Los argentinos vivimos sumergidos en la coyuntura. La inflación, los cortes de calle, la inseguridad y las crisis políticas nos impiden levantar la cabeza y analizar que está sucediendo en otras partes del planeta. Lo que está sucediendo es que el mundo transita un cambio demográfico absolutamente trascendental, que tendrá impacto sobre todos nosotros.
El crecimiento de la población mundial se está desacelerando. Al mismo tiempo, se está invirtiendo la pirámide demográfica. Según la ONU, actualmente el 17,1% de la población mundial la representan menores de 9 años y el 13,6% son mayores de 60 años. En 2036, los menores de 9 años caerán al 15,2% y los mayores de 60 años los superarán alcanzando el 18% del total. La población mundial crece a una tasa del 0,8%, mientras que los mayores de 60 años crecen a un ritmo del 3,2% anual. Es decir, en apenas 15 años habrá más adultos mayores de 60 años que menores de 9 años.
Este cambio se produce en primer lugar por la caída en las tasas de fertilidad. En numerosos países, como Japón y gran parte de Europa, los nacimientos se encuentran por debajo de las tasas de reemplazo poblacional. Este factor se combina con la creciente expectativa de vida, que se incrementa actualmente a razón de un año por década.
En apenas 15 años habrá más adultos mayores de 60 años que menores de 9 años
En este escenario, resulta fundamental analizar que rol cumplirán a futuro los sistemas de jubilatorios. La creciente longevidad marcará el nuevo diseño de los sistemas previsionales. Pero también coloca sobre la mesa un debate que cada día cobra más fuerza: ¿es la jubilación el único instrumento de planificación financiera que debemos evaluar para nuestro retiro?
Tal como plantean Lynda Cratton y Andrew Scott en “La vida de 100 años”, los modelos previsionales contemplan un esquema de existencia de solo tres etapas: formación, trabajo y retiro. Si naciste en 1945, con una expectativa de vida de 75 años, este modelo ha sido un éxito para tu planificación de vida.
Por su parte, quienes nacieron en 1975, con una expectativa de vida de 85 años, viven una realidad distinta. Han sido influenciados por la formación de sus padres, pero ya ven que este esquema de tres etapas no funcionará. El mercado laboral cambia rápidamente, la evolución tecnológica genera la desaparición de puestos de trabajo, pero al mismo tiempo crea nuevas oportunidades. Esto los impulsa a reinventarse a mediana edad, abandonando el concepto de formación en la etapa inicial de la vida y dando lugar al concepto de “aprendizaje continuo”. Por otra parte, también estamos presenciando las crisis de los sistemas jubilatorios, que afrontan paulatinamente el pago de mayor cantidad de prestaciones con cada vez menos recursos. Esto tiene una consecuencia que ya es palpable: prestaciones cada vez más bajas. Entonces, los que hoy se encuentran en sus cuarenta, comienzan a evaluar alternativas de ahorro e inversión para complementar los haberes jubilatorios que pueda eventualmente pagar el Estado llegado el momento.
Estamos presenciando las crisis de los sistemas jubilatorios, que afrontan paulatinamente el pago de mayor cantidad de prestaciones con cada vez menos recursos.
Por el contrario, quien nació en el año 2000, que tiene una expectativa de vida de 100 años, diseña su trayectoria de vida por fuera del esquema de tres etapas. Se adaptan a los cambios rápidamente y apuntan a una planificación con independencia financiera, donde el haber jubilatorio estatal no ocupa ningún rol.
La mayor longevidad implica inexorablemente un cambio, porque necesitamos financiar una vida más larga. Esto puede generarnos un impacto emocional, hasta angustia, pero no debemos perder de vista que vivir más tiempo es un regalo, una oportunidad. Ahora bien, generamos mayores ahorros durante nuestra vida laboral o trabajamos durante más tiempo. Quienes tenemos menos de 50 años necesitamos tomar decisiones.
Todos queremos contar durante nuestro retiro con ingresos de al menos el cincuenta por ciento de nuestros salarios en actividad. Los sistemas de jubilaciones estatales ya no podrán garantizar ese ingreso. Como cualquier esquema piramidal, su sustentabilidad se basa en un creciente número de ingresantes al sistema a lo largo del tiempo. Los aportantes en actividad financian las prestaciones de los pasivos. Si cae la tasa de fertilidad y crece la expectativa de vida, se genera un desbalance entre los ingresos y los egresos que pone en jaque la ecuación.
¿En qué están trabajando los países desarrollados como alternativa? En primer lugar, implementan reformas de los sistemas estatales: extensión de la edad jubilatoria, ampliación de la cantidad de años de contribución y reducción de la tasa de sustitución. Pero este tipo de iniciativas son altamente impopulares y por ello lo hacen de forma paulatina.
Si observamos el sector privado, la velocidad ha sido claramente otra. Desde mediados del siglo pasado los planes de pensión de las empresas a favor de sus empleados se volvieron populares. Servía como una herramienta de retención para sus talentos, ofreciendo un fondo al cual la compañía aportaba dinero todos los meses para complementar la futura jubilación estatal. Pero estos programas con el tiempo resultaron costosos y financieramente inviables. Cuatro décadas después de implementarlos, comenzaron a desarmarlos. Por ejemplo, en el Reino Unido en 1987 existían 8.1 millones de miembros asociados a los “pension plan”, ya en 2011 el número había caído a 2.9 millones. En el caso de Estados Unidos, en 1983 el 62% de los asalariados se encontraban afiliados al plan de pensión de su empresa, mientras que en 2013 ese número alcanzaba apenas el 17%.
Todos queremos contar durante nuestro retiro con ingresos de al menos el cincuenta por ciento de nuestros salarios en actividad. Los sistemas de jubilaciones estatales ya no podrán garantizar ese ingreso
Además de trabajar en la sustentabilidad de los sistemas jubilatorios a través de reformas, la Unión Europea desde el año 2010 elabora iniciativas que permiten extender la vida laboral activa. También proponen programas de educación financiera desde temprana edad, que brindan herramientas dirigidas a la independencia económica de los ciudadanos.
En Argentina el escenario es aún más complejo. Prácticamente la mitad de los trabajadores lo hace en la informalidad laboral. El empleo no registrado tiene como contrapartida la imposibilidad de completar los 30 años de aportes al alcanzar la edad jubilatoria. De hecho, casi 8 de cada 10 jubilados necesitan de moratorias en alguna proporción para poder obtener su beneficio jubilatorio. Las moratorias previsionales han permitido la jubilación de más de 4 millones de personas. El trabajo informal, sumado a los millones de aportantes al monotributo, han generado un desfinanciamiento insostenible de la ANSES.
Nuestro país necesita incentivar seriamente el blanqueo laboral para los empleados en relación de dependencia. Asimismo, ofrecer mejores alternativas de ahorro para los monotributistas y trabajadores autónomos, condenados a cobrar jubilaciones mínimas por la baja cuantía del aporte derivado a su futura jubilación.
El empleo no registrado tiene como contrapartida la imposibilidad de completar los 30 años de aportes al alcanzar la edad jubilatoria
En paralelo, debemos fomentar la independencia financiera de los menores de 50 años. Enseñar desde temprana edad cómo se calculan los ahorros que debo realizar durante los tiempos de trabajo. Cuáles son las variables que debo contemplar: posibles ingresos, la utilidad por invertir mis ahorros, cuánto dinero necesitaré para vivir plenamente, si recibiré algún bien heredado, etc. Estos aspectos son sumamente relevantes a la hora de planificar financieramente mi futuro, detalles que las leyes de jubilaciones no prevén, porque establecen un único cálculo aplicable a millones de personas.
En cuanto a extender la edad activa, debemos fomentar programas para la reconversión laboral de los mayores de 45 años. Brindarles herramientas a mediana edad poder aprender nuevas aptitudes y acceder a nuevos puestos de trabajo. Que puedan acompañar los cambios del mercado laboral y los avances tecnológicos en un esquema de aprendizaje continuo, abandonando el “lo que no aprendí hasta acá, ya no puedo aprenderlo”.
Ante los cambios demográficos y tecnológicos que se avecinan, Argentina necesita correrse de la coyuntura diaria por un momento para pensar e impulsar los cambios que estamos necesitando. Debemos pensar en nuestro futuro. Las jubilaciones estatales son cada vez menores en todo el mundo, no solo aquí. La responsabilidad del ahorro se está devolviendo al individuo. Si no empoderamos a las personas para ser financieramente independientes, nos enfrentaremos con un escenario social y económico absolutamente insostenible. Ahora es la hora.
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