El ruso Aleksandr Solzhenitsyn, premio Nobel de Literatura en 1970, (Archipiélago Gulag y otros escritos), fue un escritor hipercrítico del socialismo soviético; estuvo preso desde 1945 a 1956. Pese a ello, nunca guardó alguna esperanza en las “razones” de Occidente; “la excesiva comodidad y prosperidad han debilitado su voluntad y su razón de ser”. A los estudiantes de Harvard (1978) les dijo: “No tomaría su sociedad como modelo para la transformación de la mía”. Una parte de Occidente, mercantilista y globalista, pretende ignorar que existen otros pueblos con diferentes actitudes ante la vida, la trascendencia y la muerte. Pareciera que Europa ha olvidado sus antiguas virtudes morales y espirituales, y ha entrado, voluntariamente, en su propia decadencia. Actualmente parecen seres adormecidos por un materialismo tecnocrático, que marchan sin resistirse hacia una nueva guerra, generada por terceros, y totalmente contraria a sus propios intereses.
Rusia y Europa se han recelado y acercado mutuamente durante largas épocas. Por iniciativa de Gran Bretaña y EEUU, luego de la desaparición del Pacto de Varsovia, en lugar de disolver la OTAN, se la transformó en una alianza anti-rusa, pese a que Rusia estaba desesperada por acercarse a Occidente, y numerosos países europeos preferían tenerlo a Putin asociado a ellos. Pero el avance anglosajón de la OTAN despertó en los rusos, una vez más, el sentimiento de cerco que ha estado en la raíz de su permanente situación geopolítica. Cada contendiente razona según sus antiguas convicciones y experiencias. Occidente argumenta que si Rusia gana en Ucrania no limitaría sus ambiciones y Rusia cree que, si EEUU empuja a Ucrania hacia su frontera, EEUU no pararía allí hasta verla debilitada o fraccionada.
Parafraseando al Hamlet de Shakespeare, diríamos que “algo huele mal en Ucrania”. El “peligro ruso” es presentado, por un lado, como una potencia capaz de conquistar Europa, para reconstruir el imperio zarista o soviético; simultáneamente se difunde mediáticamente que sus FFAA son un tigre de papel, incompetente y frágil, que ni puede conquistar ciudades cerca de sus fronteras. ¿Doble mensaje o autoengaño? Además, ahora EEUU prepara un paquete de “ayuda” militar de USD 60.000 M, casi de la misma magnitud que Rusia destina anualmente a su presupuesto de defensa (10% del total de la OTAN). “Ayuda” que quedará, mayoritariamente, en manos de las empresas de armamentos, ONG y fundaciones norteamericanas. Esto explicaría más claramente el sentido de la expansión de la OTAN.
La estrategia de EEUU es continuar el conflicto mediante una guerra prolongada, que “debilite” a Rusia, intentando su derrota total; modelo semejante usado en Afganistán en la década de 1980. Por ahora, las tropas enviadas al sacrificio, son sólo ucranianas, pero como dijo Madeleine Albright, Secretaria de Estado de Clinton: “es una elección difícil, pero el precio… pensamos que el precio vale la pena”. Rusia ya ha aceptado esa situación y se prepara para contrarrestarla, siguiendo el ritmo que le propongan los adversarios. El grado de violencia y el uso de la fuerza táctica nuclear no queda por lo tanto descartada. El peor escenario es Europa destruida. ¿Por que no se pone el esfuerzo principal en lograr negociaciones diplomáticas realistas? El papel actual del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas parece casi obsoleto. Probablemente haga falta una actualización que democratice su composición, con otras normas de funcionamiento, que obliguen a las grandes potencias a sentarse a negociar, sin ignorar los planteos de terceros.
La historia explica claramente que toda guerra importante se produce por la escalada de una serie de acontecimientos encadenados, donde intervienen las reacciones preventivas, defensivas u ofensivas, que son consecuencias de interpretaciones que cada uno supone de las intenciones de sus rivales y actúa en consecuencia. El apoyo occidental a la Revolución de Maidán (2014) contra un gobierno ucraniano pro-ruso, prosiguió con la anexión de Crimea y el apoyo a los separatistas del Donbass, que combatían a las fuerzas ucranianas con un costo de 12.000 muertos, por parte de Rusia. Una acción lleva a la otra. Un punto poco difundido es el actual acuerdo de asociación estratégica firmado entre EEUU y Ucrania del 10 de noviembre de 2021, sellando una alianza de los dos países dirigida explícitamente contra Rusia y prometiendo el ingreso de Ucrania en la OTAN. Esto terminó de convencer a Rusia de la escalada de agresiones en curso e invade Ucrania para neutralizarla. Recordemos que, en 1914, a partir de ciertos acontecimientos menores, que luego se fueron encadenando, comenzó la Primera Guerra Mundial.
El origen de los conflictos puede encontrarse, históricamente, en las mentalidades y la psicología de los pueblos. Se entienden así las reacciones de unos y otros. Polonia fue desmembrada cuatro veces en tres siglos; los países bálticos fueron anexados por el Imperio Ruso; Suecia y Rusia guerreaban por conquistar el actual territorio de Finlandia. Cada uno de esos pueblos quiere seguir siendo como es, manteniendo su cultura, sus tradiciones y también sus propios problemas. Asumir que las naciones puedan dividirse en “democráticas o autoritarias”, es una falacia o un engaño. Todas ellas reaccionan cuando se sienten amenazados ante los cambios, incluyendo a rusos y norteamericanos. Intentar homogenizar con prepotencia sus costumbres y sus idiosincrasias, pretendiendo “occidentalizarlos” no es una buena política que tienda a la paz. Como bien dice el filósofo francés René Girard, “no son las diferencias, sino su pérdida, lo que lleva a la violencia insana, a la lucha sin cuartel”. Violencia preventiva o castigadora, que no logra romper el círculo, sino que lo reinicia, dando así lugar a una crisis recurrente que lleva a las sociedades a su destrucción. La eliminación del enemigo tampoco garantiza una paz permanente, ya que podría generar nuevos escenarios donde surjan nuevamente la violencia, que son más sangrientas, precisamente donde antes hubo paz o armonía, por ejemplo, en Medio Oriente. Entre otros casos, fue el resultado de la asociación de EEUU con Osama Bin Laden en Afganistán para combatir a los rusos, que luego se convirtió en una violencia retro-explosiva; una consecuencia altamente negativa e imprevista de aquella toma de decisiones.
Para Rusia, Ucrania nunca podría ser un país “extranjero”, como lo es Polonia o Suecia. Finlandia pudo gozar de los mayores grados de libertad soberana entre los dos bloques de la Guerra Fría por su neutralidad, así como Austria (desde 1955). Dados los lazos milenarios de fraternidad entre Rusia y Ucrania, esta guerra es visualizada por los rusos, no como una invasión, sino como una guerra de secesión, en que una parte de Ucrania quiere apartarse de sus orígenes rusos; territorio donde muchas veces se ha jugado su destino (contra los ejércitos de Napoleón, de Suecia, de Polonia, de Hitler). Secesión no sólo política, sino cultural e incluso religiosa (desde 2018 la Iglesia Ortodoxa Ucraniana se aparta del Patriarcado de Moscú). Las guerras de secesión suelen ser las peores y más sangrientas.
Las medidas económicas contra Rusia no parecen estar dando resultado. Según la Agencia Bloomberg, varias empresas europeas energéticas aprovechan las nuevas instrucciones de la UE, para pagar en rublos, sin violar las medidas restrictivas impuestas a Rusia. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), los ingresos rusos por exportaciones de petróleo aumentaron un 50 % en 2022, llegando a unos 620.000 barriles por día en abril, volviendo a su promedio anterior a las sanciones. La UE, pese a su aparente línea dura, ha seguido siendo, hasta ahora, el mercado más grande para el combustible ruso con el 43% de sus exportaciones. Hasta el muy poblado ASEAN Group (Indonesia, Vietnam, Tailandia, Filipinas, Singapur y otros) se han colocado en posición neutral. Muchos de ellos han comprado una cantidad significativa de equipo militar a Rusia, por lo que subrayan “la importancia de un cese inmediato de las hostilidades y la creación de un entorno propicio para una resolución pacífica”. Representan una “Cuarta Posición Internacional”, más interesada en el desarrollo que en la guerra; no quieren otro orden mundial bipolar, ni quedar entrampados en la rivalidad entre EEUU y China. Turquía, otra potencia euroasiática y miembro de la OTAN estaría impidiendo la entrada de Suecia y Finlandia a la OTAN. Una paz posible evitaría mayor sufrimiento a los países periféricos, que sufren la inflación de los precios de la energía y los alimentos, derivados de esta guerra.
Pese a ello, la guerra entre EEUU y Rusia, con Ucrania como escenario mártir, podría escalar y volverse incontrolable. Eso depende en cierta medida de Europa, que parecería estar siendo “arriada estratégicamente” por GB y EEUU hacia un precipicio dramático. La Guerra de Vietnam empezó con el envío de algunos cientos de asesores militares y terminó con 500.000 soldados norteamericanos involucrados, muertos, heridos y drogadictos. La Guerra Fría se desarrolló en “caliente” solo en las periferias de ambos bloques, porque la estrategia promovida en EEUU por Georg Kennan no fue arrinconar prematuramente a la URSS, sino de contener su expansión. No parece ser la política actual de EEUU con Rusia, involucrando a Suecia, Finlandia y enviando armas ofensivas a Ucrania, solo para que haya más muertes innecesarias. Si todos y en particular EEUU, se concentraran, con firmeza, pero desplegando mayores habilidades diplomática y estratégicas, se podría llegar a un equilibrio en Ucrania. Pareciera que las advertencias de Kissinger y de Kennan estarían cayendo en el vacío, por parte de la dirigencia actual, que juega con las posibilidades de una guerra nuclear, mientras millones sufren más hambre y pobreza; incluyendo la existente en sus propios países. Acorralar a Rusia es empujarla a una escalada de violencia. ¿Qué gana Europa apoyando este insensato camino hacia una guerra global?
SEGUIR LEYENDO: