La fiesta inolvidable

El Gobierno no informó acerca de esa reunión con su happy birthday sin barbijo, con llegada prevista a la Quinta, sino hasta que pudo verse la primera foto del encuentro

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El encuentro se realizó cuando
El encuentro se realizó cuando en el país regía una cuarentena estricta

En las aguas bravas de la política argentina –nuestro país, con su vastedad y su belleza, con sus posibilidades de riqueza malversada, pobrecito- el observador curtido sabe que, en la Historia, hechos que parecen de baja intensidad hacen estallar y tambalear el funcionamiento social junto a otros mayores.

Cuando se difundió el cumpleaños 39 de Fabiola Yañez, Primera Dama, y la lista de sus invitados en la quinta de Olivos -14 de julio de 2020-, ocurrió un caso de ese tipo. Recordó el observador curtido que las conversaciones, es probable que por el escepticismo ganado después de tanta frustración, más cólicos verbales a media lengua en discursos que no se cumplirán, hay un vacío de credibilidad que espanta -prevaleció de entrada la idea de que la fiestita iba a desvanecerse y patear al olvido pronto. Viene ahora a los puntos más calientes del panorama en crisis y en la maniobra que consiga dejar peones o alfiles fuera del tablero.

Fue por entonces expuesta por el Presidente que la enfermedad estaba lejos de disminuir y debía mantenerse alerta o esperar sanciones muy severas. Aislamiento, prohibición de circular con la excepción de los llamados trabajadores esenciales, abstenerse de toda reunión, encerrarse. No se informó acerca de esa reunión con su happy birthday sin barbijo, con llegada prevista a la Quinta, sino hasta que pudo verse la primera foto.

A todo esto, después de apagar un ratito la televisión donde desfilaban los infectólogos, uno tras otro, el observador curtido sintió que aquello no era una anécdota simpática con personas de festejo y buen ánimo, una mesa bien servida y alegre, sino campo minado.

Es que enfermaba y moría de coronavirus. La manera de afrontar la llegada fue de un desorden absoluto, se produjeron las vacunaciones de privilegio, se infló de miedo a la sociedad y se produjeron excesos policiales que en el principio fue el remero solitario para competir en los Juegos Olímpicos sobre aguas inhóspitas, Sara Oyuela con su negativa a dejar bajo el sol, sobre una reposera al aire libre de Palermo con patrulleros alrededor, para subir en una escala donde, al vuelo, están el chico Astudillo detenido y esposado -hay una imagen-, muerto por ahogamiento inexplicable, el paisano Espinoza, de un tiro en la espalda después de obrar el salario y volver de unas carreras cuadreras. Lo mataron de un tiro en la espalda. Fueron demasiados para tanta protección y prevención proclamadas. Algo desafinaba.

Se cerraron negocios, se construyó un túnel de angustia del que no se ha salido si se tienen en cuenta los conflictos y abusos en familias, falta y dispersión de escuela y educación, Insfrán en Formosa con disposiciones merecedoras de una crónica de García Márquez: sistema carcelario con amontonamiento de desesperados bajo producto del despotismo regido por un caudillo sombrío.

Alberto Fernández ofreció una compensación
Alberto Fernández ofreció una compensación económica por lo ocurrido

El cuadro íntegro -pensó en algún momento el observador curtido-, la pandemia en sí pudo hallar posibilidades de buscar mejores rumbos que los elegidos en tan desgraciado asunto, donde menudearon las vacunas Pfizer, los vuelos a Moscú en busca de la Sputnik, las sospechas que persisten. La pandemia se apela al argumento de los actos psicodélicos y enrevesados del hecho argentino cuando se produce una oportunidad de explicar urbi et orbi la calamidad argentina en otros países que, por lo general, no son llamados: se va y listo. Pero el planeta es víctima de lo mismo y en consecuencia es muy poquito para ponerla por delante empujada por la situación anterior y de esa manera explicar a otros países lo que ocurre. Para viajar y contar, como le dijo alguien al observador curtido días atrás, “hay que ir llorado cuando se hacen viajes de Estado, no a llorar allá”.

El desastre que se suele llamar con cierta justificación el daño COVID, es insuficiencia para tanto desazón, para tanta posibilidad de optimismo como registra el observador curtido en sus navegaciones al azar por la ciudad, excelente ejercicio físico y captor de sensaciones y visiones.

Apelar en primer lugar a la pandemia para lo que nos ocurra viene bien para traer a un renglón de cierto sketch de Les Luthiers: “Errar es humano, pero más humano es echarle la culpa a otro”.

Por estas horas se han producidos lastimaduras colaterales por el cumpleaños, acompañados por la certeza de que otros visitantes llegaban a Olivos sin mayor orden ni autorización en esos días. Cuando superan en dificultades y lesiones muchas zonas de la vida en estos pagos donde la institucionalidad no parece segura: tambalea. Piensa el observador curtido en el reñidero del poder ya con los colmillos a la vista. También piensa, me ha dicho, que la Argentina es de una resistencia próxima a lo irreal y que los bandos en pugna, república y la corriente histórica occidental en la era moderna –algo parecido- y él se diría nacional, nacionalista, aferrado al palo mayor de la liberación de no se sabe del todo qué o quiénes. Que no se rompería con grandes ruidos y quebrantos o con el palito que pisó Olivos la fiesta inolvidable. El crack de ese palito hace hoy más ruido que otros entreveros entre las personas de cualquier día -uno, por ejemplo- porque verse en un túnel sin que hasta ahora se vea luz es menos grave que recibir una gran ofensa, romper lo dispuesto por el mismo Ejecutivo. Como si existiera una realidad paralela.

Si existe una realdad paralela, el problema es grande. Los huestes de Cristina -no se trata de estar a favor o en contra- el observador curtido es menos objetivo que neutral, para pensar por cuenta propia -aparecen de modo más directo-: la democracia es un período envejecido y puede ser cambiado por otro sistema de gobierno. La manera del Jefe de Estado es menos directo. Reconocemos su manera de comunicarse -aunque a veces no totalmente-, sus inflexiones, las pausas de calma o algún salto de cólera, la voz casi atiplada inconfundible que es frecuente sobre todo en el campo: Borges y Bioy Casares sostuvieron que de otro modo es imposible gritar ¡Huija!

Los gritos serán diferentes en el desenlace que habrá de plantear el 23. Al pasar el palito del cumpleaños -donde el Presidente estuvo- aquella noche el festejo fue compuesta por profesionales del mester de peluquería y maquillaje, amigas, amigos. De otro orden fue la asistente de Fabiola, actriz y modelo, influencer. Aparte, Dylan.

Ofrecido una multa por lo demandado habrá que ver cómo se cerrará el affaire ya digno de la Historia. Todos acudieron formales y educados, solo que en infracción, y probablemente en casos trascendentes pasibles de faltar a los deberes de funcionario. Fuera del decreto ordenado por el mismo firmante, pesan -se dice el observador curtido -tanto como la energía, las exportaciones, la falta de inversiones y de trabajo-. Queda y resurge por comparación, una herida difícil de cerrar.

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