada mañana: “Al tirá (No tengas miedo)”.
*El Rabino Alejandro Avruj es Rabino de la Comunidad Amijai, y Vicepresidente de la Asamblea Rabínica Latinoamericana del Movimiento Masorti. @rabaleavruj en Instagram y TikTok
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