Siempre pienso que todos somos un poquito como un queso Gruyere. Una parte importante de queso y otra de agujeros. ¿Quién no tiene agujeros? Algunos más visibles que otros, pero todos tenemos nuestros agujeros.
La inclusión es uno de los desafíos más grandes que enfrenta la escuela hoy. La educación es un derecho y no un privilegio. Ya lo sabemos: todos los chicos pueden llegar a su mayor potencial en los ambientes adecuados. La gran pregunta que debemos hacernos es justamente esa: ¿están en los ambientes adecuados?
Desde las instituciones debemos asegurar una educación de calidad y promover oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida para todos. Pero para que esto ocurra, es muy importante que todos nos comprometamos: docentes, directivos, alumnos, familias y toda la comunidad.
La inclusión se refiere a vivir con la diferencia. Es convivir y a convivir se aprende… conviviendo.
Es ofrecer un entorno en donde todos se sientan bienvenidos y donde todos sientan que pueden aprender. En donde se tengan en cuenta las necesidades, expectativas, intereses y deseos de todos, no de algunos. La convivencia es, nada más y nada menos, que respetar al otro.
Las instituciones educativas deben trabajar de manera seria, transversal y sostenidas en el tiempo las habilidades socioemocionales como la empatía, la colaboración, y el respeto por las diferencias, lo que sin duda, a la larga, hace que los chicos sean mejores personas y el mundo un lugar más amable. Significa que derribamos barreras y les ofrecemos herramientas a todos los alumnos para que puedan aprender, los apoyamos y hacemos un seguimiento. Significa erradicar todo tipo de violencia.
Nos preguntamos si las prácticas áulicas son efectivas para todos los alumnos y, en caso que no lo fueran, qué podemos hacer para ayudar a aquellos alumnos que necesitan algún enfoque o recurso diferente. Cuantas menos habilidades tenga el alumno, mayores recursos necesitará el docente, lo que implica que seguramente tendremos que hacer adecuaciones, es decir recorridos escolares individuales para cada niño que así lo requiera. Pero esto no significa, de ninguna manera, dejarlo en un rincón haciendo cosas irrelevantes. Significa acompañarlo y guiarlo para que pueda llegar a su máximo potencial.
Será fundamental ver si contamos con el recurso humano necesario, si debemos capacitarlo o contar con algún apoyo extra en el aula, en casos que así lo requirieran los alumnos. Y en el caso de contar con docentes de educación especial, estos y los docentes del aula deben trabajar juntos.
¿Cómo caminamos hacia una educación inclusiva?
- Dándonos cuenta de que no podemos tener escuelas para unos y escuelas para otros, y que todos nos beneficiamos de un aula inclusiva.
- Haciendo que las diferencias sean menos diferentes. Después de todo, todos somos diferentes y todos aprendemos de maneras diferentes.
Algunas ideas:
- Ajustemos el tiempo al ritmo de cada alumno, para que cada uno tenga la oportunidad de lograr sus objetivos.
- Ofrezcamos estrategias pedagógicas interesantes: las actividades significativas y relevantes para el alumno lo conectan más con la aventura del saber, y no con la necesidad de aprobar.
- Ofrezcamos opciones: la elección baja el estrés y sube la motivación, a la vez que les ofrece a los alumnos la posibilidad de desarrollar la autorregulación y compromiso.
- Incorporemos la tecnología no como fin, sino como medio. La posibilidad de incorporar tecnología les da a los alumnos mayor variedad, autonomía, y un feedback más preciso , y con las herramientas apropiadas, se puede ver en dónde necesitan los alumnos más ayuda o personalización.
- Teniendo altas expectativas para TODOS nuestros alumnos.
- Inspirando con nuestra visión, y mostrándonos cómodos em un ambiente heterogéneo.
- Investigando y capacitándonos.
- Trabajando de manera cooperativa.
- Haciendo un relevamiento de las prácticas actuales y viendo qué necesitamos cambiar o reforzar.
Construyamos un mundo en donde todos podamos vivir.
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