Todos los informes indican que la Cumbre de las Américas mostró a un Estados Unidos débil y cuestionado por haberse arrogado el derecho de seleccionar a los invitados y de rechazar los pedidos para incorporar a los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Esta posición generó ausencias importantes en solidaridad con los omitidos. En los discursos pronunciados durante la cumbre se destacó el del presidente Alberto Fernández, con la frase poética “el silencio de los ausentes nos interpela” para señalar su disgusto y la afirmación de que sería la última Cumbre donde el anfitrión no convidara a todos sin importar el régimen imperante en el país, sin acordarse de la posición que mantuvo el Mercosur cuando calificó como golpe de Estado el reemplazo de Fernando Lugo en 2012 o el Compromiso Democrático de Ushuaia.
El único documento aprobado durante la Cumbre fue la Declaración sobre Migración, con el propósito de regular en conjunto y en forma legal los movimientos migratorios en la región. Los países citados son Belice, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Guatemala, México, Canadá, España y Haití. Los Estados Unidos se comprometieron a reanudar el Programa de Reunificación de Familias Cubanas (CFRP), combatir las redes de tráfico de personas y mejorar las condiciones para el tratamiento de las solicitudes de asilo en frontera.
Si bien es cierto que los resultados estuvieron lejos de las expectativas de los organizadores, también es verdad que América Latina y el Caribe no pudieron unificar sus demandas para tratar de encarar con el Gobierno de los Estados Unidos una cooperación financiera sustantiva, iniciativas políticas en los organismos financieros internacionales y de comercio internacional o la relocalización industrial.
Los Estados Unidos ya poseen una red de acuerdos para facilitar el comercio con la mayoría de los países de América Latina y el Caribe. Estos compromisos son la Iniciativa de la Cuenca del Caribe y los Programas HELP y HOPE para Haití, el Acuerdo de Libre Comercio con América Central y República Dominicana (CAFTA-DR), el Acuerdo USMCA con Canadá y México, y los ALC con Colombia (2012), Perú (2009), Chile (2004) y el Protocolo de Inversión y Comercio con Ecuador (2021). La única zona afuera de esta red de acuerdos comerciales es el Mercosur, que siempre rechazó por razones políticas involucrarse en un negociaciones de libre comercio. Brasil firmó un Acuerdo sobre Reglas y Transparencia (2020) y Uruguay un Acuerdo Marco de Inversiones (2007). La Argentina firmó un Acuerdo de Protección Recíproca de Inversiones aprobado por Ley 24.124 en 1992, que se renueva automáticamente cada 10 años.
México como parte de su política “sutil” firmó con Estados Unidos y Canadá un documento en el que se reafirma el apoyo a la independencia, soberanía e integridad territorial de Ucrania y condena la invasión injustificada de Rusia de su “soberano y democrático vecino” en violación de la ley internacional. México mostró al igual que lo hizo en la apertura de la Conferencia Ministerial de la OMC su solidaridad y coincidencias con las posiciones de los Estados Unidos. A su vez, la Representante Comercial de los Estados Unidos, Katherine Tai, como señal de dónde están las prioridades, se trasladó a París al día siguiente de su estadía en Los Ángeles para una reunión con los países asiáticos signatarios del IPEF con el propósito de avanzar en negociaciones del pilar comercial que promuevan “la actividad económica, inversiones sustentables y crecimiento inclusivo”.
Al tiempo que se reclamaba por los “ausentes que interpelan”, Nicolás Maduro, de visita en Teherán, firmaba con Ebrahim Raisi un Acuerdo de Cooperación por 20 años y Daniel Ortega autorizaba por decreto el ingreso de tropas, naves y aeronaves de las Fuerzas Armadas de Rusia, a partir del 1 de julio. Estos alineamientos internacionales en momento de la invasión a Ucrania y el estancamiento de las negociaciones con Irán en Ginebra sobre el Acuerdo Nuclear difícilmente hayan sido contabilizados cuando se planteó la participación de los Estados Unidos en el próximo plenario de la CELAC.
El paño ideológico volvió a teñir las relaciones con los Estados Unidos más allá de los simpáticos diálogos diplomáticos que se mantienen en este tipo de reuniones. La Cumbre fue una oportunidad perdida, no tanto para los Estados Unidos que requiere poco de la región, sino para América Latina y el Caribe, que necesitan de la colaboración para enfrentar esa situación a la que se alude en los discursos pero que tan difícil pareciera encararse con propuestas concretas.
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