Como la niָñez es el futuro, todos quieren apropiarse de ella para asegurárselo. Esto no es ciertamente algo nuevo en la historia de las ideas y las creencias. En la hiperideologizada década de los setenta, Ariel Dorfman y Armand Mattelart alumbraron un verdadero bestseller de la izquierda latinoamericana: Para leer el Pato Donald, donde se describe cómo inocentes niños habríamos sido catequizados por el execrable palmípedo en el más temible capitalismo.
Durante los aָños cincuenta, una labor pedagógica que el justicialismo ejerció con fruición mediante textos escolares, no se practicaba solamente en la escuela pública, como es común escuchar, sino en una revista que, usando una expresión epocal, también estaba dirigida a la gente menuda: Mundo infantil, la revista del niño peronista.
El adoctrinamiento autoritario
Los caminos utilizados por el poder político para este quehacer han sido muy diversos. El komsomol fue una gigantesca organización juvenil del Partido Comunista soviético que llegó a tener cuarenta millones de miembros. Una verdadera maquinaria totalitaria al servicio de la ideología. En el extremo opuesto, durante el nacionalsocialismo los niños alemanes se entretenían con juguetes antisemitas y a cierta edad entraban a formar parte de las Hitlejugend, las juventudes hitlerianas.
Durante el franquismo fue muy popular la revista Flechas y Pelayos, prohijada por la Falange y dedicada a la formación política de los infantes españoles. Un haz de flechas como símbolo de la unidad y con origen en los reyes fundadores Isabel y Fernando forma parte del escudo de ese movimiento político que fue la columna vertebral del régimen en sus primeros años. La misma idea de unidad -ciertamente central en los nacionalismos autoritarios- es simbolizada en el fascismo por el fascio o haz de lictores, representativo de la autoridad en la antigua roma.
Il Duce sempre ha ragione
En el fascismo se llegaron a confeccionar muy completos manuales dedicados a la formación de una nueva clase de futuros ciudadanos italianos: los balilla. Balilla es el apodo de Giovanni Perasso, un niño genovés que resistió a los austriacos y se convirtió en un símbolo nacional.
El Estado italiano organizó la Obra Nacional Balilla, un verdadero ejército de niños al servicio de la nueva religión política. Dos instrumentos pedagógicos especialmente diseñados que cumplían la función de un verdadero catecismo fascista se ocuparon del adoctrinamiento infantil: Il capo squadra balilla y La capo squadra piccola italiana.
Los jefes políticos se esmeraban allí en enseñarles con todo detalle desde el juramento que se ha prestar al Duce, hasta el saludo y las reglas de conducta moral y cívica que conformaban la ortodoxia fascista, pasando por el manejo del moschetto, la atención de los heridos, el correspondiente himno de acompasados sones marciales y hasta nociones de puericultura para las niñas. Finalmente, la norma número ocho rezaba el conocido apotegma fascista: Mussolini ha sempre ragione! La revista Il Balilla reflejaba semanalmente dichos contenidos, siendo la principal entre otras como Il Corriere dei Piccoli y Gioventù in armi.
Mundo Infantil
Mundo Infantil formaba parte de una constelación de publicaciones editadas por un superministerio de propaganda regentado por Raúl Apold, una suerte de zar de las comunicaciones considerado uno de los hombres más poderosos del régimen.
Una revista editada por la Escuela Superior Peronista, Mundo Peronista, poseía dos secciones especialmente dedicadas a los locos bajitos: Tu página de pibe peronista y El justicialismo explicado a los niños, pero Mundo Infantil entraba de lleno en la materia bajo una consigna del líder partidario: “Los pueblos que olvidan a sus niños renuncian a su porvenir”. En sus sucesivos números y desde su alto magisterio infalible, la palabra rectora de Perón recordaba a los docentes su sagrada misión de formar niños justos y patriotas inculcando en sus tiernos espíritus la doctrina justicialista.
La publicación incluía noticias puramente propagandísticas y escasamente atractivas para los infantes, como las actividades de las cooperadoras, pero también los resultados de los campeonatos Evita, que suscitaban el interés de la afición infantil. El deporte siempre ha sido igualmente objeto del especial interés de los autoritarismos. Como en los religiosos, Evita sublimó su maternidad negada en una maternidad del pueblo, y su imagen aparece frecuentemente asociada a los niños.
Pero sobre todo la revista abundaba en historietas, en las que se mostraban vidas ejemplares -como la de Luis Pasteur-, que sin embargo no evidenciaban necesariamente contenidos claramente ideológicos. Como es usual en el género, sus protagonistas solían ser animales que oficiaban de personajes como Picho de la Federal o La Vaca Aurora.
En Mundo Infantil publicaban escritores consagrados, aunque naturalmente casi todos peronistas, como María Alicia Domínguez, junto a otros que se inscriben en el parnaso nacional y popular, pero también asoman en sus páginas algunas historietas de origen norteamericano como la popular Periquita o el ídolo de todos los niños de la época: Tarzán.
Aunque podría esperarse encontrar en este rubro historias de gauchos como Juan Moreira o mejor aún, el Martín Fierro, no faltaría tampoco hasta una tira de extranjerizantes cowboys. Para colmo, entre los dibujos enviados por los pequeños lectores aparece mas de una vez el perverso capitalista Donald Duck.
Armand Mattelart y Ariel Dorfman explicarían con una sonrisa resignada que se trataba una vez más del tradicional pragmatismo justicialista. Sin embargo, y pese a todo, hay que reconocer que, aunque pudo haber tenido motivaciones non sanctas, el peronismo atendió más que otros gobiernos a las necesidades de los párvulos, especialmente de los humildes, sin convertirlos en soldaditos del régimen ni de narcoejércitos.
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