De aliados, adversarios y enemigos

Tres términos de los cuales, según su interpretación, se desprenden distintas acciones políticas

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Bullrich, Milei, Macri, Cristina y Alberto: ¿aliados, adversarios o enemigos?
Bullrich, Milei, Macri, Cristina y Alberto: ¿aliados, adversarios o enemigos?

Aliados, adversarios y enemigos. La coincidencia y valoración conjunta similar de su significado ayuda a construcciones políticas más racionales y previsibles en la búsqueda de objetivos, así como otorgarle a estos términos disímiles sentidos provoca desorden en las identidades que se pretende aglutinar.

Su análisis debe partir de cierta convención de la propia política y no del sentido etimológico de estas palabras, ya que en muchas acepciones se utilizan como sinónimos, mientras que en una interpretación política no mantienen esa calidad.

Aliado es quien apoya y fortalece a otra persona o grupo de personas. Y también se toma como quienes se unen para alcanzar una meta común”. Es interesante que, en su origen del latín, esta palabra requiere que exista una acción concreta para definirse, ya que se compone de un verbo “alligare” (aliar), pero el sufijo “ado” marca un participio que requiere de un hecho, una acción.

Adversario: que compite con otros que aspiran a un mismo objetivo o a la superioridad en algo”. También se entiende como antagonista, del griego antagonistes, lo que le da un sentido más de enfrentamiento, ya que la palabra griega se traduce como “el que lucha contra alguien”.

Enemigo: es quien no solo se opone a las ideas de otras personas sin que no las respeta y que decide enfrentarlas en una batalla final”. Del latín “inimicus”, solo significaba “no amigo”, pues un simple razonamiento dominaba a la Roma antigua: o estabas con ellos o contra ellos.

Como dijimos al comienzo, hay que otorgar sentido político a cada palabra ya que, desde su “Ethos” o sea su espíritu y carácter, estos tres términos encuentran vinculación y rumbos comunes en palabras como adversario, antagonista, contrincante, rival, contendiente y oponente, entre otras. Mientas que en la vida política pretendemos otras categorías y no darle similitudes.

Y en verdad para la etimología podemos entender su parte nominal que se desprende solo del análisis de la palabra, pero también la definición real, que amplía la noción según los contextos o requerimientos.

A eso apuntamos al pretender, políticamente, darle desde iguales significantes otros significados. Y hacerlo desde una concreta identidad histórica, que es el peronismo y desde una mirada táctica que es el frentismo.

En cuanto a “aliados” no es mucho lo que hay que precisar, con simpleza digamos que “es aliado todo aquel y aquello que, individualmente u orgánicamente, desee serlo”. Y podría adicionarse como ejercicio de madurez que esa calidad de aliado inhibe de atentar contra los valores que sostienen una alianza, debe existir un mínimo programático a seguir y que la obligación de pertenecer conlleva ciertas exigencias.

Mas debate exhibe el uso de los significados de “adversarios” y “enemigos”, palabras con alguna sinonimia en su etimología, pero bastante distintas desde la óptica política.

En Argentina y en varios contextos históricos, primó la dimensión antagónica que se expresa en la relación amigo/enemigo, en la senda del pensamiento de Carl Schmitt. Esta vertiente da sentido a un grado de intensidad extrema, a mi juicio inapropiada para los tiempos democráticos, ya que Schmitt sitúa al contrincante (enemigo o adversario) en una calidad de otredad exagerada, es el extranjero, el otro y como tal debe ser “repelido y combatido, para preservar la forma de vida y la modalidad de ser de quien lo enfrenta”. Y como el enclave que brinda unidad ante el enemigo es para Schmitt el Estado, este halla su “logos” en la violencia, y es la justificación de tal derecho a la violencia, su propia supervivencia”.

Una pensadora interesante y muy seguida en nuestro país, Chantal Mouffe, escapa a la dualidad amigo/enemigo de Schmitt y propone un “nosotros/ellos” que se mueve en sugerentes aguas aspiracionales, ya que reconoce su ubicación en los marcos pluralistas que hoy adoptan las sociedades y habla de la “democracia agonística”, perdiendo la inflexibilidad de Schmitt y entendiendo que siempre las partes pueden negociar intereses merced a acuerdos y consensos y que la definición de “otro” no lo convierte en un enemigo que deba ser eliminado.

Esta politóloga belga juzga que el sentido de “adversario” conforma una condición crucial para la política democrática.

En mi parecer, es Miguel Herrero Rodríguez de Miñón (político y jurista español, uno de los considerados “siete padres de la Constitución española de 1978) quien precisa la distinción con mayor claridad y dice que los adversarios concurren y se enfrentan en la búsqueda de objetivos comunes”. Esto es así desde la formalidad, por ejemplo, de pelear por un cargo electivo.

En cambio, plantea que “los enemigos se enfrentan por ser el objetivo de cada uno de ellos, la destrucción del otro”.

En estos tiempos, nuestros y complejos, la mejor comprensión de cada uno de estos términos ayudaría a un mejor sustento racional en la actividad política. Corren, por peligrosas vertientes de intolerancia, ideas que hacen sentir a determinados espacios políticos como únicos tributarios de los valores patrióticos, nacionales, populares, honestos, capacitados y otras virtudes que, al negarle a otros, transforma la lucha política en una guerra con final de aniquilación y en lugar de tener una Argentina, donde la diversidad otorgue grandeza tendremos media argentina triunfante sobre otra media argentina sepultada. Y, en verdad, medio país en lugar de uno, no le conviene a nadie.

Estimo que los peronistas debemos manejar una consigna: “Pelea y repudio a los enemigos, critica a los adversarios y exigencia a los aliados”.

Puede haber confusión de ubicaciones y, seguramente la historia lo demuestra, idas y vueltas entre las categorías acá mencionadas. Aliados que se convierten en enemigos, adversarios que tornan aliados y otras variables. En esta etapa “todo los que pueda derrotarse electoralmente, es adversario, no enemigo”.

Nuestra sociedad entiende, desde hace mucho, que las rivalidades, contiendas electorales y la lógica pugna en la disputa del poder son parte inescindible de una sociedad democrática.

Y las sociedades democráticas tienen reglas, normativas y preceptos con límites infranqueables.

En ese marco se mueven los aliados, y también los adversarios. Los enemigos, están afuera.

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