El clima económico es fundamental en un país porque afecta nuestras decisiones de consumo, ahorro e inversión, pero también nuestra evaluación de la gestión de gobierno y, según el caso, nuestro voto. Para analizar este último vínculo puede utilizarse el indicador de clima económico que elabora la Fundación Getulio Vargas del Brasil para una muestra de países de América Latina y cuyos valores van de 0 (mínimo, o peor) a 200 (máximo, o mejor).
Entre 2007 y el segundo trimestre de este año, el indicador promedio de clima económico de la Argentina fue de 78,6 puntos, menor al promedio para la región (88,7). En el extremo inferior está Ecuador (69,4) y en el superior Perú (118,9). En lo referente a su relación con el escenario político, el mal clima económico puede contribuir a explicar la variable de la suerte de los oficialismos en la Argentina, así como las crisis que ocurrieron en Ecuador; sin embargo, no es el caso de Perú, en el que el buen contexto económico no impidió caídas de varios gobiernos.
Si hacemos foco en los últimos años, durante la pandemia (2° trimestre 2020 y 1° trimestre 2021), el índice de nuestro país mejoró relativamente al del resto de la región, al alcanzar un valor de 61,6 cuando el promedio fue de 64 puntos. El más bajo fue nuevamente el de Ecuador (25,9) y el más elevado el de Paraguay (77,8). En la post pandemia y primeros meses de la guerra en Ucrania (2° trimestre 2021 a 2° trimestre 2022), la posición de nuestro país volvió a cambiar. Su índice fue el peor de la región, al caer a 51,4, mientras el promedio de la muestra fue de 82,7, siendo Paraguay el país con mejor clima económico (112,9).
Lo expresado nos permite pensar en algunas cuestiones de gran actualidad. Primero, ¿el virus y la guerra podrían ser los responsables de nuestra crisis económica, social y política? El análisis comparado de los indicadores de clima económico de los países de América Latina sugiere que la responsabilidad de la crisis local en curso no radica en la economía internacional sino en cuestiones domésticas.
El clima económico puede afectar la situación política y las elecciones, aunque no tienen la misma incidencia en todos los países
Si examinamos más detenidamente este tema, podemos notar que somos exportadores netos de varios de los productos más demandados en la actualidad, como alimentos y algunos minerales y combustibles. Una mejor política económica nos hubiese permitido gozar de un mayor nivel de bienestar, soportar un menor stress político y contribuir más a la seguridad alimentaria y energética mundial.
Segundo, ¿qué podemos inferir sobre el vínculo entre el contexto económico y la aprobación de los gobiernos en los últimos años? Países como Brasil y Chile, que tuvieron indicadores de clima económico mejores que el de Argentina, han enfrentado fuertes turbulencias políticas y cambiaron recientemente de gobierno (Chile) o pueden hacerlo en el futuro cercano (Brasil). Lo contrario ocurre en Perú, cuyas crisis políticas con abruptos y reiterados cambios de presidente, están desconectadas de su performance económica. En la Argentina, finalmente, se pudo observar una coincidencia entre el clima económico y la aprobación política de la administración: mejoraron durante los meses de pandemia, pero comenzaron a declinar hacia fines de 2020 hasta alcanzar niveles muy bajos en la actualidad.
A partir de este análisis, podemos decir que el clima económico puede afectar la situación política y las elecciones, aunque no tienen la misma incidencia en todos los países. Otras variables, como reclamos o resquebrajamientos de estructuras y dinámicas sociopolíticas de vieja data, pueden llegar a ser más importantes que la situación económica.
En conclusión, no es una sorpresa que la deslucida gestión económica en nuestro país genere un creciente sesgo de los electores hacia espacios opositores, así como conflictos en el oficialismo que, a la postre, retroalimentan negativamente el clima económico y sus chances electorales.
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