Debemos dejar de enseñar en serie

Se sigue enseñando de una manera absolutamente homogénea en aulas absolutamente heterogéneas

Debemos personalizar la educación (Foto NA)

Hace un tiempo leí un cuento de Enrique Mariscal, titulado “Los pavos no vuelan”, que decía algo así:

Resulta que un día, un hombre que vivía en el campo, encontró un huevo muy grande. Asombrado, lo llevó a su casa para ver si entre todos podían dilucidar a qué especie pertenecía y qué hacer con él. Luego de preguntarse si sería un huevo de avestruz, si convendría romperlo o conservarlo así y de mirarlo fijo un buen rato, decidieron meterlo debajo de una pava que estaba incubando otros huevos con la idea de que quizás en un futuro naciera algo. “Ahí veremos de qué especie era”, pensó el hombre y todos estuvieron de acuerdo.

Unos días más tarde, nació un pavito muy hambriento que después de comerse todo le dijo a la pava: “Mamá, ahora vamos a volar”. La pava, un poco distante, le dijo con frialdad: “Mirá, los pavos no vuelan” y luego agregó que seguro pensaba esas cosas por comer tanto y tan apurado. El pavito empezó a comer más despacio, pero igual siempre quería volar. Ante su propuesta, sus hermanos y madre pava simplemente reían y decían “Los pavos no vuelan”.

Resulta que el pavito era un cóndor, pero como nadie ahí volaba… murió siendo un pavo.

Podríamos perfectamente llevar esta analogía al aula en donde se sigue enseñando de una manera absolutamente homogénea en aulas absolutamente heterogéneas.

Esperamos que nuestros alumnos piensen de manera crítica, que sean creativos y autónomos, pero les decimos qué hacer, cuándo hacerlo y cómo hacerlo...

Si hay algo que nos trajo el coronavirus a la educación es la oportunidad de cambiar la manera en la que se venían haciendo muchas cosas, especialmente aquellas que hacemos por inercia “porque siempre se hicieron así”.

Si entendemos que cada alumno es diferente y tiene sus propios tiempos de aprendizaje, debemos personalizar la educación. Cada niño es único, como única debe ser su educación.

Es muy difícil enseñarle a un alumno que pierde su curiosidad, pierde el interés por aprender o no está abierto a ser estimulado o inspirado.

Hoy en día, los trastornos de aprendizaje se reconocen como una de las causas de fracaso escolar. Estos trastornos pueden incluir problemas en el lenguaje, motricidad, desarrollo cognitivo, de atención o habilidad social .

El trastorno del aprendizaje es una condición que interfiere en la vida escolar del niño, porque se genera un desequilibrio entre su verdadero potencial y el rendimiento académico. Esto a la vez repercute en su autoestima, su autoconfianza, y puede interferir en las relaciones interpersonales con sus compañeros y docentes e incluso en la dinámica familiar.

Para ayudar a nuestros alumnos a llegar a su mayor potencial, más allá de hasta dónde lleguen sus compañeros, vamos a tener que brindarles diferentes experiencias de aprendizaje, y para eso será necesario diseñar estrategias que promueven la accesibilidad, cuando la situación así lo amerite.

Por ejemplo:

- Accesibilidad a la información: ofrecer modos alternativos, en forma auditiva, táctil, visual o una combinación entre estos recursos.

- Accesibilidad a formas de respuesta: permitir a los estudiantes dar respuesta a través de distintas maneras y con la utilización de diversos dispositivos o ayudas técnicas o tecnológicas diseñadas para disminuir las barreras que interfieran en los aprendizajes.

- Accesibilidad en el entorno: la organización del entorno debe permitir a los estudiantes el acceso autónomo, mediante adecuaciones en los espacios, ubicación, y las condiciones en las que se desarrolla la tarea, actividad o evaluación.

- Accesibilidad en la organización del tiempo y horario: consiste en modificaciones en la forma en que se estructura el horario o el tiempo para desarrollar consignas o evaluaciones.

Toda escuela debiera tener un equipo interdisciplinario de profesionales dedicado a la salud y bienestar de los alumnos. Cualquier problema que afecte el aprendizaje debe ser identificado y tratado a la mayor brevedad posible.

De la misma forma en que hay alumnos que necesitan de mayor apoyo o acompañamiento, hay otros con altas capacidades que también necesitan recorrer trayectorias diferentes. Estas trayectorias implican el rediseño de los contenidos para permitirles a los chicos llegar a su máximo potencial. La accesibilidad también debe alcanzar a los contenidos .

Una instrucción personalizada toma como punto de partida al alumno. Si cada uno de nosotros aprende a su propio ritmo, tiene preferencias sobre cómo aprender y disfruta de diferentes maneras, es lógico pensar que aprenderíamos más de una manera personalizada, que como si fuéramos parte de una línea de producción.

Imaginemos este escenario: debemos avanzar una cuadra para llegar a nuestro destino. Entonces, te indico cómo hacerlo: “Avanzá tres metros. Alto. Esperá veinte segundos. Ahora avanzá cuarenta más. Alto. Esperá dos minutos. Retrocedé un metro. Avanzá cinco…” . ¿Suena ridículo, verdad? Sí, porque podríamos perfectamente ir a nuestro ritmo y lograr nuestro objetivo sin mi indicación de cómo hacerlo .

Aunque no nos guste, esto es lo que propone la educación hoy. El sistema te dice qué se debe estudiar, de qué forma debemos aprenderlo y para cuándo.

Pensar en aulas descentralizadas les permitiría a los chicos suscitar el deseo de investigar, de aprender, de desarrollar la curiosidad, todas habilidades innatas en los chicos, que se ven, muchísimas veces, tristemente anestesiadas en el aula tradicional.

Hace varias décadas atrás, en los años 60, Sam Glucksberg, profesor de la Universidad de Princenton, tomó dos grupos de personas para una prueba. A los participantes del primer grupo les dijo que iba a cronometrar el tiempo que tardarían en resolver un problema, mientras que a los del segundo les prometió un incentivo económico si eran los primeros en encontrar la solución. El resultado de Glucksberg no es el que esperan: los que iban a recibir una compensación económica tardaron más tiempo que los primeros.

Esto, que pareciera ir en contra del sentido común, empieza a tener sentido cuando recordamos situaciones de nuestras vidas en las que la creatividad ha jugado un papel fundamental y se ha visto frenada cuando la recompensa (económica o de otro tipo) entraba en juego.

Los incentivos externos, como la nota, no fomentan la creatividad.

Necesitamos desarrollar motivadores intrínsecos en nuestros alumnos como la autonomía, el propósito y la maestría (el querer mejorar) para lograr que se involucren con su propio aprendizaje. Y por sobre todas las cosas, ofrecerles propuestas pedagógicas interesantes. La gratificación de hacer algo, una actividad interesante, genera una motivación muy alta.

Darles a los chicos la oportunidad de elegir (de estos tres proyectos, elegí uno; de estas cinco preguntas contestá tres), desarrolla la motivación intrínseca, a la vez de desarrollar la creatividad y la autonomía.

Comprendiendo esto, podemos alentar a los alumnos a elegir un tema que les interese, y que utilicen tiempo para enfocarse en él. Con la ayuda de un tutor, podrán crear o producir contenido, siempre con un fin pedagógico. La idea es que tengan algún desafío para resolver, algún contenido para investigar o cualquier oportunidad de aprendizaje que les brinde autonomía en algún tema de su elección.

A diferencia de cuando depende del docente, con este tipo de propuestas el alumno asume la responsabilidad de su propia trayectoria, tiene más oportunidades de desarrollar la creatividad y el pensamiento crítico. Además, aumenta la posibilidad de trabajar en grupo, de resolver problemas, de comunicarse, pedir y dar ayuda, etc, todas habilidades esenciales para sus vidas.

No olvidemos que nuestros alumnos no son solo consumidores, ahora ya son prosumidores, es decir, producen contenido. Si se les permitiera, podrían entregar trabajos muy complejos como si se desempeñaran en un estudio audiovisual.

Si vamos más profundo en esta propuesta de autonomía, podríamos pensar inclusive que en las instancias de evaluación, el alumno podría autoevaluarse y podemos también alentar la coevaluación y hasta la evaluación cooperativa. Esto no solo lo ayudaría a desarrollar la responsabilidad, sino también les daría una mayor visión de qué está bien y qué debe corregir en relación a su proceso de aprendizaje.

Un alumno que puede elegir de forma autónoma, eleva su motivación y baja su nivel de estrés, lo que mejora su aprendizaje.

La estimulación para aprender tiene un valor intrínseco porque les da una oportunidad de reflexión que desarrolla a su vez su capacidad de aprender, de desaprender y de volver a aprender. Esta autonomía le permite tomar decisiones que al mismo tiempo le reforzarán el compromiso con su avance cada vez más.

En nuestras aulas coexisten cóndores, pavos, gallinas, águilas, teros y otros.

Debemos trabajar para alentar el potencial de cada uno de ellos. Seguramente esto se dificulta en el aula tradicional, con la lógica de escuela tradicional. Es hora de cambiar la matriz didáctica de la escuela.

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