La situación política de China de cara al crucial XX Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh) se presenta, por diversas razones, como especialmente particular este año. En primer lugar, el presidente Xi Jinping se encamina a ser confirmado para un inédito tercer mandato consecutivo. La reforma de la constitución de 2018 (que él mismo diagramó) le permitió acceder a ese privilegio y sitiarse en un lugar del que sólo Mao pudo gozar a lo largo de la historia de la República Popular China (RPC).
En segundo término, la economía china atraviesa un momento complejo, en medio de importantes reformas regulatorias y tras el duro impacto de casi dos años de estricta política de “COVID 0″. Aunque hay quienes sostienen que el efecto de la pandemia en la economía ha sido devastador y podría constituir el germen de un movimiento de protesta por parte de la población, de alguna manera similares a las manifestaciones de Tiananmén en 1989, otros especialistas se inclinan por la idea de que ha sido la excusa justa que el gobierno necesitaba para hacer los ajustes de medio tiempo necesarios al rumbo económico para un modelo que, si bien exitoso en cifras, se ha vuelto mas vulnerable, desigual y corrupto.
Finalmente, la guerra en Ucrania ha impactado en la política exterior de China, dejando a Xi en una posición internacional muy incómoda. Todos estos factores han contribuido a agitar aún más las internas en el seno del Politburó, órgano integrado por los 25 miembros más encumbrados del PCCh y de su exclusivo núcleo de poder de 7 miembros, el Comité Permanente.
Las particularidades del sistema político chino
El sistema político chino fusiona Estado y Partido, otorgándole al liderazgo de este un rol esencial. Fuera del partido no hay vida política organizada. Como sostenía Deng Xiaoping, el arquitecto de la nueva China, el Partido es el agente único del cambio que puede asegurar los objetivos a largo plazo del modelo socialista con características chinas y las transformaciones a las cuales se ha sometido el país desde su conformación actual, en 1949.
El poder central está concentrado y es dirigido por el PCCh. La implementación de este sistema único y centralizado (China no es un país federal) se refleja en los órganos del Estado que son un conjunto de agencias estatales al mando de dirigentes del partido. Las relaciones entre el centro y las localidades (ya sea que se trate de provincias, distritos, municipios, regiones autónomas o regiones administrativas especiales) son todas administradas bajo el Gobierno Central. La dirección central unificada se divide en el liderazgo del Partido, el Gobierno y los Militares. Actualmente, Xi Jinping ostenta los 3 cargos máximos.
En lo que respecta exclusivamente al partido, este cuenta en su estructura de poder con el Congreso Nacional, el Comité Central (elegido por el Congreso Nacional), el Politburó (o Buró político del Comité Central) y el Comité Permanente del Buró político, el verdadero núcleo de poder compuesta por 7 miembros, todos miembros del Politburó.
La elección de los miembros del PCCh (que tiene más de 90 millones de afiliados) se diferencia de los métodos de selección tradicionales de las democracias liberales. En China, en ningún momento la gente concurre masivamente a las urnas. Muchos funcionarios y dirigentes son elegidos por otras esferas superiores del partido. Por ello, el debate al interior del mismo ha resultado ser siempre un proceso por demás complejo. Desconocido en Occidente (las turbulencias en las disputas políticas internas no gozan de la publicidad y transparencia de los sistemas democráticos tradicionales), se tiende a pensar que, por ser un sistema de partido único, no hay lugar para el debate interno y el disenso político.
Esta lectura habitual, esconde una serie de particularidades que conviene tener presente para intentar comprender mejor el devenir de la política china y como ésta puede influir en sus cuestiones domésticas e internacionales. El proceso de premios y castigos, (purgas, depuraciones, encarcelamientos, ejecuciones y retiros) que ocurren cada vez que se celebra el congreso del PCCh deja ver las algunas de las relaciones de poder.
Se estima que, en octubre, dos tercios del Comité Central, la mitad del Politburó y la mitad del Comité Permanente (órgano supremo del PCCh) deberían renovarse, dando lugar al ingreso de miembros de las generaciones más jóvenes. Si bien todavía hay muchas incertidumbres, ya que es habitual que las reglas internas formales e informales se vean significativamente alteradas, intentaremos trazar un panorama de los posibles cambios que pueden sucederse.
La renovación de las principales figuras políticas del PCCh
La atención está puesta en los nombres que casi con certeza serán reemplazados en el selecto Comité Permanente del Politburó y sus eventuales relevos. El primer ministro Li Keqiang, quien encabeza una de las principales líneas interna contra Xi, ya anunció públicamente que dejará el cargo en marzo de 2023. Li, ejerce en los hechos la administración del país desde hace dos períodos y la reforma constitucional que habilitó a Xi a presentarse nuevamente no ha sido extensiva a su cargo.
Por razones de edad (no podrán presentarse para un nuevo período y deberán dejar sus cargos aquellos miembros que al momento de celebrarse el Congreso tengan 68 años de edad o más), Li Zhanshu (Miembro del Politburó desde 2018 y considerado del grupo más cercano de Xi) y Han Zheng (ex alcalde de Shanghai y ferviente defensor de las zonas de libre comercio) también pasarían a retiro. En ese sentido, sus más posibles reemplazantes desde el Politburó son Ding Xuexiang, Hu Chunhua, Li Xi y Chen Min’er, todos del círculo de Xi, aunque Hu Chunhua ha estado más asociado a Hu Jintao en el pasado.
Estos cuatro candidatos son todos miembros del Politburó lo suficientemente jóvenes como para servir 10 años en el Comité Permanente (otra regla formal que a veces se saltea e indica que para ser miembro del Comité Permanente se debe ser miembro del Politburó). El ascenso más significativo sería el de Ding Xuexiang, incluso con posibilidades de ser el próximo premier a partir de 2023. El otro candidato fuerte para el puesto de premier es Wang Yang, presidente de la Conferencia Consultiva Política. Por una cuestión de edad y trayectoria, sería más lógico que Wang asuma como premier.
En el caso de Ding Xuexiang, es el actual director de la Oficina General del PCC. Ha tenido un ascenso meteórico y se ha ganado la plena confianza de Xi desde esa posición estratégica. Ding combina gran manejo de la institucionalidad del PCC con el amplio conocimiento e influencia en las políticas de innovación en ciencia y tecnología. Se trata de un perfil óptimo para una nueva etapa política que requerirá firme conducción del partido y creciente competencia en el plano tecnológico con los EEUU. Ding es, en ese sentido, un fiel exponente del núcleo de la “Nueva Era” dentro del PCC.
Los puestos vacantes que se generen en el Politburó deberán ser llenados con nuevas figuras, entre las que se destacan el ascendente Lu Yansong, único sobreviviente del bombardeo estadounidense a la embajada china en Belgrado en 1999 y nuevo editor en jefe de la agencia de noticias Xinhua, y Liu Jianchaom, recientemente designado director del Departamento de Relaciones Exteriores del PCCh y que cuenta con posibilidades ciertas de asumir el cargo de ministro de Relaciones Exteriores, después de la probable jubilación del canciller actual Wang Yi luego del congreso de octubre).
También se destaca la figura de Li Shulei (uno de los favoritos de Xi y expertos en historia y teoría del PCCh) como adjunto en la dirección del Departamento de Publicidad. Se especula con que Li pueda tener un rol preponderante y una gran influencia en la ideología del partido en los próximos años. Esto demostraría que el poder de Xi no ha menguado y que la nueva conformación de los máximos órganos de poder del partido sigue bajo su dominio.
El nuevo contexto internacional y las internas en la cúpula del PCCh
No obstante, dos sucesos recientes han dejado expuestas las internas en el seno del PCC, en ambos casos en detrimento de la posición de Xi Jinping. En primer lugar, la guerra en Ucrania. En ese sentido el sector empresarial referenciado con el premier Li Keqiang, sería partidario de un mayor distanciamiento con Rusia. Pero los militares y los burócratas cercanos a Xi, en cambio, son más proclives a privilegiar la alianza estratégica con Putin. Xi Jinping se ha inclinado por esta última línea, aunque entiende que el contexto internacional cambió radicalmente y de ahora en más Rusia será un peso difícil de sostener.
Esta delicada posición traerá aparejadas otras consecuencias indeseadas, como el agravamiento de las tensiones con EEUU y el congelamiento de las negociaciones en materia de comercio e inversiones con la UE. Y lo que es peor: el peligro cada vez más palpable de afectaciones en la seguridad alimentaria, uno de los temas históricamente más sensibles para los líderes chinos.
En segundo término, el crudo balance económico presentado en las Dos Sesiones por Li Keqiang. En ese sentido, ha llamado la atención el renovado e inesperado protagonismo del premier Li, quien encabezó recientemente una inusual “cumbre de emergencia” para analizar la situación de la economía. Esta situación ha sido leída por los principales expertos de dos formas: Por un lado, el protagonismo de Li habría sido apuntalado por los críticos de Xi y obedece a un supuesto debilitamiento interno del presidente chino. Por el contrario, se trataría de una jugada calculada de Xi, dejando que Li se desgaste en su último año, haciéndose cargo de las malas noticias y de las impopulares decisiones en materia económica.
La situación económica también agita la carrera sucesoria
El rumbo económico profundiza la efervescencia del debate político. La continuidad de las duras cuarentenas y la guerra en Ucrania han desatado un fuerte debate hacia el interior de la cúpula del PCCh, exacerbando las diferencias de opiniones que ya existían sobre otros temas controversiales.
China se encuentra inmersa en un nuevo paradigma de crecimiento para un país que ya no puede sostener una tasa de crecimiento anual de dos dígitos como lo hizo en las últimas décadas y que trajo, entre otras consecuencias, un profundo desequilibrio distributivo y un marcado deterioro ambiental. El reconocimiento de esa situación es la base la llamada política de Circulación Dual de Liu He (también miembro del Politburó, consejero cercano de Xi y artífice de las reformas económicas y financieras), la cual persigue que el mercado interno y externo se refuercen mutuamente, al mismo tiempo que el mercado interno constituye el pilar de la economía, priorizando los servicios y desacoplando paulatinamente su dependencia del sector externo para ajustarse a un crecimiento moderado de su economía pero sostenible.
Un crecimiento menos dependiente de las inversiones con mayor consumo y apertura en áreas clave. Motivada por la guerra comercial con EEUU, los turbulentos vientos externos y los nuevos riesgos y desafíos, China intenta de esta manera reducir los riesgos de su economía a los vaivenes de la economía mundial y una búsqueda de la autosuficiencia económica que requiere convertirse en una potencia de la innovación y desarrollo de productos de alta calidad que contengan tecnología, Internet de las cosas (IoT), Big Data e inteligencia artificial (Made in China 2025).
Se trata de dejar de confiar en el crecimiento del PBI como único indicador del crecimiento económico, sino en la sustentabilidad del mismo y su capacidad de generar valor. Esto conlleva reformas profundas y nuevas regulaciones para las empresas públicas para mejorar los rendimientos y crear “campeones mundiales” que sean medidos por su margen operativo y el nivel de inversión en I+D y, adicionalmente, sus ganancias netas y totales y la relación activo/deuda que a veces no se ven reflejados los oscuros balances. Se trata ahora de fomentar la capacidad de los ejecutivos de generar ganancias y mejora la eficiencia de las operaciones.
El futuro de China, ligado al futuro de Xi
No caben dudas que hay una diversidad de opiniones entre los principales referentes de la política china sobre Ucrania y los otros temas críticos antes enunciados. Xi enfrenta oposición para continuar con sus reformas y una nueva conformación del Politburó puede operar como el apoyo que necesita (algunos incluso consideran que debería ir más rápido) o bien ser el principio de la era post Xi.
Cualquiera sea la dimensión de los nuevos desafíos, lo que pueda suceder en octubre nada tendrá que ver con un deslizamiento de China hacia estándares democráticos occidentales y a reformas estructurales en esa línea. El objetivo sigue siendo el de asegurar la unidad del partido para mantener la estabilidad social y política.
Para el pensamiento chino existe una visión crítica sobre el carácter incompleto o sesgado de las democracias liberales occidentales que impediría de alcanzar para 2049 (año conmemorativo del centenario de la República) el “sueño chino de Xi” de convertirse en un país socialista moderno, próspero, poderoso y armonioso. La historia misma de China desde las Guerras del Opio al presente. El gran intento de modernizarse para recuperar su lugar de primacía en el concierto global.
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