Un tal Mick Jagger

¿Qué es? ¿Quién es? ¿Quién sos Mick Jagger?

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Jagger, el hombre y el
Jagger, el hombre y el mito del rock. (foto Reuters)

Michael Philip Jagger, 79 años. De estación en estación, de generación en generación, Jagger junta una línea con la vitalidad y el significado que ha reunido, puede ser un buen ejemplo, a los grandes viejos del jazz en Nueva Orleans con la electricidad, el erotismo, el único común a un idioma para cualquier país: el rock.

Los tiempos se unen. Los esquemas se rompen. El rock no debía envejecer, no podía. Sigue en plena juventud y en plena creación, en ebullición. Sus héroes mayores niegan el mandato primordial. Jóvenes y viejos, todo. Las canciones se hacen himnos o juegos desatado de felicidad aun cuando haya cerca de un siglo medio siglo si contamos primitivos geniales. Hizo un pico en los hechos del swinging London, la revolución hippie, las sustancias experimentales antes de que se convirtieran en el espanto que acorrala al mundo.

¿Qué es? ¿Quién es? ¿Quién sos Mick Jagger? Mick Jagger es aquel a quien nadie se anima a decir anciano (pero lo es) capaz de alimentar cada vez con más fuerza el instinto de vivir.

Nació en Dortmund (Kent), donde hizo el colegio junto con Keith Richards. Ambos son creadores que, a esta altura, han dejado atrás las turbulencias de las drogas y cualquier otro exceso, para que germinen gestos de generosidad, sosiego y transformación, sin negar ni traicionar nada. Intentó Mick un buen tiempo en la London School Of Economics, pero pegó la vuelta. Llegaba la música. Y con aquellos que admiraban –vacas sagradas del blues, sobre todo- fue armándose un modo inconfundible.

Con una chica de cercanías -se usa mucho la palabra ahora, creo- aprendió ballet, aprendió bastante a la vez que el padre, instructor de gimnasia, le trasvasaba las alegrías del cuerpo en buena forma. No es una biografía, no teman -hay internet y libros a patadas- sino algunas preguntas personales sobre las preguntas que tiene el título y las preguntas de arriba. Es decir mirar la cara de grandes surcos de Jagger -un mastín flaco-, las carreras por el escenario, los gritos que para nada nublan una técnica como cantante muy calificada: Jagger canta muy bien.

Mick Jagger, en la gira
Mick Jagger, en la gira "No Filter Tour", en Chicago. (foto AFP)

Que no es el ardor del momento en que se vive y nada más, podría demostrarse con un rolinga de 18 años dispuesto a lo que sea para entrar a un estadio donde tocaran lo Stones y conseguir un lugarcito en la neblina de los porros. Eso pagaría su sueño dorado: horas de pura celebración. Las letras -muchas conocidas verso a verso un montón de veces o quienes las intuyen y las saben-, reciben con ellas historias que cuentan y estallan. Jagger y Richards son autores de gran producción y altura. Cantan y cuentan. Cada una de sus creaciones en el arte de hacer canciones es nueva, aunque se haya recibido antes y abundante: el rolinga del pasto en el estadio y gente más entrenadas para recibirlas y compartirlas con la actitud de una ceremonia (aunque los oficiantes sean majestades satánicas).

Hay algo en Mick Jagger, en un tal Mick Jagger, algo elegante y de maneras cultivadas, sin dejar de desgañitarse en sus espectáculos. Cierta clase que no obsta para desearse a sí mismo de todas las esferas y modos que existen. Algo quizás perdido en el mar de la genética. También puede hacer en ese sentido la energía que carga como una batería, sin abandonar momentos de tranquilidad y buenas horas. El padre murió a los 93, fresco y fragante como uno sus rosales que, desde luego, cuidaba cada día, afición tan inglesa y embellecedora.

Como quiera que sea, no se trata de un hombre lineal sino poliédrico. En 1967 fue acusado de haber participado en una fiesta con uso de LSD y anfetaminas y con la banda ya formada: aún estaba Brian Jones. Fue quien propuso llamarlos así por palabras y canción del prócer blues Muddy Waters (llegaron a tocar con él). “Rollin´Stone” o canto rodado, piedra que rueda. El slang de Londres para designar a un vago que va de acá para allá es también una hipótesis. Hay quienes opinan que el origen es “Like a Rolling Stone”, la de Bob Dylan, donde se cierra con la frase. Lo de aquella fiesta fueron unos meses como sentencia: un mundo se abría dentro de otro, los personajes, ideas y expresiones de lo que ocurría, una nueva estética y en busca dificultosa de otra ética.

Los años sesenta. Hacer el amor, no la guerra. Los instrumentos se enchufan. El Imperio tiene que reformarse. Enfrentar la carrera atómica, La imagen de la moda es Twiggy, flaquita, encantadora. Las minifaldas salen a la calle.

Borges y Jagger

El encuentro en Madrid. Como
El encuentro en Madrid. Como un cuento fantástico.

El encuentro se produjo en el hotel Wilse, de Madrid. Era el atardecer. Borges fue llamado a la hora de la comida y María Kodama, lista para acompañarlo. Mick Jagger se acercó al sillón de Borges, se arrodilló y expresó su lectura constante y su admiración desde el colegio:

- Maestro.

- ¿Y usted quién es?

- Soy Mick Jagger

- ¿El de los Rolling Stones?

-¿Usted me conozco, Maestro?

- Sí, conozco su música por María y me gusta.

Una noche del ochenta y pico. Poliédrico ¿no?

La película “Perfomance” tiene como actor a Jagger. Dirigida en el 70, corre también por las grandes cambios, pero no son intenciones nobles, rebelión poética, parto histórico. Hay lujuria, adicción, crimen, una montaña de sexo: el protagonista duerme con dos mujeres nada comunes. Interpretado por Jagger dice unas páginas de “El sur”. En un momento se lee Tlõn Uqbar Orbis Tertius. Una bala “subjetiva” alcanza y destruye a Borges. Danza de pasiones, obsesiones y desbordes pocas veces transformada en cine, tiene mucho cimiento de Jorge Luis Borges allí.

Pero no para en esa película inclasificable y en Jagger. El líder Stone es lector sostenido, aprecia y tiene mucha pintura, sin que se contradiga pasar un día de música y viejas fidelidades de uso con los rastafaris en Jamaica. El más viejo es el más joven y no es un personaje armado. Conoce su propio desmadre existencial de los arranques, como a sus ocho hijos y a su nieta. Dos casamientos -Bianca Pérez, Mora Macías, Bianca Jagger y Jerry Hall- y se acompaña hoy de Melanie Hamrik, con menos de 52, gestora de una fortuna grande.

Ya está. Son las líneas mayores de un tal Mick Jagger. El que rompe a pedazos la división juventud-senectud para instalar algo diferente; el discurrir de la vida en su poder misterioso.

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