El Presidente Fernandez ha sido invitado a la reunión del G-7 en Munich, el club de los países más poderosos de Occidente. Hace dos días participó de la reunión de los Brics, el club de los países emergentes más importantes del mundo (Rusia, China, India, Brasil y Sudáfrica), invitado por el anfitrión, China. Una semana antes estuvo en la Cumbre Panamericana de Los Ángeles en su doble carácter de Presidente de Argentina y de la CELAC, el club que agrupa a los 34 países del Hemisferio Occidental (menos Estados Unidos y Canadá). Cuatro meses atrás visitó Moscú, Beijing, Madrid, París y Berlín y se reunió con los cinco jefes de Estado que residen en esas capitales. El mes que viene protagonizará una visita de Estado a Washington donde tendrá su “cumbre” privada con el presidente Joe Biden.
Durante todo este periplo, se dio el lujo de criticar duramente al presidente de los Estados Unidos, proponer la integración de Argentina a los Brics, ofrecer a Putin que Argentina sea “su base de operaciones en América Latina”, suscribir con el presidente Xi Jinping la participación argentina en “la Nueva Ruta de la Seda” y proponer a los jefes de la UE compensar los faltantes de combustibles y alimentos -producto de la invasión Rusa a Ucrania- con las abundantes reservas que detentamos en nuestra feraz superficie y nuestro rico subsuelo.
Así visto, pareciera que estamos en presencia de uno de los países mas prósperos y ricos del planeta, conducido por un estadista de talla universal.
Hay un pedazo de la historia que es cierta: Argentina es un gran pais, con una poblacion de extraordinaria calidad y recursos naturales que el mundo necesita y aprecia.
Es por eso, y solo por eso, que los mayores líderes planetarios colocan a nuestro pais en sus agendas con la espectativa que asumamos la responsabilidad de reequilibrar la oferta vacante por el “agujero negro” producido por la imposibilidad de acceder a los productos rusos y ucranianos.
El Mercosur es la única región del mundo que puede compensar los faltantes, estabilizando los precios y restableciendo el aprovisionamiento interrumpido.
Pero hete aquí que aparece la cruel realidad: en la Argentina rigen restricciones a las exportaciones de carnes y granos, no tenemos gasoil suficiente para que nuestros camiones saquen la cosecha y la lleven a los puertos, no disponemos de credito internacional para financiar un gasoducto y la planta que nos permitiría licuarlo para exportar el producto de la segunda reserva de shale gas más voluminosa del mundo.
Y todo eso nos pasa porque tenemos un gobierno fallido, dividido por luchas intestinas menores, que no tiene la grandeza de proponerle a la oposición un programa de unidad nacional que nos permita enfrentar, al mismo tiempo, la crisis local y contribuir a paliar la internacional.
Ambas son la cara y contracara del mismo problema y la misma solución: producir más, generar la credibilidad para que que el mundo -que lo quiere- pueda ayudarnos a movilizar los recursos que disponemos, creando así, al mismo tiempo, empleo y bienestar para los argentinos, nuestros vecinos y el mundo (que nos envía señales claras de consideración y aprecio)
Es por eso que nos invitan y nos muestran su expectativa de que reaccionemos en forma madura e inmediata.
El Presidente insiste en pasearse por el mundo, manoseando a todo aquel que se le cruza, y creyendo que su absurda propuesta de crear una “Compañía Nacional de Alimentos”, multiplicar los impuestos y los planes sociales van a servir para algo.
Siempre se está a tiempo de reaccionar y corregir el rumbo.
Todas las señales positivas que recibe deberían servirle para eso.
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