Feminista en falta: Ricky Gervais y la cancelación de la ironía

En el especial SuperNature, que Netflix estrenó esta semana, el comediante explica que será irónico y hasta el significado de la palabra, y luego bromea sobre todo –del cáncer a los niños muertos– y de lo que considera el tabú del momento: la cuestión trans. Mientras llueven los pedidos de cancelación, vale preguntarse: ¿no es mejor canalizar la neurosis colectiva a través del humor que dejar que la aprovechen los reaccionarios?

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Ricky Gervais: las redes ardieron de pedidos de cancelación después del lanzamiento de su especial SuperNature por Netflix
Ricky Gervais: las redes ardieron de pedidos de cancelación después del lanzamiento de su especial SuperNature por Netflix

No importa que Ricky Gervais comience su show explicando que será irónico, e incluso el significado de la ironía (“Es cuando digo algo que no creo para provocar un efecto cómico y ustedes como audiencia se ríen de lo incorrecto porque saben qué es lo correcto. Es una manera de satirizar actitudes”). A sólo tres días del estreno de SuperNature por Netflix, las redes estallan de pedidos de cancelación contra él y contra esa plataforma, contra quienes se ríen de sus chistes y, si fuera posible, hasta contra el sentido del humor que lo permite.

El actor y comediante inglés que se hizo popular como el jefe gris, retrógrado y desleal de la versión original de The Office tiene un punto ahí: en su stand-up bromea sobre el sexismo, el cáncer, el VIH, el hambre, el Holocausto, las violaciones, la pedofilia, el racismo, los niños gordos y los niños muertos, e incluso contra sus propios privilegios: “Soy un hombre blanco multimillonario, somos una minoría y no estoy llorando”, pero también aclara desde el principio que de la única cosa sobre la que nunca deberías hacer chistes hoy es sobre la cuestión trans: “Saben que estoy bromeando sobre todo lo demás, pero (sobre este tema) dicen ‘No, esto lo debe decir en serio’”.

Y claro, no lo atacan ahora por quejarse de que ya no puede encontrar graciosa La lista de Schindler, o por decir que no hay mujeres comediantes que lo sean, sino por meterse con lo que llamó anteayer en una entrevista con The Spectator “el tema más actual, del que más se habla, pero que más tabú ha sido en los últimos años”. Ese es parte de su planteo central: el humor y lo que ofende cambia a través del tiempo y una frase inofensiva antes, como “Las mujeres no tienen pene”, hoy es un problema a todas luces.

Gervais se centra en esa idea en el afán de enfrentar al “elefante en la sala”, dice. Lo suyo, como aclara, es trabajar con el tabú: “Siempre confronté los dogmas que oprimen a la gente y a la libertad de expresión”. Hay algo que el comediante también suele repetir: “Sólo porque algo te ofenda, no significa que tengas razón. No todo se trata de vos”. Es bueno recordarlo antes de enojarnos por el contenido de un show de stand-up.

¿Podemos decir y reírnos de cualquier cosa? Si lo pensamos bien, la verdad es que sí. Aunque es probable que al hacerlo molestemos a personas que tal vez ya la estén pasando mal y también que eso tenga consecuencias. El humor libera, claro. Pero así como no sería lógico esperar que una madre se ría en el entierro de su hijo –un chiste que Gervais también hace–, tampoco lo es pedirle a una persona trans que disfrute de comentarios transodiantes.

Los chistes de SuperNature son fuertes porque cruzan la línea de lo que estamos acostumbrados a decir en público. Y hay motivos razonables para que quien no sigue a Gervais –o no haya escuchado la explicación sobre la ironía con la que abre el paraguas en primer lugar– se sienta ofendido. Igual que en The Office, nadie que crea en la libertad y los derechos –incluido el derecho a expresarnos libremente– pensará que David Brent es un ser admirable, y tampoco entenderá que señalar a alguien por sus genitales es necesario ni bueno.

El show se emitió el 24 de mayo y enseguida recibió diversas reacciones
El show se emitió el 24 de mayo y enseguida recibió diversas reacciones

Lo que nos causa gracia a la mayoría de quienes nos reímos del show es justamente que esas actitudes sean satirizadas. Las de las TERF, pero también de quienes pretenden que el cambio social sea inmediato y obligatorio para personas que pasaron más de la mitad de su vida oyendo que cualquier diferencia respecto del binarismo y la moral tradicional era, como recuerda en SuperNature, “una desviación mental”.

Por supuesto que Gervais está en contra de eso, es lo que le da nombre y sentido a su especial: no hay nada de lo que existe que no sea natural, postula. Lo que somos, lo que percibimos que somos y lo que elegimos ser es parte de la naturaleza que algunos ven binaria. Y como el comediante sabe anticiparse, también dirá algo que debería ser obvio: el humor es subjetivo.

Un chiste no puede ser en sí mismo ofensivo: podés encontrarlo ofensivo, justo porque se trata de sentimientos. Y es que lo que nos ofende tampoco es igual para todos. Por supuesto que podés ofenderte, bromea: “Si digo algo esta noche que sea tan ofensivo, algo que nunca hayan escuchado en su maldita vida, vayan a la boletería. No les van a devolver su dinero, pero pueden llenar un formulario con su queja. Y yo me voy a limpiar el culo con ella”.

La comedia, como la gente, evoluciona, dice con sorna Gervais: ahora tiene reglas, hay que pegarle al fuerte y no a los débiles. Para Gervais es hasta condescendiente con esos débiles –las minorías a las que se supone que protegen quienes desde el mero “postureo ético tratan de señalar a los demás para mejorar su propio estatus”– pensar que no tienen sentido del humor o necesitan que se los proteja de eso.

Y entonces el espectador se encuentra riéndose de un chiste que parece impronunciable mientras Gervais hace la mímica de pegarle a un niño discapacitado. Es la metáfora con la que termina de redondear su idea central; si nos reímos de eso, es porque sabemos que las palabras no conllevan violencia real. “Ahora hay comedia woke –se ríe otra vez– pero yo prefiero ver a Louis C.K. masturbándose. Perdón ya no puedo mencionarlo, está cancelado. Y no es suficiente con pedir disculpas”.

Y eso es lo que subyace en su planteo. La cultura woke –cuyos referentes suelen autopercibirse con mayor conciencia y sensibilidad sobre las injusticias sociales y, por lo mismo, con una moral superior para decir quiénes deben ser cancelados por no tener esa sensibilidad– y la corrección política no pueden transformar per se a las sociedades y él está ahí para demostrarlo; nada de lo que convierte en gig en su escenario es algo que no hayamos visto o escuchado al menos por lo bajo. Y esa es una función sana del humor cuando es inteligente: nos hace reflexionar sobre las cosas que decimos y hacemos.

No es la primera vez que los que se suponen despiertos reaccionan contra el discurso del creador de After Life. Pasó cuando condujo los Golden Globe en enero de 2020 –y juró no hacerlo nunca más después de cinco emisiones como incómodo host– y les recomendó a los eventuales ganadores que evitaran las largas declamaciones políticas “porque no están en posición de sermonear al público sobre ningún tema: si ganan, suban, acepten sus premiecitos, agradézcanle a su agente y a su Dios, ¡y desaparezcan!”. Ya sabemos lo accidentada que resultó la última gala woke de los Oscars.

Algo similar ocurrió cuando presentó hace cuatro años su provocativo stand-up Humanity y le sugirieron que se diera un baño de empatía. También hubo voces entonces para exigir que Netflix –con quien firmó entonces un acuerdo de US$40 millones sólo por estos dos especiales– levantara el show, que como dice al inicio de SuperNature, fue el más visto de la plataforma en 2018.

Ricky Gervais en los Golden Globe. Les recomendó a los eventuales ganadores que evitaran las largas declamaciones políticas: "agradezcanle a su agente y a su Dios y ¡desaparezcan!" Paul Drinkwater/NBCUniversal/Handout via REUTERS
Ricky Gervais en los Golden Globe. Les recomendó a los eventuales ganadores que evitaran las largas declamaciones políticas: "agradezcanle a su agente y a su Dios y ¡desaparezcan!" Paul Drinkwater/NBCUniversal/Handout via REUTERS

Hay algo que decía entonces y repite ahora a propósito de Louis C.K. y especialmente de los actores Liam Neeson y Kevin Hart: “Si hay que seguir pidiendo perdón siempre, entonces mejorar no tiene valor”. ¿Para qué disculparse por una anécdota racista de la juventud o un tuit homofóbico de hace diez años si no hay redención posible? Tiene bastante sentido siempre que no olvidemos que hay crímenes imprescriptibles: tal vez debería haber un punto en que se acepta que lo pasado está muerto y que se debe juzgar por lo presente. Deberíamos poder discutirlo en voz alta por lo menos.

Creo que cuando se habla de policía del pensamiento se habla en verdad de policía del discurso. Y es que la corrección política no puede contra nuestra neurosis. Como me apunta una amiga psicóloga, esto es Freud puro. El perverso hace lo que el neurótico fantasea, y el humorista dice lo que el neurótico no se atreve a pronunciar por miedo.

Pienso que eso es bueno; es preferible reírnos de nuestros tabúes y desarmarlos frente a alguien que declara y sostiene que no sólo no está en contra de las personas trans sino a favor de sus derechos, que dejarle ese lugar a los reaccionarios. Porque ellos van a enunciar la neurosis desde su lugar perverso y encima se verán como paladines de la libertad. Tenemos en la Argentina sobrados ejemplos de eso: varones y mujeres que postulan desde plataformas políticas o programas de televisión que los derechos de las minorías son en verdad privilegios. Y eso es mucho más costoso; el humor sirve para canalizar lo que de otro modo captan ellos.

Que en los Estados Unidos organizaciones como la Gay and Lesbian Alliance Against Defamation (GLADD) hayan puesto el grito en el cielo es parte del problema y casi le hace el juego al planteo de Gervais, igual que los cientos de posteos que reclaman la cancelación inmediata de un tipo que se pasa la hora que dura su show recordándole al público que el privilegiado es él: “Soy como Rosa Parks, sólo que yo lucho por el derecho a nunca tener que sentarme en un colectivo”, se ríe. Esa es la fibra más fina de su humor anti-woke: a la mayoría de sus colegas en Hollywood les queda bien victimizarse aun cuando son ricos o los actores del momento.

Por mi parte, le agradezco a la naturaleza que existan personas como Gervais –ese hombre que en verdad no necesita hacer esto, como es presentado en el especial– y agradezco más todavía que no esté dispuesto a pedir disculpas por lo que dice sobre el escenario. En un mundo lleno de eufemismos vacíos y políticas que maquillan neurosis y exacerban perversiones, hacernos cargo de lo que creemos y decimos resulta uno de los pocos caminos para poder pensar en sociedades que sean genuinamente más justas; y es que tenemos que poder mirar las actitudes que escondemos para que los cambios que buscamos puedan ser reales.

Si el humor de Gervais ayuda a despertarnos de una vez de la ilusión de que realmente podemos estar más despiertos que cualquiera que trate de vivir a nuestro lado sus sueños como pueda, entonces no sólo me río: lo celebro.

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