El nuevo ¿equilibrio? del Frente de Todos

Cristina ya camina como candidata. Alberto sigue sin obedecer. Massa también se prepara. Todos conviven

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Sergio Massa, Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Apertura de sesiones 1° de marzo de 2022 (foto archivo: Juan Ignacio Roncoroni/Pool via REUTERS)
Sergio Massa, Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Apertura de sesiones 1° de marzo de 2022 (foto archivo: Juan Ignacio Roncoroni/Pool via REUTERS)

Es parte del folclore presidencial de todos los tiempos. Cuando las papas queman en Buenos Aires, no hay mejor antídoto que echar mano a la diplomacia internacional y recargar energías en alguna capital extranjera. Y, si el evento encima es multilateral, muchísimo mejor. El protocolo que equipara a los mandatarios mundiales más allá del PBI de cada país, hace milagros con la autoestima de cualquier representante argentino.

Pasó con todos. Desde Carlos Menem hasta Mauricio Macri. La mirada del mundo y el reflejo en sus espejos siempre fue mucho mas benevolente con sus gestiones que la visión local.

Alberto Fernández no es la excepción. Pero sí, posiblemente, sea el que mayor brecha experimenta entre su rol en el contexto global y lo que pasa hoy fronteras adentro en Argentina.

El Presidente será no sólo el primer argentino sino el primer latinoamericano en participar de una Cumbre del G7, el conglomerado en el que Estados Unidos, Alemania, Francia, Japón, Italia, Reino Unido y Canadá se autoperciben como la élite político, financiera y militar mundial. Si bien es cierto que Alberto cultiva desde el primer día de su gestión su relación personal con los gobiernos europeos, esta vez su inclusión en esta privilegiada lista se debe a una causalidad bastante casual: esta cumbre del G7 está teñida por la guerra en Ucrania, Alemania, como anfitrión en el castillo Schloss Elmau en Bavaria, amplió la convocatoria a otras regiones mundiales y así como sumó a Senegal por presidir la Unión Africana y a Indonesia que tiene hoy la conducción del G20, Fernández ligó la invitación gracias a ejercer la presidencia pro tempore de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños).

Así por 48 horas Alberto Fernández será mimado por el protocolo internacional y estará alejado de las espinas domésticas. Los reclamos de Cristina, el precio de los bonos, la brecha entre los distintos tipos de dólar y la falta de gasoil quedarán en stand by.

Ni siquiera la presencia de Sergio Massa podrá sacarlo de su burbuja diplomática. El jefe de la Cámara de Diputados ya puso todos los papeles sobre la mesa en el viaje conjunto anterior a la Cumbre de las Américas en California, y esta vez no tiene ninguna expectativa política más que volver a mano: Alberto lo necesita de acompañante para dar un mensaje de unidad y respaldo político, y Massa suma millaje y aceita sus contactos internacionales. Un verdadero win win.

Alberto Fernández, Sergio Massa y Santiago Cafiero, en el avión, minutos antes de despegar hacia Alemania para participar de la Cumbre del G7
Alberto Fernández, Sergio Massa y Santiago Cafiero, en el avión, minutos antes de despegar hacia Alemania para participar de la Cumbre del G7

Es que el Frente de Todos parece haber encontrado un equilibrio en esta nueva normalidad: un presidente que ejerce su poder de lapicera a disgusto de sus socios políticos convencido de que está haciendo las cosas bien, una vicepresidenta que profundiza su rol de opositora interna y camina hacia su inexorable candidatura presidencial el próximo año (en espejo a la de Mauricio Macri), un tercero en discordia que colgó los guantes en su rol de celestino de ambas partes y el próximo 15 de julio dará su definición política en medio del Congreso del Frente Renovador y gobernadores que unifican sus voces como el viernes en Resistencia para advertir que ellos también existen.

Alberto muchas veces parece estar mirando otra realidad u otro canal pero no come vidrio. Sabe que su reelección hoy está más cerca del certificado de defunción que de una partida de nacimiento. Guarda para sí cierta esperanza. Que en diciembre los números de la economía que le viene prometiendo Martín Guzmán reflejen que la reactivación llegó al bolsillo de la gente y que ese consecuente cambio de aire se transforme en un movimiento reivindicador de su persona.

Cristina está casi en las antípodas. Esta semana profundizó con datos muy específicos su diferencia de criterio. Aunque la batahola mediática esta vez se centró en su crítica a la fiscalización de los planes sociales, sus mayores dardos estuvieron centrados en el plan económico y en cómo y por qué se escurren los dólares del Banco Central. Insistió en su diagnóstico de la bimonetarización de la economía argentina y prendió los reflectores sobre otras causales de la actual inflación para contraatacar el reiterado discurso ortodoxo de la emisión monetaria y el gasto fiscal.

Según CFK las ganancias extraordinarias de las empresas en este último año (puso como ejemplo sin nombrarlas a Molinos y a Techint), el endeudamiento previo externo del país y la evasión impositiva (recordó que somos el tercer país evasor en el mundo y el tercero también en tener habitantes con cuentas off shore), son parte de este cóctel explosivo.

Una vez más logró la centralidad. Habló el Día de la Bandera. El discurso oficial del Presidente unas horas antes fue trasmitido por un solo canal de televisión en vivo. Cristina tuvo casi cadena nacional durante su hora y cuarto de clase en vivo en Avellaneda y las repercusiones de sus dichos siguen siendo aún hoy, casi una semana después, motivo de análisis y contramiradas.

Lo mismo sucede con los contrincantes de la oposición. Horacio Rodríguez Larreta emprende gira presidencial y hace esfuerzos inhumanos para que su acción se refleje en los medios. Mauricio Macri sale a tomar un café en La Biela y la ovación espontánea se convierte en furor mediático.

Horacio Rodríguez Larreta, junto al presidente del Partido Popular español, Alberto Núñez Feijóo
Horacio Rodríguez Larreta, junto al presidente del Partido Popular español, Alberto Núñez Feijóo

Pero la vice no se conforma con sus apariciones públicas que de ahora en mas serán más reiteradas. Viene desde hace tiempo ampliando su agenda de contactos privados. Si bien fue casi provocativo su encuentro del miércoles con Carlos Melconian para hablar sobre economía, el mismo no fue una excepción. Cristina habla con muchos mas actores del poder económico y político de los que todos imaginan.

Hoy nadie en su entorno niega la posibilidad de que ella vuelva a presentarse como candidata. Desde su perspectiva personal no puede volver a darse el lujo de equivocarse con terceros. Porque está claro que, puertas adentro y puertas afuera, Cristina reconoce que Alberto fue y es su gran equivocación. Tan claro como que no piensa romper el Frente de Todos, que no se adelantará el calendario electoral de la Provincia de Buenos Aires y que serán las Paso la mejor manera de dirimir, llegado el caso, las diferencias.

A ese escenario se subirá el próximo 15 de julio Sergio Massa. El líder del Frente Renovador, que está “quisquilloso” según los amigos del Presidente, planifica también subirse al ring de la candidatura por el premio mayor el próximo año. Ese día, el presidente de la Cámara de Diputados hará un diagnostico de la situación al mejor estilo Cristina, pero se diferenciará con una propuesta positiva de acción inmediata.

Massa detesta a Guzmán y está claro que cree que en el actual momento económico se necesita no sólo pericia técnica y más rapidez que el actual ministro para reaccionar ante las operaciones del mercado, sino mucho más espalda política.

Pero, en algún punto, ya está resignado. No se subió a la comitiva rumbo a Alemania pensando en cambiar el pensamiento del Presidente sino en acaparar experiencia.

El tercero en discordia en la cúpula del oficialismo se prepara para volver a dar batalla como en el 2015. Ese año los candidatos fueron Macri, Daniel Scioli y Sergio Tomás. Esta vez no está claro quienes se enfrentarán en la interna del Frente de Todos. Pero Massa ya está pidiendo color para su boleta.

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