El mercado de trabajo urbano argentino se encuentra fuertemente fragmentado. La crisis económica que se inició en 2018 y a la que se sumaron los efectos de las medidas de aislamiento por la pandemia de COVID-19 profundizaron estas desigualdades socioeconómicas: se incrementó el desempleo, la inactividad forzada y se perdieron ingresos, en especial, en el sector informal. En este marco, la cuestión de los trabajadores pobres (personas ocupadas que viven en pobreza pese a tener un trabajo) ha ganado centralidad en la agenda social y en el debate público.
¿Cuál fue la evolución de la pobreza entre trabajadores en la última década? De acuerdo con el último informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, “Crisis y parcial recuperación del empleo en tiempos de COVID-19. Brechas estructurales en los mercados laborales de la Argentina urbana”, la cuestión de los trabajadores pobres no es nueva en nuestro país, aunque se ha agudizado a partir de la crisis iniciada en abril de 2018 y profundizada por el COVID-19. Tras mantenerse en niveles inferiores al 20% entre 2010 y 2017, la pobreza de trabajadores pasó de 15,5% a 27,2% entre 2017 y 2019 y alcanzó a 28,2% en 2021. Esta evolución es el reverso de lo ocurrido con la dinámica laboral y, en particular, con los ingresos: según los datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA), entre 2017 y 2021, las remuneraciones provenientes del trabajo se redujeron 18,8% en términos reales en un contexto de crisis económica y alta inflación.
Si bien en los últimos años el porcentaje de trabajadores pobres se incrementó, no todos los trabajadores tienen similares chances de vivir en pobreza. Como se aprecia en el gráfico, los ocupados del sector informal –que por lo general se desempeñan en actividades como el pequeño comercio, la construcción y los servicios personales– duplican el nivel de pobreza que registran los trabajadores del sector formal. En igual sentido, la calidad del empleo importa: el 58,2% de quienes son subempleados inestables son pobres, frente a 12,6% de quienes tienen un empleo pleno. Pero la pobreza de trabajadores no es solo un fenómeno relacionado con las características de los trabajadores y sus ocupaciones. También se vincula con las características de sus hogares. Así, se aprecia que solo 1 de cada 10 trabajadores que vive en hogares sin niños menores de 18 años es pobre, frente a 4 de cada 10 de los que viven en hogares con chicos. Esto revela que los actuales mecanismos de transferencias por carga de familia no parecen suficientes para compensar los requerimientos de los hogares de una parte importante de los ocupados.
Si bien las cifras de incidencia dan un orden de magnitud de la cuestión de los trabajadores pobres, cabe señalar que se trata de un fenómeno dinámico: mientras que algunos trabajadores permanecen en la pobreza entre un año y el siguiente, otros salen y entran. La EDSA cuenta con un relevamiento de tipo panel que permite seguir la situación socioeconómica de una parte de los encuestados y analizar la dinámica de la pobreza entre trabajadores. Este análisis dinámico es relevante para diferenciar grados de severidad de la pobreza de ocupados (no es lo mismo permanecer por largos períodos en pobreza que experimentar episodios transitorios) e informar a la política pública para mejorar diagnósticos y especificar intervenciones. ¿Qué características tienen las entradas y las salidas de pobreza? ¿Cuál es el perfil de los trabajadores que permanecen durante más tiempo en pobreza?
De acuerdo con la EDSA, el 17% de los trabajadores permaneció en pobreza entre 2020 y 2021, mientras que 10,3% logró salir y 9,2% empeoró su situación y entró en pobreza. Dicho de otro modo, más de la mitad de los trabajadores pobres en la Argentina urbana lo son de manera persistente, mientras que los restantes experimentan una pobreza transitoria. En la tabla anterior se presentan algunas características del perfil social de estos trabajadores. Si nos concentramos en los trabajadores pobres “persistentes” (aquellos que fueron pobres en 2020 y en 2021), se destaca que 44,1% tienen edades centrales (30 a 44 años), tres cuartas partes de ellos no terminaron la escuela secundaria (75,7%), y casi 9 de cada 10 viven en hogares con niños. A esta descripción cabe sumar que 6 de cada 10 viven en el Conurbano Bonaerense. En términos ocupacionales, la pobreza persistente se asocia con la informalidad, pero esto no agota el fenómeno: el 57,9% de los trabajadores pobres persistentes se desempeñan en actividades del sector microinformal y el restante 42,1% lo hace en el sector formal (tanto público como privado).
En el documento “Crisis y parcial recuperación del empleo en tiempos de COVID-19. Brechas estructurales en los mercados laborales de la Argentina urbana” también se detalla que muchas salidas de la pobreza tienen un impacto limitado sobre las condiciones de vida de los trabajadores pobres. En efecto, el 57,8% de quienes dejan de ser pobres pasan a tener un ingreso familiar que está apenas por encima de la línea de la pobreza (entre 1 y 1,5 líneas de pobreza), de modo que son especialmente vulnerables a los shocks económicos. ¿Qué mecanismos están detrás de estas entradas y salidas de la pobreza? De acuerdo con la información de la EDSA, entre 2020 y 2021, el 42% de las entradas en la pobreza de trabajadores se relaciona con eventos laborales que se atravesaron en sus hogares, como la pérdida del empleo por parte de algún integrante y/o la reducción de sus ingresos. En el caso de las salidas, un 32,8% se explica por eventos similares: un aumento de los ingresos entre los miembros del hogar y/o la posibilidad de tener más ocupados luego del período de aislamiento por COVID-19, y un 59% por eventos similares combinados con otros eventos positivos (un aumento de ingresos no laborales, por ejemplo).
La descripción anterior permite diferenciar dos componentes de la pobreza de trabajadores en la Argentina urbana: uno coyuntural y otro estructural. En la evolución reciente, el componente coyuntural remite al crecimiento de la pobreza de ocupados como resultado de la erosión de las remuneraciones laborales reales en un contexto de alta inflación. Es posible que este componente se asocie también con una mayor fluidez en las entradas y en las salidas de la pobreza. Hay, sin embargo, un componente más estructural, que remite a la relación entre pobreza, informalidad e, incluso, el diseño institucional de los sistemas de protección social dirigidos a trabajadores con niños a cargo. En cualquier caso, alcanzar el objetivo de la erradicación de la pobreza en la Argentina –contemplado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible– requiere poner en el centro de la agenda la cuestión de los trabajadores pobres.
Ahora bien, como se vio, la reducción de la pobreza de trabajadores demanda una agenda coordinada en varios niveles. En el plano macroeconómico, como se advirtió, la elevada inflación se ha constituido en un factor central del comportamiento de la pobreza de trabajadores, por lo que su reducción aparece como un requisito ineludible. De igual modo, si bien la recuperación económica de 2021 y de los primeros meses de 2022 constituyen buenas noticias, parece imprescindible acompañarla con activas políticas de ingresos que hagan posible recuperar la pérdida del salario real consolidada entre 2018 y 2020. La reducción de la pobreza de trabajadores también demanda una agenda laboral centrada en la promoción del empleo formal, en particular, en las pequeñas y medianas empresas, a la vez que políticas productivas que permitan ganar productividad a la economía social y popular. Por último, se requiere de políticas sociales que contemplen el aseguramiento de ingresos, la activación laboral y un foco en el sostenimiento de ingresos de los trabajadores con carga de familia. La agenda es compleja y requiere de un amplio debate ciudadano que permita alcanzar acuerdos polifónicos y sostenibles.
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