En estos años de pandemia, nuestra vida diaria se trasladó a la virtualidad: la educación, el trabajo, el entretenimiento, la comunicación… Todo se vio atravesado por pantallas. La creciente influencia de Internet generó nuevas preguntas y desafíos para toda la sociedad. Las noticias falsas, el discurso del odio, la exposición de la vida privada, el uso y manejo de los datos personales, el funcionamiento de los algoritmos, la incidencia de la big data en las decisiones de las personas y los usos no éticos de la inteligencia artificial son algunos de los interrogantes que plantea el siglo XXI. Para entender estos nuevos dilemas, el mundo comenzó a hablar de una formación en Ciudadanía Digital. Desde la escuela primaria.
Ciudadano digital es quien comprende el funcionamiento y los principios que rigen el entorno digital. Ciudadano digital es quien cuenta con la habilidad para navegar en contextos digitales complejos y comprende sus implicancias sociales, económicas, políticas, educativas y laborales. Ciudadano digital es quien sabe hacer un uso reflexivo y creativo de Internet, tanto para el análisis crítico, como para la participación.
La Ciudadanía Digital supone un conjunto de competencias que permite a las personas acceder, comprender, analizar, producir y utilizar el entorno digital, de manera crítica, ética y creativa para identificar, enfrentar y responder a los grandes dilemas que genera el uso de Internet.
Inclusión digital
Durante muchos años, la exclusión digital se explicaba solamente por la falta de acceso a Internet. El objetivo, entonces, era promover la conectividad entre alumnos de todos los sectores sociales. Aún hoy, en América Latina, el acceso igualitario a las tecnologías y a Internet sigue siendo un desafío para la ciudadanía digital. Sin acceso, está claro, no es posible construir una ciudadanía digital inclusiva. Y una ciudadanía digital que no es inclusiva, margina, excluye e invisibiliza.
Aun cuando el acceso universal a las tecnologías sigue siendo una condición esencial y una asignatura pendiente, con frecuencia ha sido exacerbado, en detrimento de las prácticas. En el siglo XXI aparecen nuevas brechas digitales, que van más allá del acceso. Están basadas en las competencias. Una utilización limitada de las tecnologías es hoy la nueva forma de exclusión. Los excluidos son quienes no cuentan con la capacidad para identificar, enfrentar y responder a las nuevas problemáticas que genera el uso del entorno digital. Contar o no contar con estas capacidades es lo que define la brecha digital hoy. Una brecha que no es instrumental, sino reflexiva y creativa. Que no habla del manejo de la herramienta, sino de su comprensión. Pensar las tecnologías, y no solo utilizarlas de manera instrumental, es el gran desafío en este milenio.
El acceso es sin duda, el punto de partida. Sin acceso, solo los privilegiados económicamente podrán ser ciudadanos digitales. La falta de acceso de las tecnologías e Internet profundiza la exclusión. Ello significa sin duda, menores oportunidades educativas, laborales y sociales.
Pero el acceso no puede ser también, el punto de llegada. Es utópico pensar que el acceso a las tecnologías sin las competencias para usarlas reflexivamente, alcanza para ingresar a la sociedad del conocimiento.
Aquí reside el gran desafío para la educación en esta etapa post pandemia: incorporar la Ciudadanía Digital y las competencias para entender el funcionamiento del mundo digital, tanto en la formación docente como en la enseñanza de aula.
Los contenidos
¿Qué supone una formación en ciudadanía digital? ¿Qué contenidos incluye?
Conocer los principios que rigen el entorno digital, permite comprender el papel de las tecnologías en la sociedad y cómo afectan nuestras vidas. Saber analizar y evaluar contenidos que circulan en Internet, permite seleccionar y utilizar solo información confiable para tomar decisiones. Comprender que no existe nada neutro ni gratuito en la web, ayuda a analizar el uso de las huellas digitales y permite entender el significado y los límites de la privacidad en Internet. Utilizar el entorno digital para la generación de contenidos, permite comprender los usos éticos del lenguaje digital y participar en la vida de la comunidad.
Por qué se viralizan discursos de odio en redes sociales, de qué manera las noticias falsas difundidas en la web afectan la democracia, cómo inciden los algoritmos y la big data en las decisiones de las personas, de qué forma y por qué se utilizan datos privados en Internet, qué significa aceptar los términos y condiciones en una aplicación o sitio web y cuáles son los usos no éticos de la inteligencia artificial son contenidos específicos de una formación en Ciudadanía Digital.
La Ciudadanía Digital va más allá de un abordaje instrumental y permite pensar Internet desde un enfoque reflexivo, crítico, ético y participativo.
La Ciudadanía Digital coloca a los estudiantes en mejores condiciones para entender la realidad –cada vez más mediada por pantallas-, para responder a los dilemas y desafíos de este milenio, para insertarse laboral y socialmente, para tomar decisiones y para participar en la vida pública.
Si la utilización de las tecnologías no construye conocimiento; y si ese conocimiento no permite a los estudiantes responder a los nuevos interrogantes que genera el uso de Internet, la tecnología servirá solo con fines instrumentales o lúdicos. Y los alumnos no serán ciudadanos digitales.
La Ciudadanía Digital, como señala la UNESCO, es un derecho. Es difícil pensar en una cultura democrática sólida, sin una sociedad que ejerza una Ciudadanía Digital plena.
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