Esperando novedades de un Gobierno sin rumbo

El problema de fondo no era Guzmán, como tampoco va a serlo Batakis. El problema de fondo es una administración atravesada por la ineptitud, la irracionalidad y por la falta de decisión del Presidente

Silvina Batakis y Alberto Fernández (Esteban Collazo/Argentine Presidency/Handout via REUTERS)

Escribir sobre la situación que atraviesa la política económica (y por extensión el Gobierno Nacional) en estas horas tan decisivas parece un juego de azar. Y es que es tanta la impredecibilidad del Gobierno, es tan errático su rumbo, que si lanzáramos una moneda o tiráramos un dado para predecir qué va a hacer, tendríamos los mismos o quizás mejores resultados que haciendo uso de la razón. Así de descarriado está el Estado argentino, que se desmarca cada día más, y de forma sostenida, de los encuadres lógicos y normativos que deberían regular a la política argentina y con ella a sus representados.

No obstante toda esa impredecibilidad de corto plazo, hay algunos rasgos en los que la gestión de Fernández (si es que se puede decir que es suya) ha sido, muy a pesar de su ineptitud, terriblemente consistente. Se corrobora más que nunca el dicho de que la Argentina es el país en el que todo cambia, todo el tiempo, para que a la larga nada cambie. ¿Ha resuelto esta gestión alguno de los problemas que dijo que venía a resolver? No sólo la inflación empeoró de forma sostenida durante estos 3 años, sino que el problema de la deuda –que se jactaron de tener la única solución posible, especialmente el renunciado Guzmán– queda ahora en un suspenso francamente angustiante.

Hay que poder leer las razones que dio el ahora ex ministro para dejar su cargo. Fundamentalmente que el propio Gobierno que él integra, que es el que envió el proyecto de ley de renegociación de la deuda con el Fondo, no le da los instrumentos para cumplir los objetivos fiscales que ellos mismos fijaron. Objetivos que, dicho sea de paso, en la oposición tuvimos el tino de no suscribir, conociendo el historial de inconsistencia de esta gestión. Imagínense qué habría pasado si toda la dirigencia política daba conformidad parlamentaria a ese falso programa de reformas como el Gobierno quería. Imagínense cuánto más deteriorada estaría la relación de la ciudadanía con las instituciones democráticas si todos los espacios políticos convalidábamos la farsa que terminó de estallar el sábado con el tuit de Guzmán.

Todo esto que estamos viviendo es una locura, solo a la altura de la figura política más descabellada que ha conocido nuestra historia reciente: la vicepresidenta de la Nación, cuyos movimientos tempestivos han demostrado ser producto, no de una genialidad estratégica como dicen sus aplaudidores seriales, sino de un desquicio casi absoluto. Este rasgo de la vicepresidenta ya empieza a ser notable para algunos de sus partidarios a los que el fanatismo no les nubla del todo la razón. Escucharla defender abiertamente el déficit fiscal y la emisión monetaria, al mismo tiempo que le reclama a los movimientos sociales (que tanto la sostuvieron) las cajas de la dádiva estatal y el clientelismo son el reflejo del hundimiento progresivo, no del Gobierno, no del Frente de Todos, sino del populismo kirchnerista que ha viciado al Estado y a gran parte de la sociedad durante casi veinte años. Serían buenas noticias si no fuese porque en ese hundimiento nos arrastran a todos los argentinos hacia el más profundo subsuelo.

En ese contexto, la designación de la nueva ministra de economía parece un tema menor. ¿Qué le puede sumar Batakis a este cuadro? ¿Será un recambio con trascendencia significativa en la política económica o un mero anuncio para aquietar un poco las aguas de la inmediatez de una Argentina convulsionada? Lo cierto es que en estos recambios, lo que se evidencia es el avance progresivo de la agenda cristinista sobre el cuasi-inexistente programa del presidente. Se fue Kulfas después de que Cristina hablara en contra del “festival de importaciones” y a los pocos días se restringen las importaciones en el país (necesarias, entre otras cosas, para el trabajo de las PyMEs que tanto dicen cuidar y defender). ¿Qué nos depara la salida de Guzmán? De mínima podemos esperar que se prolongue el gran desajuste tarifario de la política energética irracional del kirchnerismo –que extrañamente no desvela a la vicepresidenta y su preocupación por las importaciones– que no hace más que agravar la inflación y pronunciar el derrumbe de nuestra ya muy frágil economía.

Porque el problema de fondo no era Guzmán –cuya gestión fue claramente mala– como tampoco va a serlo Batakis. El problema de fondo es un gobierno atravesado por la ineptitud y la irracionalidad, por la falta de decisión del presidente y por la determinación megalómana de su vice para ser ella la que defina con su precaria lógica el rumbo de un país que ya no los quiere seguir más. Si algo se notó anoche, en lo que las personas comentaban en las redes sociales, es el hartazgo total con la telenovela del Frente de Todos.

Como opositores, tener que pedirle al gobierno que se ordene para darle un mínimo de tranquilidad aunque sea a quienes los votaron, es como mínimo inusual. Pero a ese punto de extrañeza hemos llegado. La sociedad argentina necesita, ante todo, un liderazgo consistente, que respete la división de roles institucionales y que, sobre todo, mantenga una única dirección clara. De lo contrario el riesgo es profundizar la falta de rumbo del país y seguir postergando las iniciativas que podrán empezar a resolver los problemas profundos de los argentinos.

El domingo a la tarde, la sociedad vivió con impaciencia la espera del anuncio de la nueva ministra, que se demoró hasta entrada la noche y que se hizo sin conferencia de prensa, sin que el presidente ni su vocera pudieran salir a dar la cara. Para la mayor parte de la ciudadanía fue un fin de semana larguísimo de expectativa, nerviosismo e incertidumbre. Ya nos han tenido mucho tiempo esperando novedades de un gobierno sin rumbo. ¿Nos piensan tener así un año y medio más?

SEGUIR LEYENDO