Falsa victimización para el privilegio y el despilfarro

La titular del INADI asoció injustificadamente al economista Javier Milei con el repugnante movimiento de la supremacía blanca y el Holocausto. Su organismo, al igual que el Ministerio de la Mujer, solo existe para violar derechos individuales

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El diputado argentino Javier Milei
El diputado argentino Javier Milei antes de la presentación de su libro "El Camino del Libertario", en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires

El pasado 19 de mayo, Infobae publicó una columna de opinión de Victoria Donda donde se refiere a los dichos expresados por el diputado Javier Milei, el legislador liberal que cuenta con crecientes valoraciones positivas en imagen e intención de votos en el contexto de su carrera presidencial para 2023.

Milei, en la presentación de su último libro “El Camino del Libertario”, hizo referencia al Ministerio de la Mujer y anticipó que, bajo su gobierno, dicho ministerio no existiría. Entre otros, la directora del INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo), ha salido en defensa de ese ministerio acusando el golpe ya que, junto al INADI, el Ministerio de la Mujer son organismos que, escudándose en la victimización, resultan en la práctica entes homólogos en el ejercicio de la persecución selectiva, la imposición del pensamiento único, el otorgamientos de privilegios cesarianos y cuerpos vigilantes de cancelación y policía del pensamiento. Como si esto fuera poco, en un contexto de 20 millones de pobres y casi 5 millones de indigentes, llevan adelante un inexplicable despilfarro sin la menor rendición de cuentas.

La izquierda más fundamentalista no tiene por costumbre entablar debates honestos; suelen recurrir a falacias ad hominem como las que la propia Ministra de la Mujer, Elizabeth Gómez Alcorta, le profirió a Milei en declaraciones sobre este mismo asunto. En el caso de Donda, en la nota a la que hacemos referencia, fabrica la falacia del hombre de paja. La construcción de este argumento falso, consiste en instalar una posición que la contraparte no suscribe en absoluto para luego refutarla y evitar el tema que realmente se debate. En pocas palabras, es como jugar al fútbol sólo y pretender impresionar a la audiencia goleando a un equipo imaginario.

Esta maniobra, que es evidente hasta para los menos atentos, quedaría solo como otro burdo y deslucido antecedente de la funcionaria pública si no se tratara de dichos y comparaciones ofensivas como el de asociar a Milei con el repugnante movimiento de la supremacía blanca, el Holocausto, la tortura de homosexuales o conectarlo con otras matanzas raciales.

Se debe comprender que la única discriminación condenable es el trato desigual frente a la ley. Con este principio, no hay supremacía de nadie sobre nadie. En marcos de libertad y respeto a las autonomías individuales que, claro está, incluyen el uso y la disposición de la propiedad, sea nuestra casa, nuestra empresa u otra cosa de la que somos titulares, no lesiona derechos en absoluto. Contrariamente a esto, la existencia de estos organismos como el Ministerio de la Mujer y el INADI, son justamente para violar derechos individuales o invadir la propiedad ajena; son para justificar demandas trasnochadas e injustificables que sí asumen la supremacía de unos sobre otros.

El concepto de la llamada “violencia de género” revela el curioso sesgo de repudiar y pedir justicia por actos de violencia solo en especificas circunstancias. Es decir que, la condena de estas acciones deleznables, están reservadas solamente para: a) cuando quienes participan del asunto, son dos protagonistas de naturaleza sexual opuesta y, b) siempre y cuando la acción ofensiva la realice quien tiene naturaleza masculina. En adición a este criterio moral tuerto, sin necesidad de hacer un seguimiento puntilloso de los casos que atienden estos organismos, se notarán otras contemplaciones cuando el agresor comparte determinada ideología política o participa del llamado colectivo verde. Queda así muy lejos y desdibujada la concepción de que la violencia agresiva es siempre condenable y en todas sus formas.

Aunque queda expuesta en una contradicción con lo anterior, la titular del INADI encabeza la nota diciendo lo que, a mi juicio, es lo único acertado de sus declaraciones: “El problema no es lo que tengamos en la entrepierna, sino lo que llevemos en la cabeza”. La diversidad y la inclusión bien entendida, aunque no debe ser forzada, es la capacidad individual de reconocer ideas constructivas y gente talentosa sin importar su altura, color de piel, qué religión profese, qué haga en su intimidad y cuales sean sus preferencias en las relaciones sociales.

Ninguna mujer talentosa se siente representada por el mal llamado feminismo ya que ellas no necesitan del gobierno para satisfacer o financiar sus necesidades, gustos y preferencias. Son personas que, para conseguir lo que se proponen, se abren camino solas y se apoyan en la dinámica de la cooperación social y la división del trabajo como todo mundo. Por el otro lado, las personas partidarias del “feminismo”, (y dejando de lado los casos de inentendibles ruidos guturales, bailes primitivos exponiendo zonas íntimas, destrozos de la vía pública, provocaciones y otras manifestaciones con mensajes poco claros, salvo el de la escasa sofisticación), encuentran cobijo en burócratas que logran constituirse en justicieros de pseudoderechos para establecer aparatos gubernamentales de expoliación y saqueo del cual viven todos, funcionarios y “víctimas”.

En el plano laboral se insiste con más leyes que protejan a las mujeres, igual remuneración que los hombres e igual proporción de hombres que mujeres en las plantillas de las empresas o directorios. No se comprende que todas las legislaciones laborales -incluido el salario mínimo por arriba del salario de mercado- solo ha traído desempleo para hombres y mujeres. Respecto de la remuneración, aquel empresario que pretenda contratar a un hombre o una mujer cuyos servicios en el mercado valen más, no obtendrá ese recurso.

Un empresario tiene todo el derecho de contratar hombres por el hecho de ser hombres o mujeres por el hecho de ser mujeres pero, si obra en consecuencia, notará un deterioro en su Estado de Resultados por no haber hecho foco en la selección de talentos. Al fin y al cabo, “el problema no es lo que tengamos en la entrepierna, sino lo que llevemos en la cabeza”, como expresó correctamente Donda.

Es correcto que Javier Milei pretende limitar el aparato estatal a sus funciones específicas. Es correcto también que pregona la importancia de clausurar organismos que se apoyan en falsas victimizaciones para construir pequeños imperios de inmorales prerrogativas y despilfarro fiscal.

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