Energía, el virus más peligroso del populismo

El congelamiento de tarifas y precios es la forma más rápida de comprar votos, cínicamente aprovechando la necesidad de la gente, hipotecando el futuro de todos en el altar del presente de unos pocos

Alberto Fernández y Cristina Kirchner en el acto por los 100 años de YPF

Como dice un conocido periodista: “Los hechos son sagrados y las opiniones son libres”. El hecho sagrado es que después de 100 años, el valor del equity (valor de capitalización del mercado menos la deuda) de YPF es casi cero.

Pero como en el país de los ciegos el tuerto es rey, el Gobierno festejó el cumpleaños de la empresa al mismo tiempo que la mitad del país está sin gasoil y las escuelas sin gas. Y lo peor, está por venir.

Nada resulta más claro en los tiempos que corren: la energía -en todas sus formas- tiene una importancia superlativa para el desarrollo de los países y el bienestar de la población.

La definición de “estratégica” -en referencia a la Política Energética de una nación- es una verdad indiscutible desde ya hace mucho tiempo, para todos aquellos que por una u otra razón estamos relacionados con esta materia.

Sin embargo, para el común de la gente se ha convertido en una dolorosa verdad revelada, que sufre día tras día por los desatinos del Gobierno en las decisiones sobre políticas referidas al gas, al gasoil, la energía eléctrica, entre tantas otras.

Cabe aclarar que, si bien la ideología del actual gobierno en materia energética es bochornosa por donde se la mire, no deja de ser menos cierto que la clase política en general -más conocida últimamente como la “casta”- prefiere mirar hacia otro lado cuando se pone sobre la mesa la necesidad de “corregir el problema de raíz”.

Esto es así porque el político de turno tiende, en la medida en que se acercan los períodos de elecciones, o para mantener y consolidar una base de electores ignorantes, a tomar “la medida populista” por excelencia, que es la de congelar precios y tarifas.

El acto político de congelamiento de las tarifas y los precios es la forma más rápida de comprar votos, cínicamente aprovechando la necesidad de la gente, hipotecando el futuro de todos en el altar del presente de unos pocos.

Esta medida en sí misma, tiene un efecto de zafarrancho negativo multiplicador en la economía, que se empieza a notar cuando el stock de capital se va consumiendo.

Veamos. Voy a poner un ejemplo ganadero -que ya vivimos en otro gobierno populista anterior. Cuando el gobierno intervino el mercado de la carne, y los ganaderos dejaron de invertir en aumentar las cabezas de ganado y enviaron al matadero a las vacas. Así un día nos quedamos sin vientres, nos comimos literalmente el capital. Resultado nefasto.

En energía ocurre lo mismo. Mientras muchos festejaban el congelamiento de tarifas y precios a las distintas energías -los mismos que festejaron en su momento a un ex gobernador devenido en presidente al anunciar el default con el FMI- otros anticipábamos la crisis que esto traería en toda la cadena energética y que poco a poco, se iba a ver cómo se consumía el capital de la industria, así como se consumieron los vientres.

El congelamiento de precios en cualquiera de sus formas, es una enfermedad y sus consecuencias, históricamente conocidas, trágicas: los subsidios. Los subsidios son el virus con que el populismo invade el cuerpo del sistema económico y para peor, la ignorancia combinada con el cinismo del populista de turno, vacuna al sistema con emisión monetaria descontrolada que termina en una inflación también descontrolada.

Es sabido, que la inflación es el impuesto más destructivo que la población está condenada a enfrentar todos los días, y destinada a perder contra ella, también todos los días.

Electricidad, gas y naftas

En cuanto a la energía eléctrica se refiere, el congelamiento afecta no solamente la capacidad de pago de las Distribuidoras a CAMMESA por la energía que esta le compró a las Generadoras, sino también en la incapacidad de mantener y aumentar la infraestructura de las redes.

Respecto del impacto en el gas, las consecuencias indeseadas del congelamiento, se abren como un abanico. Por un lado, cuando hablamos de gas, estamos hablando de producción de gas. Al igual que en el petróleo, estamos hablando de un proceso que incluye el riesgo de la exploración, la producción, el transporte, el almacenamiento y la distribución. Son mercados de commodities que, sin un precio y reglas competitivas es imposible que generen condiciones de inversión y desarrollo.

Con precios intervenidos, no solo no se realizan las inversiones de gran escala en exploración, ni en producción ni en infraestructura indispensables para el desarrollo, sino que, cuando nos damos cuenta, ya es tarde: desabastecimiento.

Política monetaria

Como la primera dosis de congelamiento no fue suficiente, entonces nos “vacunaron” con la segunda: los controles cambiarios, más villanamente conocido como cepo. Se fija entonces un tipo de cambio cuasi fijo, se limita el acceso al mercado de divisas para importar insumos o equipos, se prohíben de hecho el giro de divisas al exterior, etc. Las consecuencias son muchas y graves.

Como la segunda dosis fue tan mala como la primera, entonces viene la tercera. El sistema se tambalea y está expuesto a caer en alguna de las variantes entre recesión o altísima inflación o estanflación.

En este estado de situación, los capitales monetarios y humanos, buscan otros mercados y los argentinos nuevamente nos aislamos del mundo y una vez más tenemos que “vivir con lo nuestro”.

El mercado energético, como parte del mercado total, se ve impactado brutalmente por este cóctel de virus más vacunas equivocadas, que no hacen más que empeorar la situación.

La Argentina está sentada sobre el segundo yacimiento más grande del mundo de gas y petróleo no convencional. Pero como el BCRA está tan falto de divisas como el Gobierno de buenas ideas, el virus y las supuestas vacunas nos muestran lo peor de ellos y sus gestores:

1-No tenemos el gas que necesitamos, ni para nuestra economía en general, ni para los colegios.

2-No tenemos el gasoil que necesitamos, ni para el campo ni para las usinas eléctricas ni para el transporte de cargas.

3-No tenemos gas para continuar con la transición energética hacia una economía más sustentable y limpia.

4-No tenemos ni el gas ni el petróleo que podríamos estar exportando.

5-No tenemos los dólares para construir un gasoducto que hace años sabemos que necesitamos y que, de no haber destruido todo lo que en esta materia hizo el gobierno de Mauricio Macri, el país y su gente hoy estaría viviendo mucho mejor.

Concluyendo entonces, no se ve ningún análisis de previsibilidad de mediano plazo, ni medidas innovadoras, lógicas de países exitosos, con sustentabilidad de mediano y largo plazo. Solo un refrito de viejas ideas amarillas.

Los subsidios a la energía llevaron al país a rifar USD 150.000.000.000 (ciento cincuenta mil millones de dólares). La Fiesta inolvidable del populismo.

SEGUIR LEYENDO: