La gira del presidente Alberto Fernández transitó entre la búsqueda de inversiones energéticas, la oferta de bienes primarios escasos; y la demanda de cese de sanciones económicas, armamentismo y condena a la invasión rusa. Improbable que tenga consecuencias relevantes.
El viaje terminó en una confusa polémica respecto de la relación con Cristina Fernández de Kirchner. Nada quedó claro. El traductor Aníbal Fernández invitó a unas PASO entre Cristina y Alberto. Finalmente, Alberto pareció decir ¿a mí por qué me miran?
El ministro de Economía Martín Guzmán, el miércoles en el programa de Marcelo Bonelli, después de un inventario de logros imaginarios, anunció su programa. La síntesis del mismo, que le permitió acordar con el FMI, fue “levar las anclas”. Las anclas de corto plazo.
Guzmán, como muchos antes que él, ha estado enfrentando al problema de la inflación utilizando el sistema de anclas. Ancla cambiaria, ancla tarifaria, ancla salarial se han utilizado en distintos programas. Unos simples, otros sofisticados. Pero todos con el mismo resultado: fracaso, la inflación siempre está. O como Pichuco “¿ por qué me dicen que volví, si nunca me había ido?”
Martín Guzmán, como muchos antes que él, ha estado enfrentando al problema de la inflación utilizando el sistema de anclas: cambiaria, tarifaria, salarial
El ministro ha hecho uso del atraso cambiario respecto de la inflación apuntando a morigerar el impacto de la suba de los precios de los bienes exportables e importables, anclando el dólar para “desacelerar” el promedio.
Pero, además de los impactos estructurales negativos en el aparato productivo, el “ancla cambiaria” genera una brecha en la cotización de la moneda extranjera fuera de la determinación oficial; y esa brecha es una presión proporcional a las expectativas inflacionarias. Cuando crece suben las expectativas y viceversa.
El programa con el FMI requiere “levantar el ancla cambiaria” oficial al ritmo de la inflación, pero -dado que ésta se aceleró- no ha podido hacerlo del todo. El programa pedía poco y Martín está dando menos.
Pero el desafío mayor es levantar el ancla de las tarifas energéticas. El impacto fiscal del hacerse cargo de lo que reclama la cadena de valor de provisión de esos bienes y servicios, es monumental. Cualquier radiografía del Gasto Público señala que allí está la madre del borrego fiscal. También tiene padre.
Cristina Fernández de Kirchner entiende que no es políticamente rentable que los grandes conglomerados urbanos se hagan cargo del costo de la energía. Pero ¿cuál es el costo de la energía? El ex ministro Juan Aranguren, en Diputados declaró, que “no sabía” cuál era el costo del gas en boca de pozo. ¿No lo sabía? ¿Mintió? No sé. ¿El Estado dispone de esa información? En el área domina el criterio de la “declaración jurada”. Tenemos el problema de falta de información para gobernar.
Tenemos el problema de falta de información para gobernar
Pero lo cierto es que el Estado, con los fundamentos que sea, aporta una masa de recursos gigantesca para compensar lo poco que pagan los usuarios de lo mucho que reconoce el Estado como costo (digamos costo más utilidad) de la cadena de valor de los concesionarios energéticos.
La “política” denuncia dos problemas: el Estado bobo que no audita y el Estado tierno que acaricia al electorado financiando, a puro déficit. Un gasto que, además, incentiva el consumo de lo que habría que ahorrar hasta por razones ambientales.
El programa de Guzmán es levantar el ancla tarifaria. Para calmar a Cristina dice haber diseñado una segmentación que, como es habitual, implica el camino de Caperucita Roja: el más largo y peligroso.
No ha habido manera de hacerle entender, a ninguno de los dos, que lo más sencillo y más rentable, es subsidiar la demanda de aquellos que no pueden pagar la tarifa plena.
Conclusión, el ancla se levantará de a poco y la política seguirá en el bosque y por el camino de Caperucita.
El programa de Guzmán es levantar el ancla tarifaria. Para calmar a Cristina dice haber diseñado una segmentación
La tercer ancla es la salarial que, en la Argentina, incluye por su dimensión fiscal a los pagos de transferencia, es decir, jubilaciones y pensiones, más la marea de planes de asistencia social con los que se pretende reemplazar la primera obligación de todo gobierno que es crear trabajo productivo. Trabajo asociado a la conquista de inversiones que aumenten la productividad social.
Las convenciones colectivas han sido liberadas y marchan al 60% y en subida. Como dijo el general: los salarios “irán” por la escalera y los precios “irán” por el ascensor. Entonces -sumado a la leva de las otras anclas- allá vamos. Nos espera una inflación del 70% anual. Pero, lo más importante, es que los pagos de transferencia se han convertido en el escenario de la mayor pelea dentro y fuera del poder.
A fuerza de largos años -acentuado desde el kirchnerismo- de no hacer de la inversión reproductiva el protagonista del progreso económico y social, hemos transformado negativamente el desarrollo de la sociedad: casi la mitad de la Argentina en la pobreza.
Desocupados, descomunal crecimiento de la pobreza, desplome de la productividad por habitante. El remedio utilizado, es justa y necesaria la reparación al sufrimiento por la exclusión, que incluye todos los subsidios, está creciendo como una bola de nieve.
¿Estamos ante un cambio sistémico? La ausencia de acumulación durante años, produjo inflación y estancamiento. De ahí venimos.
Pero ahora está creciendo un sistema de desacumulación cuyas consecuencias son inimaginables. ¿Tenemos como detenerlo?
Está creciendo un sistema de desacumulación cuyas consecuencias son inimaginables
Sí. No hay dudas. Una de las herramienta, si es que llega a ser bien utilizada lo que no es fácil, es explotar, por ejemplo, la abundancia de Vaca Muerta en todas sus dimensiones. El principio de la ejecución es un gasoducto, y muchísimas inversiones complementarias para convertir esa energía en bien transable. Este gobierno, sabiéndolo, tardó dos años para empezar a licitar el gasoducto.
Sin embargo, mientras Guzmán en la TV comentaba el gasoducto como “un logro” ya realizado, en el mismo canal y al mismo tiempo, la publicidad oficial mostraba “las obras” del gasoducto como si se ya lo estuviera realizando. Fotos de otro lado. Una metáfora. Macri tardó dos años para licitarlo. Cristina no lo hizo.
Ese atraso refleja la desacumulación material, gran problema nacional, que es la consecuencia de la desacumulación de capacidades, para pensar y planificar, en los gobiernos que sufrimos hace décadas. Este está en el podio.
No sólo eliminamos el sistema ferroviario sino que tardamos casi ocho años para licitar un gasoducto que hace ocho años era ya una gran oportunidad. Habremos perdido diez años hasta que funcione.
No sólo eliminamos el sistema ferroviario sino que tardamos casi ocho años para licitar un gasoducto que hace ocho años era ya una gran oportunidad
Hacer política económica también es levantar el ancla con la que frenamos las oportunidades. Ese sería un gran programa de gobierno: “levar el ancla de las oportunidades”.
Para levar esa ancla, además de pensar y programar, hay que unir muchas fuerzas durante mucho tiempo. Difícil.
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