Niños programadores: gasoductos terminados

Existen capacidades clave que el Pensamiento Computacional construye en los niños y que pueden utilizarse para absolutamente todas las disciplinas que ellos desarrollen, aún por fuera del mundo de la informática

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El gasoducto Néstor Kirchner comenzó en la gestión de Cambiemos y aún hoy sigue zombie (Télam)
El gasoducto Néstor Kirchner comenzó en la gestión de Cambiemos y aún hoy sigue zombie (Télam)

Aquí deseo compartir algunas ideas no muy difundidas sobre el impacto que tiene en los niños estudiar “Pensamiento Computacional”, que es la habilidad y forma de pensar utilizados en la programación. El objetivo de esta columna es poner en la agenda nacional los desconocidos beneficios que esta forma de pensar genera en los niños, quienes serán los futuros líderes de nuestra sociedad: ellos construirán los gasoductos del futuro.

Actualmente, el tema que cautiva nuestra atención es la enorme empleabilidad de los jóvenes que estudian programación, lo cual tiene sentido, debido a la gigante y casi infinita demanda de talento por parte del mercado. No obstante, existen capacidades clave que el Pensamiento Computacional (“PC”) construye en los niños y que pueden utilizarse para absolutamente todas las disciplinas que ellos desarrollen, aún por fuera del mundo de la informática. Si bien existen muchas definiciones académicas sobre qué es el PC, la que más me gusta es la más simple de todas: es la capacidad para resolver problemas del mundo.

¿Cómo hubieran gestionado el proyecto del Gasoducto Néstor Kirchner niños formados en Pensamiento Computacional? Estas son las cuatro habilidades más utilizadas por los niños que son expuestos a esta disciplina.

Actuar de manera incremental e iterativa. De acuerdo con un estudio de campo realizado por Karen Brennan y Mitchel Resnick, del MIT Media Lab, los niños que programan en la plataforma de aprendizaje más utilizada en el mundo -Scratch- reconocen que les resulta imposible diseñar un proyecto “de un tirón”. Ellos están obligados a imaginar, diseñar y programar “en pequeños” tramos, para ir testeando su eficacia. Cuando advierten que uno de esos tramos no funciona como ellos esperaban, retroceden y lo vuelven a programar. Esta práctica se conoce como “iteración”, y es repetida tantas veces como sea necesario y sin temor a fracasar, hasta llegar al resultado deseado. Me pregunto si esta herramienta no sería tremendamente efectiva al momento de diseñar un gasoducto que, casi por definición, está compuesto por “muchos tramos” que requieren ser pensados de manera independiente. Podríamos decir que, justamente, un gasoducto es el proyecto que más requiere ser pensado en “iteraciones”, hasta lograr el diseño óptimo. Sobre el temor a fracasar, que los niños de Scratch aprenden a ignorar, sólo diré que ellos desaprobarían enérgicamente la manera en que oficialismo y oposición hacen pagar el fracaso ajeno, inhibiendo cualquier intento de innovación del sector rival.

Ensayar y depurar. Estos mismos niños cuentan que necesitan desarrollar estrategias para anticipar y administrar errores. Ellos están totalmente acostumbrados a lidiar con “el error” y a recurrir a personas que saben más que ellos para resolverlos. Nuevamente, me pregunto si en la gestión de un gasoducto majestuoso (transportará 44 millones de metros cúbicos de gas diarios) no hubiera sido crucial enfocarse en los potenciales errores, más que en la comunicación sistemática de los aciertos, por un lado. Y, por otro, anticipar posibles dificultades que pudieran asomar en la implementación (algo que definitivamente ocurrió) apelando y dejándose ayudar por personas o instituciones que, como dicen los niños de Scratch, “saben un poco más de este tema”.

Abstraer y modulizar. Esta práctica consiste en construir algo grande (¡como un gasoducto!) a partir de unir elementos más pequeños. Para los niños que programan, este es un recurso fundamental y super habitual para resolver problemas. Modulizar consiste en dividir un programa en “módulos”, para luego resolver cada una de sus partes separadamente y, finalmente, integrarlas a todas. Por supuesto que un gasoducto es susceptible de ser dividido en “módulos” de problemas: (m1) quién fabrica los caños; (m2) quién ejecuta la obra; (m3) quién controla a quien la ejecuta; (m4) quién lo paga. Lo más eficiente es asignar cada “módulo” a una persona distinta, que domine la disciplina que cada módulo requiere. Por supuesto, bajo esta mirada de Pensamiento Computacional, sería suicida encarar todos los módulos al mismo tiempo… y por las mismas personas (una práctica que, a veces, la dinámica de la política parecería imponer). Por su parte, el recurso de la “abstracción” consiste en enfocarse en las características importantes de un desafío, ignorando (filtrando) las cuestiones no esenciales. Aquí me animo a sugerir que la gestión política, por momentos, se convierte en la administración de aspectos “no esenciales” de un problema “esencial”. Justo al revés. Por eso, niños usuarios de Scratch (conocidos como Scratchers) aislarían de entrada todo lo relacionado con lo no esencial: la agenda política, la comunicación y la rosca, para enfocarse en los aspectos esenciales del problema: qué hay que transportar, de qué punto a qué punto, y cómo.

Rehusar y remezclar. Finalmente, tenemos la herramienta más fascinante para el mundo real que nos toca vivir. Una de las prácticas más antiguas en la historia de la programación es la de construir sobre lo que otros ya han diseñado. Los niños Scratchers de todo el mundo se la pasan accediendo a una librería de proyectos terminados realizados por otros niños (alojados en Scratch). De esta manera, pueden tomar ideas y “líneas de código de programación” que no hubieran sido capaces de generar por sí mismos, y que pueden sumar a su proyecto actual, logrando potenciar su producto final.

Nada de esto parece haber ocurrido con el Gasoducto Néstor Kirchner: comenzó en la gestión de Cambiemos y aún hoy sigue zombie. En ambos mandatos sufrió prórrogas y derogaciones: nada más alejado del concepto de “rehusar y remezclar”. Nadie está usando absolutamente nada… de la biblioteca de proyectos de nadie.

Entonces, dejo aquí planteada la pregunta: ¿acaso un país no es la sumatoria de proyectos que se van construyendo sobre la biblioteca de logros que dejaron los antecesores? Un niño Scratcher lo diría con total desparpajo y claridad: “Júntense todos en un Zoom, tomen las mejores ideas de la biblioteca de proyectos de cada uno e intégrenlas al Proyecto. ¿Quieren un gasoducto? ¡Ahí tienen el Gasoducto!”.

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