Cristina y Alberto Fernández han pasado de una guerra larvada a una guerra total. El conflicto sordo que el Presidente disimulaba con sumisión ahora parece una versión peligrosa de los Pimpinela que se culpan en la cima del poder mientras Argentina sigue deslizándose barranca bajo en un tobogán de decadencia. Por motivos diferentes ella quiere despegarse de él y él despegarse de ella, en una sociedad de la que ninguno puede desligar responsabilidades, por las consecuencias.
El ninguneo de la señora o la humillación consentida del Presidente, simulando que no pasaba nada, fueron durante más de dos años el vínculo agotador y tóxico en el que se desenvolvió una guerra fría con los argentinos como rehenes de su destructiva suma cero.
Ahora, como si fuera novedad, Alberto Fernández sale por primera vez a confrontarla abiertamente y a contarnos que el kirchnerismo obstruye el gobierno. ¿Antes no lo veía?
En la cara de los argentinos, durante más de dos años, el Presidente negó todo conflicto sometiendo la administración a los designios de su vice y entregándole casi el control total del presupuesto. Haber elegido ser víctima no lo exime de la responsabilidad de ser Presidente ni de las consecuencias de las políticas de su gobierno o de su desgobierno. Ahora, ¿está decidido a dar la pelea final o es una bravuconada pour la gallery como antes sus simulacros de paz y amor?
La vicepresidenta ya ni esconde que manipuló al electorado y que lo eligió a su ex jefe de gabinete porque era un dirigente dominable sin frente propio con el que fue generosa porque además de designarlo, le permitió que pudiera elegir a su gabinete económico. Claramente en ese sentido se terminó su magnanimidad.
Lo que revuelve las tripas, es la noción ahora evidente de que siempre se trató de una lucha por el poder a costa de los argentinos, los que los votaron a conciencia de la farsa, los que los votaron engañados, y los que nunca se comieron el sapo, pero simplemente respetaron la investidura en la que ellos se revuelcan como si fuera el lecho promiscuo de sus apetencias de poder. En la sociedad el espectáculo obsceno proyecta hartazgo.
En una carta de lectores, una ciudadana, Sonia Decker, de profesión artista, le puso voz a los argentinos que son rehenes del presente eterno y atroz que impone un poder tomado para sus propios fines que deja a la gente sin la más mínima posibilidad de proyectar nada. Ella advirtió sobre la ira de los mansos. La realidad esconde más advertencias en la profundización de la crisis que titila en rojo en el índice de inflación.
Mientras parecen danzar peligrosamente en la cubierta del Titanic dos gobiernos que chocan con medidas contradictorias, la guerra escala en varios frentes. En el Congreso la vicepresidenta actúa como las mujeres que se vengan del marido, reventándole la tarjeta de crédito. Lástima que el dinero es de todos. Ella busca forzarlo a un plan platita y él, tan cocorito de repente, aún no tocó a ninguno de los muchachos de la señora sentados en sendas cajas del Estado. Mientras tanto, los voceros más duros del cristinismo como Juan Grabois siguen la embestida contra el ministro de economía y el acuerdo con el Fondo mientras redoblan la apuesta.
Hay que prestarle atención a estos flamígeros portavoces cuando representan un plano inquietante del choque de los Fernández que ocurre así en tres dimensiones: la caja, el Congreso y la calle. Y la calle es un campo de batalla mucho más delicado en el que Cristina juega con la izquierda. Al acampe multitudinario en la 9 de julio con llamativa financiación, a la muestra de poder de La Cámpora el 24 de Marzo, al cinematográfico episodio de las piedras en el despacho, se suma ahora una manifestación que promete ser masiva el mismo día que se conoce el índice de precios del Indec. En la Ciudad no lo admiten, pero el tema les preocupa. No ignoran que cuando las peleas en el poder son desembozadas, si de peronismo se trata, en el terreno, la cosa puede escalar feo. La plaza es jurisdicción porteña.
En estos días, los peronólogos, observan como los pronosticadores ciertos indicadores relevantes, como el tenor de las marchas que avancen desde el conurbano. Hay metodologías que son conocidas, pero no por eso menos atendibles. ¿De qué son capaces ahora que se sacan los ojos delante de todos? Nadie lo sabe.
Es tan perturbador este peligro real en la Casa Rosada, que alguien deslizó una hipótesis que da escalofríos. ¿El Presidente se fue de viaje justo ahora porque en el fondo piensa que ella en ejercicio de la presidencia es el mejor reaseguro para que no ocurra una desgracia? “Con ella en la Presidencia se van a cuidar”, piensan. Cuando a estas cosas las dice un conocedor de las internas peronistas, hay que prestar atención.
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