El modelo económico argentino caracterizado por una elevada heterogeneidad estructural a nivel productivo, junto a ciclos pronunciados y continuos de inestabilidad macroeconómica, tiene asociados elevados niveles de pobreza monetaria y de desigualdad económica. En este contexto, se habría generado un núcleo duro de población excluida -población “sobrante”-, altamente vulnerable a las crisis económicas. Bajo esta condición de la economía y sociedad argentina, es importante evaluar los efectos de la pandemia por COVID-19 sobre el bienestar económico de los hogares y la desigualdad social.
Entre 2019 y 2020, según datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina, la pobreza monetaria, para la muestra de población urbana, aumentó de 39,9% (prepandemia) a 44,7% (escenario de pandemia), cayendo un años después a sólo 43,8% (postpandemia). En este marco, el enfoque dinámico de los estados de pobreza - no pobreza permite hacer un análisis de las transiciones desde/hacia esos estados, posibilitando la caracterización de los hogares y personas con más chances de no pobreza, pobreza transitoria, recurrente y crónica. Dado que la EDSA-ODSA/UCA cuenta con una estructura de panel, para un subconjunto de la muestra es posible comparar la situación de cada hogar entre dos años sucesivos durante los ciclos 2019-2020 y 2020-2021. Ver documento estadístico “Desigualdades estructurales, pobreza por ingresos y carencias no monetarias desde una perspectiva de derechos. Un escenario pre-post COVID-19 de crisis e incertidumbre”.
En esta línea de análisis, nos hacemos los siguientes interrogantes ¿Cuál es la magnitud de los cambios ocurridos en los niveles de pobreza de ingresos de los hogares durante los ciclos de emergencia sanitaria y recuperación post pandemia por COVID-19? ¿Quiénes fueron los más afectados en términos de pobreza crónica?, ¿Quiénes los que tuvieron más capacidad de escapar de los significativos efectos de la pandemia, en un contexto de recuperación económico-ocupacional postpandemia, con caída de la pobreza, aunque con alto nivel de inflación?
Más allá de, si se considera un ciclo de emergencia sanitaria o de repunte post pandemia, es importante destacar que sólo 36,6% de la población urbana quedó exenta de caer en la situación de pobreza monetaria durante los años 2019-2010-2021. Esto da cuenta de la importante proporción de personas que, en contraposición, tuvo algún episodio de pobreza durante ese período: 63,3%, entre los cuales el 29,6% se mantuvo en situación de pobreza crónica a lo largo de esos años; mientras que 33,9% experimentó uno o dos episodios de pobreza por ingresos (pobreza transitoria).
Pero la permanencia dentro/fuera de la condición de pobreza es significativamente desigual al interior de la estructura ocupacional: más de 9 de cada 10 personas del estrato medio profesional nunca estuvo en situación de pobreza (tanto en el ciclo 2019-2020 como en 2020-2021). Esta proporción desciende de manera escalonada al interior de la estructura socio-ocupacional. De manera inversa, al evaluar la permanencia en situaciones de pobreza, se estima que alrededor de 5 de cada 10 hogares del estrato trabajador marginal se encontraron en condición de pobreza monetaria durante los últimos tres años, descendiendo significativamente esta proporción en las restantes categorías consideradas.
En paralelo, la continuidad en condición de pobreza es superior en los hogares que presentan carencias en las dimensiones de derechos, de nivel socio económico muy bajo, localizados en el Conurbano Bonaerense, con jefes de hogar en el desempleo/subempleo o en condiciones de empleo precario, de nivel educativo bajo y hogares con niños/as. Al respecto, destaca el hecho de que más de 4 de cada 10 personas en hogares con niños/as de hasta 17 años sufrieron de pobreza crónica, contra menos de 5 de cada 10 en el caso de los hogares sin niños/as y/o adolescentes.
El aumento de las ayudas sociales durante 2020 brindó un piso mínimo de ingresos entre los sectores más pobres y vulnerables, sin embargo, no sólo fueron insuficientes, sino que además no son sostenibles en el tiempo y no llegan a todos los que sufren pérdidas de ingresos o evidencian condiciones sociolaborales estructurales.
Si bien durante 2021 tuvo lugar una importante recuperación del empleo y los trabajos informales -en un contexto de fuerte inversión en obra pública y reactivación de la industria y los servicios-, la fuerte y creciente inflación, generaron un escaso impacto sobre la reducción de la tasa de pobreza monetaria (de 44,7% a 43,8%). Pero, en cualquier caso, ¿quiénes fueron los segmentos que tuvieron mayor probabilidad de escapar de este estado de privación?
Más allá de las fuertes desigualdades en términos de permanencias dentro o fuera de la situación de pobreza, es importante dar cuenta de las transiciones/flujos pobre-no pobre o a la inversa (salida o entrada de dicha condición). En este sentido, entre 2020 y 2021, a nivel general, al mismo tiempo que entró en la pobreza una 10% de la población, salió de esta situación más de un 13%. ¿Quiénes fueron ellos?
En principio, si bien no llama la atención que la mayor parte de la clase media profesional (95%) y de la clase media no profesional (82%) no hayan estado en riesgo de pobreza, si se destaca el hecho de que un 4% y un 10%, respectivamente, hayan entrado en situación de pobreza entre 2020 y 2021. Pero, más llamativo es aún que 1,5 personas de cada 10 residentes en hogares de trabajadores integrados haya ingreso a la pobreza, y que en igual proporción hayan también salido de esa situación. De tal modo que más de la mitad (54%) de la población de hogares de trabajadores integrados fue pobre en 2020 o en 2021.
En el otro extremo, más allá de que el 73% de los sectores de segmentos informales-marginales atravesó la pobreza en el período 2020-2021, resulta especialmente llamativa la fuerte salida de la pobreza experimentada durante la reactivación de postpandemia (24%). Al respecto, cabe recordar el contexto: recuperación de empleos informales, mayor obra pública y actualización de las ayudas sociales en contexto de primavera electoral. De todos modos, un 6% de estos sectores cayó en pobreza bajo el contexto inflacionario. En cualquier caso, más allá de algunas transiciones afortunadas, la información estadística de cuenta de una profundización de las brechas de pobreza al interior de la estructura social en contexto de postpandemia.
Como era de esperar, dada la relevancia de las remuneraciones laborales en el presupuesto de los hogares, la dinámica del mercado de trabajo explica, en mayor medida, la entrada a la pobreza entre 2019 y 2020, así como la salida de ésta entre 2020 y 2021. La recuperación del número de perceptores laborales por hogar habría sido un factor clave. Sin embargo, cabe destacar también el papel positivo de los programas de transferencias de ingresos como factor de protección frente al riesgo de pobreza. Pero aquí también, esta situación habría estado especialmente asociada a un aumento en el número perceptores de programas, a pesar de registrarse una caída real de la asistencia social por efecto inflacionario. De modo que sin la asistencia pública que se brinda mediante los programas de protección social, los niveles de pobreza por entradas a la misma habrían sido todavía más graves.
Sin embargo, es en el mercado de trabajo en donde hay que poner especial foco: más allá de cambios de tendencia o repuntes en un escenario de postpandemia, se necesitan de manera urgente contar con condiciones macroeconómicas adecuadas para la inversión y la generación de empleo, en base a una necesaria estabilización económica, con reglas claras para la inversión y nuevas normas financiero-laborales que favorezcan este proceso. En el mejor de los escenarios, sería deseable emprender un conjunto de transformaciones político-económicas que hagan posible al menos un patrón de crecimiento dinámico exportador, sostenido en el tiempo, en cabeza de sectores productivos, pero con redistribución de capacidades comerciales, financieras e ingresos hacia los sectores informales, la llamada economía popular y la pequeña microempresa familiar.
Lejos de ampliar los programas sociales, resulta urgente y prioritario aprovechar la recuperación económica para estabilizar la dinámica monetaria y, al mismo tiempo, potenciar la creación de trabajos y de empleos que permitan generar ingresos y ahorros en las familias. Es esta la única herramienta social que permitirá reducir la pobreza de manera sostenible.
Julieta Vera es coautora de esta columna