Poco más de tres meses después de extintos los grandes incendios rurales que azotaron durante el verano de 2022 a más de un 10% de la superficie de la provincia de Corrientes, un biólogo especializado en pastizales naturales y conservación del venado de las pampas, un Ingeniero agrónomo con amplia experiencia en manejo del fuego y promoción de la ganadería sustentable y un ingeniero forestal con formación en biodiversidad y gestión, recorrimos durante una semana las zonas más afectadas de Iberá, para conversar con referentes locales y analizar la mejor forma de canalizar el Fondo de Emergencia para la Restauración de Ambientes en Corrientes, apoyado iniciativas en marcha y focalizando en las necesidades de la comunidad local.
Todas las personas con las que interactuamos en este viaje coincidieron en la necesidad de articulación entre las diferentes instituciones que hoy ofrecen colaboración para el proceso de restauración, compartiendo esa visión recorrimos el área para aprender y construir con ellos propuestas de solución para las situaciones más urgentes.
El viaje fue necesario, motivador, clarificador; pero a la vez nos permitió dimensionar el enorme esfuerzo que mujeres y hombres comprometieron para afrontar la catástrofe sin precedentes que les tocó vivir, apenas tres meses atrás. Un viaje que además fue esperanzador ya que, como es propio de gran parte de los ecosistemas que han evolucionado con el fuego, son resilientes, y la recuperación ya está en marcha.
Luego de las lluvias de fines de verano y otoño, el rebrote de los pastizales naturales ha permitido que ya gran parte del área quemada haya recuperado la cobertura del suelo. Durante el viaje pudimos visibilizar ciervos de los pantanos, guazunchos, carpinchos, venados de las pampas y ñandúes, alimentándose de los brotes tiernos que vuelve a ofrecer la naturaleza. Una naturaleza que se reinicia, que re comienza su ciclo de producción de biodiversidad y que nos obliga a acompañarla para facilitar su proceso natural.
Es cierto que en las áreas de bosques donde el fuego quemó lento y con gran intensidad, el daño fue mucho mayor y el proceso llevará más tiempo de recuperación, lo mismo pasara en los embalsados y los esteros ya que son ambientes con enorme acumulación de materia orgánica que ardió a pesar de ser, en condiciones normales, la barrera para los fuegos que son parte de la naturaleza y de las actividades productivas en esta región del país.
En muchos lugares el trabajo de restauración deberá ser la re instalación de alambrados quemados para evitar así que el ganado de pobladores locales ingrese a las áreas protegidas y pisotee y ramonee los pastizales y bosques que ya se están empezando a recuperar, en otro lugares el trabajo con los productores locales para promocionar un adecuado manejo del fuego para mantener una actividad productiva, pero por sobre todo para disminuir la carga de combustible y para generar hábitats para las diversas especies que dependen de él, no vuelvan a transformarse en incendios. El fuego debe ser comprendido y manejado cómo una herramienta para la producción y la conservación de estos ambientes, la quema prescripta de sectores específicos y controlados es sin duda una de las principales estrategias para la prevención de los incendios en áreas rurales.
Nuestras retinas y los lentes de nuestras cámaras fotográficas regresan impactados por la inmensidad del paisaje, por él enorme compromiso de las personas que nos mostraron sus necesidades en terreno. También volvemos impactados por la capacidad de recuperación de la naturaleza y entusiasmados por las áreas de actuación en las que nuestro trabajo en la zona podrá beneficiar a la naturaleza y a las personas que habitan la región.