Clima institucional: cuando el directivo estornuda, se resfría la escuela

Es el “cómo se sienten” todas las personas que conforman una institución. Y determina la calidad de vida de quienes participan en ella

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El clima institucional compromete a todos los agentes que participan: alumnos, docentes, directivos, padres y colaboradores (FOTO NA: DIEGO DI CARLO)
El clima institucional compromete a todos los agentes que participan: alumnos, docentes, directivos, padres y colaboradores (FOTO NA: DIEGO DI CARLO)

El clima institucional es el “cómo se sienten” todas las personas que conforman una institución. Ese sentir no es superficial, son modos de vivir, de estar y de vincularse que se instalan profundamente en los actores de la comunidad escolar. El clima escolar determina la calidad de vida de quienes participan de la institución.

Pero el clima institucional no se desarrolla en el vacío, sino que se da siempre en el marco de una determinada cultura institucional, que es el conjunto de costumbres, normas y tradiciones de una institución. Este complejo entramado de relaciones, vínculos, propósitos y deseos se agrupa a través de la historia escolar.

El clima en la escuela, aunque intangible, compromete a todos los agentes que participan: alumnos, docentes, directivos, padres y colaboradores. El colegio puede ser imponente en su aspecto edilicio, tener los mejores salones de clases y unos laboratorios de primera generación, pero es la gente la que genera esa energía que hace que quieras estar en un lugar o no. La gente hace al lugar. No el laboratorio, ni el gimnasio, ni la cafetería. La gente, su motivación y su entusiasmo, son claves para que los estudiantes quieran y puedan aprender.

La investigación científica ha demostrado que, al comienzo de una determinada interacción, los ritmos corporales de dos personas que están juntas son diferentes, pero al cabo de unos minutos acaban sincronizándose. Este fenómeno se denomina mirroring o contagio emocional y se halla presente tanto en situaciones conflictivas como en las placenteras, aun cuando personas que se encuentran próximas no mantengan contacto verbal. Es el director quien debe velar por un clima institucional propicio para aprender y para trabajar.

Claramente, una persona que no está motivada o entusiasmada moviliza emociones negativas y genera en el equipo sentimientos de frustración, malestar y desconexión. La capacidad del directivo para inducir estados de ánimo positivos y cooperativos resulta fundamental para determinar el éxito del equipo y del clima institucional.

Una de las cuestiones más importantes para quienes dirigen una institución es gestionar la cultura de la escuela. Y no cualquier cultura, sino una cultura que inspire, que active, que energice, que permita trabajar en equipo, que haga que la gente quiera aprender y dar lo mejor de sí.

Toda institución tiene una cultura, puedas definirla o no. Todos los agentes de la institución la ven, la sienten, la viven, la comentan –para bien o para mal–. La experiencia que ofrecemos como escuela es lo que te diferencia de las otras instituciones. Es el “cómo se sienten” lo que marca la diferencia.

Existe una relación directa entre el clima institucional y el desempeño de los alumnos. Es más, los estudios determinan que el clima en la escuela es uno de los ingredientes más importantes de un programa académico exitoso. Cuando la cultura institucional no promueve un ambiente seguro, tanto desde lo físico como desde lo emocional, se rompe el compromiso de los alumnos con el proceso de aprendizaje. Desde que nacemos, nuestros cerebros están cableados para aprender mejor en entornos afectivos. Por lo tanto, cultivar ambientes afectivos y sanos genera siempre un impacto positivo.

Un alumno, en una escuela, entra al aula en su primer día de clases y el docente enuncia al presentarse: “Les voy avisando que acá el que no estudia se lleva la materia. Yo no vengo a la escuela a hacer de babysitter”. Gulp, todos tragan saliva. En este escenario, aprender a ser alumno es sobrevivir. ¿O acaso se puede disfrutar de aprender en esas circunstancias? Nadie gana en este juego.

La cultura institucional marca la calidad y el carácter de la escuela. Se basa en la experiencia de los alumnos, padres, docentes y colaboradores en la institución y refleja las normas, valores, relaciones interpersonales, prácticas áulicas y estructura organizacional. Tal vez, ese gulp que los alumnos hicieron cuando el profesor habló por primera vez se convierte en un problema de conducta más adelante. Sin sentimiento de pertenencia, es muy difícil desarrollar una cultura o un clima institucional positivo, ya sea por parte de los docentes o de los alumnos.

Resulta triste ver problemas de vandalismo por parte de algunos los alumnos. ¿No quieren a su escuela? ¿Cómo se llegó a ese punto? A la escuela se entra por la ventana, no por la puerta. El lazo de identidad, muchas veces, se logra al principio por afuera. Es importante que la escuela pueda enseñar teniendo en cuenta la construcción de un sentimiento de pertenencia por parte de sus alumnos y docentes. Hay que construir la identidad con la escuela, a través de actividades especiales, deportes, celebraciones, competencias, acciones solidarias, campamentos, etcétera.

A la escuela la hacemos viviéndola, disfrutándola, creando. Es irónico ver que justo cuando el docente o el directivo dice “eso no me corresponde”, esas cosas que para él “no corresponden” son exactamente las que crean vínculo e identidad con los alumnos.

Para lograr un sentimiento de pertenencia real, debemos enfocarnos en la cultura institucional; una cultura organizacional que logre crear un clima positivo, convocante, alegre, que dé profundos deseos de pertenecer a esa institución.

Estar entusiasmado no significa que uno no deba tener que afrontar desafíos y obstáculos, pero sí que el tránsito será mucho más liviano.

Para mejorar el clima, primero debemos medirlo

Toda ocasión tiene que convertirse en una oportunidad para educar. Cuando un niño o un joven no se sabe comportar, tenemos la responsabilidad de enseñarle. Es importante buscar herramientas para que, frente a las dificultades de conducta, se generen espacios de reflexión. Las conductas disruptivas generalmente tienen que ver con la ausencia de algún valor que se plasmó en una acción. Muchas veces, el enojo o frustración frente a determinados hechos que realizan los alumnos nos hace olvidar que nuestra misión es educar a todos, en todas las circunstancias. Y no solo en lo académico.

Los registros de asistencia nos revelan que algunos alumnos llegan consistentemente tarde o quiénes faltan demasiado. Esta información nos permite prestarles más atención a aquellos que así lo requieran.

Asimismo, los registros de calificaciones y los boletines nos muestran la situación académica de los alumnos y nos dan cuenta de aquellos que están en riesgo. Muchas veces, cuando un alumno falla académicamente hablando, lo que falló fueron las alarmas que se levantaron sobre el hecho consumado. Antes de esa situación, el alumno recibió aplazos en varias oportunidades. ¿Pero qué se hizo de distinto para cambiar la situación, para prevenir, para estimular, para acompañar, para evitar no solo el fracaso sino además la sensación de fracaso? El fracaso constante nunca es pedagógico.

Todos los alumnos pueden aprender, es verdad. Sin embargo, es su experiencia en la escuela, la relación con sus compañeros, docentes, directivos y padres, sus creencias, y su entorno en general lo que va a determinar si se sienten lo suficientemente seguros, comprometidos, motivados y apoyados para poder aprender.

Un clima institucional positivo afecta de manera contundente la motivación y desempeño de los alumnos y los docentes.

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