El diccionario de la Real Academia Española tiene dos definiciones para el adjetivo patético: es tanto algo penoso, lamentable o ridículo como algo que conmueve profundamente o causa gran dolor o tristeza.
El viernes fue un día patético en la vida de Alberto Fernández. Y el calificativo, en este caso, vale en sus dos acepciones. El Presidente fue protagonista de un acto que por pretensioso en su comunicación y organización previa, terminó siendo “penoso o lamentable” en su realización. Es decir, patético. Y, si algo le faltaba ese mismo día, en declaraciones radiales habló de subir las retenciones como la manera más eficaz para cuidar el precio de la comida de los argentinos y terminó desmentido a los pocos minutos por un subordinado. No importa de qué lado de la grieta se esté para coincidir en que “causa dolor o tristeza” que un Presidente no imponga más respeto a su palabra y por ende a su propia investidura. Es decir, patético.
Dicen los corrillos previos al acto de la UOCRA en Esteban Echeverría que Gerardo Martínez intentó que fuera un acto de unidad. Pero a decir de las ausencias más que de las presencias no todos le creyeron. Y, la manera en que fue fogoneado por los laderos de Alberto, terminó de inclinar la balanza en la interna. Por ende no sólo el 40% del gabinete no asistió a pesar de la orden que bajó Juan Manzur en la reunión del Jueves en Casa de Gobierno, sino que las imágenes aéreas desnudaron también la falta de movilización de las propias bases.
Más compleja es la explicación sobre los dimes y diretes alrededor de las retenciones. El tema es debatido en el Gobierno desde hace más de un año. De un lado del ring, básicamente Julián Domínguez y Matías Kulfas; del otro el kirchnerismo y un aliado impensado, Martín Guzmán. Sí. Es el ministro de Economía el que confiesa en privado que cuando empezaban a dispararse la inflación, pero sobre todo, el precio del los alimentos, habló profundamente con el Presidente sobre desacoplar los precios internos a las subas internacionales mediante el mecanismo de retenciones móviles. Está claro que Alberto lo escuchó.
Tan claro que fue exactamente lo que explicó detalladamente ante Ernesto Tenembaun el viernes en Radio con Vos. El problema es que lejos de estar amenazando al sector agropecuario con ir por sus ganancias extraordinarias ahora que se dispara el precio del trigo por la guerra en Ucrania, Fernández estaba confesando en público su impotencia. Reconocía no tener poder político para hacer lo que él sabe que hace falta para cuidar el pan de la gente.
Está claro que el debate interno no está saldado. Hay quienes insisten en que el Gobierno tiene margen para aumentar las retenciones aún sin pasar por el Congreso. Eso fue parte de las conversaciones que tuvieron Guzmán y Roberto Feletti (que se llevan mucho mejor de lo que se supone) en los días previos al traspaso del área de Comercio Interior al ministerio de Economía.
Si bien fue una poda para Kulfas, en términos de poder y de “margen” de negociación con las empresas, también es cierto que de esta manera Desarrollo deja de hacerse cargo en términos públicos de la inflación, la deuda más grande del Gobierno con la sociedad.
Es esa deuda la que hace que el peronismo mire el 2023 con desconcierto. Los gobernadores analizan el calendario viendo como pueden despegarse de la elección presidencial y ningún pre candidato asoma con ventaja. Para sacarse la duda Jorge Ferraresi hizo una prueba piloto en su distrito, Avellaneda. Indagó entre los votantes del Frente de Todos a quién elegirían si se enfrentaran Alberto con Cristina. La respuesta fue más que contundente. El 90% se inclinaría por la vicepresidenta.
En el otro extremo del arco político la oposición también está pasando por un proceso de depuración y debate ideológico y de poder. Gerardo Morales camina firme hacia la unidad del radicalismo. Ha encontrado un lugar para su contrincante interno Martín Lousteau en su candidatura a Jefe de Gobierno Porteño, amplió su alianza con Facundo Manes, el próximo viernes Gastón Manes se convertirá en el Presidente de la Convención Nacional de la UCR y, lo que es más interesante, evita por todos los medios darle excusas a Mauricio Macri para que detone la alianza de Juntos, pero hará que la Convención hable de su convicción opositora sin mencionar justamente a “Juntos”. La excusa es que la alianza opositora puede cambiar nuevamente de denominación. Pero, en rigor, el Presidente del radicalismo abre del paraguas porque no sabe qué puede pasar con Macri y su coqueteo eterno con Javier Milei.
La última jugarreta de Mauricio fue el viernes. Mientras todo Juntos estaba reunido en La Matanza, bastión histórico del peronismo, debatiendo los proyectos sociales para un futuro gobierno, el ex Presidente no sólo pegó el faltazo sino que recibió en sus oficinas a Rodrigo De Loredo, el diputado de Evolución radical (la línea de Lousteau) que quiere pelear por la gobernación cordobesa. Una linda manera de mojarle la oreja por partida doble tanto a Morales como a Horacio Rodríguez Larreta.
Así como los radicales y la Coalición Cívica avanzan unificados y con coherencia ideológica hacia el 23, el PRO está posiblemente en el peor de sus momentos.
Cualquier cosa hace estallar a sus protagonistas por los aires. Como pasó ayer. El Jefe de Gobierno salió dibujado en un medio nacional con los hombros caídos, en actitud de cansancio que lo parangonaba con un viejito y con zapatos que le quedaban ostensiblemente grandes (sic).
La caricatura empezó a viralizarse por los grupos de Whatsapp del PRO como si fuera un llamado de guerra o una maldad de la interna. Es que toda la estrategia de Horacio parece sostenerse en la convicción de que Mauricio molestará todo lo que pueda para condicionarlo a futuro, que tiene más poder de fuego para destruir que para construir, pero que de ninguna manera será candidato.
Por ahora no hay un Ferraresi en el partido que se atreva a medirlo, pero hasta los operadores de Horacio confiesan que si ambos líderes capitalinos se enfrentaran en una interna es altamente probable que el ganador fuera Mauricio.
Ni la segura candidatura de Jorge Macri a Jefe de gobierno porteño el año próximo (si le gana a Lousteau) alcanza como prenda de unidad. Macri hasta convenció a María Eugenia Vidal que puede ser ella y no Horacio la candidata.
“Mariu se Michetizó” dicen ahora los horacistas…
Bonus Track
No es infalible. Pero convengamos que cuando Cristina Kirchner escribe o habla, sobre todo en los últimos tiempos en que sus apariciones son contadas, la presunción es que está todo milimétricamente orquestado. Por eso fue motivo de sendas notas periodísticas, de oportunas declaraciones de dirigentes de la oposición y hasta de insinuaciones de llevar el tema a tribunales sus dichos sobre la baja de la inflación durante el último año de su gobierno cuando habló en el Chaco al recibir el diploma Honoris Causa del la Universidad Austral de esa provincia.
La vicepresidenta había dicho entonces que con la devaluación de 2014 la inflación había llegado al 38% y que al año siguiente la pudieron bajar al 24 o 25%.
El tema es que para ese año el INDEC oficial había reconocido sólo el 23,9% de inflación. Esa brecha en las cifras disparó, con lógica, el escándalo mediático.
En rigor Cristina no se equivocó en los números sino en la Fuente. Para confirmar que habían bajado la inflación durante su gobierno no dicho por ella sino reconocido por la propia oposición de entonces, recurrió a las cifras por las que se regía el propio Mauricio Macri, es decir la inflación que mensualmente emite el observatorio de la Ciudad de Buenos Aires.
En el mes de diciembre de 2014 registró una inflación anual de 38% y para noviembre de 2015, cuando dejó el gobierno CFK había bajado al 23,9%.
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