Hacia una agenda de desarrollo de las capacidades nacionales

Gobernar es organizar una idea. Saber hacia dónde se quiere ir es tan importante como construir el andamiaje que lo haga posible

Alberto Fernández en los BRICS

Hace 78 años, el 10 de junio de 1944 en la Universidad Nacional de La Plata, Juan Domingo Perón lanzaba la cátedra de defensa nacional, con una conferencia hoy muy conocida en la que expresa su ideario político. En ella, establece como principio rector, que la guerra es un hecho social inevitable y que por lo tanto es necesario prepararse antes. Esta preparación, no solo es militar, sino que es un problema integral que incluye a todos los aspectos. Dos meses más tarde se crea el Consejo de Posguerra que buscará que la industria no se retraiga una vez finalizada la conflagración. Las ideas de Perón y las alianzas logradas en el marco del consejo, hicieron posible el primer plan quinquenal y la fenomenal obra de gobierno de la década peronista.

La traducción creativa de conceptos que provenían del ámbito militar, realizadas por el entonces Coronel, fue el puntapié inicial. Lógicamente, las ideas, de por sí solo no transforman nada. Perón, contaba con 3000 oficiales para dar inicio a esa transformación. Es decir, las ideas tenían sustentabilidad.

Hoy, es necesaria una nueva caja de herramientas. No se trata de cambiar las ideas sino del modo de instrumentarlas. El mundo está poco a poco cambiando la guardia y estas suelen ser horas peligrosas. La pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania, hacen evidente que la aldea global es una ficción. Pangea cumplió su ciclo y el mundo entró en una nueva deriva continental. En momentos de gran confusión, solo se puede contar con lo que se tiene y lo que se sabe. Al igual que ayer y siempre, la crisis y el conflicto, son hechos sociales inevitables.

El problema no es exactamente de defensa. En este contexto, es necesario pensar en función de las capacidades nacionales de nuestro país. Las que tenemos, las que hemos perdido y debemos recuperar y las que tenemos que crear para tener un estado fuerte que pueda adaptarse a cualquier eventualidad. Las capacidades nacionales, son simplemente todos aquellos medios que tenemos que empeñar en función de una organización e ideas comunes para producir los efectos que deseamos. Si el objetivo es ser una colonia, tenemos las capacidades que hacen falta y hasta nos sobran algunas, pero si el objetivo es desarrollarnos con inclusión y justicia social, haciendo respetar nuestra soberanía nacional en nuestro territorio incluyendo el marítimo, entonces debemos planificar y coordinar esfuerzos.

Como todo país en desarrollo, con recursos considerables, pero no ilimitados, es necesario imaginar los riesgos futuros, aquellas cosas que serán necesarias si queremos preservar nuestros intereses vitales e ir en búsqueda de nuestros reclamos soberanos históricos. Pensar en términos de capacidades, es pensar en prospectiva. Es necesario que aparezca una generación que ofrezca estos insumos que hagan posible la construcción de diagnósticos, el planteo de objetivos y una toma de decisiones que tengan un mayor componente de racionalidad política más allá de lo coyuntural.

El 2020 marcó el retorno de las amenazas, aunque no sean las tradicionales. También fue el año que colocó al Estado en el centro de la escena. La generación 2020, tendrá que ser capaz de pensar como preservar nuestra población, resguardada de todo riesgo y nuestra democracia en un escenario complejo, cambiante y de gran incertidumbre. La reciente crisis sanitaria, nos demuestran que no hay margen para continuar con un paradigma que propone la gestión de los problemas conforme se vayan presentando. Este paradigma, transformó a lo esencial en algo invisible a los ojos y a lo superfluo en el ordenador de la política nacional, de la agenda pública, de gobierno y de los medios de comunicación. Cuanto más reactivo somos, menos eficaces nos tornamos; cuanto más corto es el plazo en el que actuamos, menos efectivos, cuanto más pequeño es el grupo de toma de decisiones, menos variables consideramos a la hora de elegir una respuesta.

La pobreza, nos hace vulnerables. Mejorar la calidad de vida de la población, es también indispensable para recuperar el orgullo y la autoestima nacional. No es solo un problema ético. Es, en definitiva, una medida que hace a la defensa nacional y que debe ser pensada también en ese sentido. Para ello, hace falta una vez más, una gran obra social que implique la mejora en la nutrición, educación, salud, en el acceso a la cultura, el deporte y la conectividad.

No existe Nación sin ideas nacionales, pero ¿dónde se piensa lo nacional actualmente? Hay, sin duda, tanques de pensamiento. Algunos de ellos situados en el exterior se toman la molestia de pensar por nosotros. Hay también, cámaras, grupos, sectores, partidos, sindicatos y agrupaciones. Pero no parece existir un ámbito general, una interacción, coordinación o por lo menos un principio ordenador o claridad sobre los intereses nacionales más allá de Malvinas. No se conocen tampoco, cuáles son los objetivos tras los que vamos. Surge y urge la necesidad de recrear una visión política civil y democrática, que recupere una mirada nacional, que pueda dar cuenta de la necesidad de fortalecer al Estado y transformarlo en un órgano capaz de proyectar e irradiar poder y de disuadir cualquier interferencia en sus decisiones soberanas. Eso, sin duda, no se logra vendiendo limones ni con discusiones que remitan solo a las libertades individuales.

Gobernar es organizar una idea. Saber hacia dónde se quiere ir es tan importante como construir el andamiaje que lo haga posible. Luego del 2001, surgieron los cuadros políticos, los dirigentes, las corrientes de militantes que fueron capaces de interpretar las necesidades del nuevo tiempo. Argentina aún no logra procesar el 2020. La sombra de la pandemia aún se cierne sobre nosotros, y seguimos repitiendo mecánicamente esquemas aprendidos en los últimos veinte años. Recuperar la idea de futuro será el gran desafío. Se necesitan quizá mil cuadros dirigenciales capaces de trabajar por los intereses vitales del país, esclarecidos, no especialistas, más bien generalistas, con la mirada en el horizonte, capaces de ver lo nuevo, entender lo viejo y bien parados sobre las expresiones políticas que genuinamente representan los intereses nacionales.

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