Después de la tormenta

Peronismo tal cual nació no hay más. Y sería un anacronismo rescatarlo. Sin embargo, hay algunas esencialidades que deben ser recuperadas y custodiadas

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Carlos Menem junto a Néstor
Carlos Menem junto a Néstor y Cristina Kirchner

Luego de la lluvia pueden observarse en el campo pequeños montículos sobre nivel. Donde antes había hierba ahora hay tierra. Son las hormigas que han subido a la superficie reconstruyendo su hábitat inundado. Si se lo patea, cientos de miles corren desesperadas en distintas direcciones buscando un nuevo hogar. Causa impresión observar esa masa hirviente en movimiento big bang. No tengo estudiado si algunas se pierden en el camino. Así está hoy el ¨peronismo¨.

Una disparada generalizada en busca de un nuevo hábitat. Esto explica reuniones impensadas entre políticos que se autoperciben peronistas y claman al cielo que cese la tormenta. ¿Para salvar a quién: al gobierno, al peronismo, al kirchnerismo? No hay claridad, de ahí los cruces inimaginables o contra natura. Buscan nombres, no ideas. Hormigas negras y coloradas se atropellan en dosel. Final cantado, se pelearán sin más trámite.

Definiciones que son necesarias

Sería absurdo intentar repetir, para bien o para mal, lo realizado hace ochenta años por Perón, no obstante, algunos discursos huelen a tufo recuperatorio. Folklore.

Explicar por qué es imposible repetir aquella experiencia me transformaría de inmediato en un retardado o un imbécil. Hay cosas que van de suyo. De la misma manera, explicar que el kirchnerismo y el menemismo, no obstante ser hijos del peronismo, como Caín y Abel lo fueron de Adán y Eva, a esta altura es un sin sentido. Aunque cierto periodismo rupestre los asimila y los iguala con la palabra mágica: populismo, no tienen nada que ver entre ellos, aunque canten la marcha. Que se repitan algunas figuritas en un sector u otro, habla de moral, no de política. No sirve.

Populismo es una definición de usos múltiples, sirve para un fregado como para un barrido. Con el populismo ocurre como con las Monarquías. El poder centralizado en un Rey. Ahora, hay que saber distinguir entre una Monarquía Absolutista y el Despotismo Ilustrado. No son lo mismo. Con el populismo ocurre del mismo modo. Los hay variados, como en botica, de modo que lo importante es para donde apuntan. El republicanismo aséptico no existe tampoco, también hay que entender para dónde va. Desde las alturas de su supuesta higiene ideológica, también tiene su corazoncito. De modo que hay valores permanentes. Derecha e izquierda, liberal e iliberal siguen y guardan más valor que el hechizo libidinal del populismo.

Los hijos de Perón

Decíamos entonces que los hijos de Perón son absolutamente diferentes y encontrados. El menemismo, en sus planteos historiográficos, reivindicó el ciclo venturoso de la Argentina volcada al mercado mundial, entre 1860 y 1930. Ponderó el ciclo roquista, heredero de la Batalla de Caseros, que dio por tierra con Juan Manuel de Rosas. Revalorizó la figura de Sarmiento y exaltó a la Generación del 80. El kirchnerismo, por el contrario, asumió la interpretación del nacionalismo y el forjismo: la Argentina del 80 y del Centenario era el país del oprobio, la dependencia y la entrega. Como ejemplo, entre miles, el 25 de mayo pasado Julio De Vido en un acto con Milagro Salas y Esteche denigró la figura de Urquiza, Sarmiento y Mitre. Trayendo al presente el viejo debate de la década de 1930.

El menemismo se identificó con el Perón justista y revalorizó la década del 30 de la cual Perón fue su heredero, y no su contradictor.

El menemismo intentó cerrar heridas y el kirchnerismo abrirlas. No tienen nada que ver, el uno con el otro, por más que algunos mal leídos y ligeros de ideas intenten explicar las diferencias insalvables, por la década que le tocó a cada uno. No es así.

Hacia el futuro

Los errores de interpretación que los actuales cuadros políticos autopercibidos peronistas, tienen sobre el origen de su movimiento, explican la catástrofe a donde han llevado a su partido. Escuchar al Presidente y algunos Ministros, fundamentalmente ex intendentes de la Provincia de Buenos Aires, clamar por el voto porque si no viene la derecha, evidencia una profunda ignorancia.

Peronismo tal cual nació no hay más. Y como hemos dicho sería un anacronismo rescatarlo. Sin embargo hay algunas esencialidades que deben ser recuperadas y custodiadas. El Golpe de Estado de 1943 del cual participó Perón, podríamos decir en tercera línea, fue un intento de las FF.AA. de acabar con el fraude, por un lado, e impedir el triunfo electoral de la Izquierda por el otro. El extenso discurso de Perón en la Bolsa de Comercio de 1944 es esclarecedor. En una rápida síntesis, dice: la Primera Guerra abrió el camino al comunismo en Rusia, habría, entonces, un gran riesgo de repetir la nefasta experiencia en otros lares, al terminar la Segunda.

El empresariado no creyó estas palabras. La UIA en 1945 afirmaba: “Examinando serenamente hallamos que en nuestro país nunca existió una verdadera lucha de clases con las características propias de los países de tradición industrial”. Declaraciones que revelan una grave irresponsabilidad del empresariado. El Ejército, sí, creía en el riesgo del enfrentamiento social.

La acción de Perón desde la Secretaría de Trabajo tuvo el objetivo de arrebatarle a la izquierda el discurso y vino a demostrar que el Ejército, desde el cuadrante de la derecha, se ponía al hombro la Justicia Social en el país. Del mismo modo que en su momento el general Julio Roca intentó lo mismo con el Código de Trabajo, y los empresarios y la izquierda se opusieron.

En las elecciones de 1946 Perón enfrentó a la izquierda, la Unión Democrática constituida por el comunismo, el socialismo (al que Perón llamaba los rojos) y la democracia progresista. Los conservadores allí no estuvieron por decisión del comunismo. Por lo tanto no lo hizo desde el centro y con consenso. Se ubicó en el extremo contrario. De modo que al oír hoy en día a seudos peronistas advertir que si pierden viene la derecha, es como asustar al cuco con el hombre de la bolsa. Una burrada olímpica, Perón fue la derecha popular con un fuerte sesgo republicano, aunque, corresponde decirlo, con un marcado tono imperioso. Y a partir de 1950 se fue alejando de su discurso antiimperialista, que complacía a un electorado trabajado por el nacionalismo del 30, y con Gómez Morales se fue acercando a un capitalismo de mercado que le trajo serios dolores de cabeza al interior de su partido y con un sector de la sociedad trabajado por el antinorteamericanismo.

Crisis final

Al bajarse del ballotage, el doctor Carlos Menem, que se había ubicado en el mismo cuadrante que Perón, dejó ese espacio vacío y sin conducción. Años después intentó ocuparlo Macri pero no tenía la jerarquía, ni se identificaba con los sectores sociales afines al menemismo y no tuvo el coraje de reivindicarlo, quizás por su alianza con el radicalismo. Fue un jaife.

Ese espacio sigue libre hoy. Milei sin compromisos con el progresismo sostiene que ha sido Menem el mejor Presidente de la historia. Lo reivindica, busca raíces culturales. Lamentablemente ese espacio debió haber sido ocupado por el peronismo. El tiempo dirá.

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