El debate sobre la dolarización de la economía argentina hace tiempo que se viene debatiendo en Argentina. Hay varios trabajos de economistas muy serios como Jorge Ávila y Carlos Rodríguez que se inclinan más por la competencia de monedas. El profesor Steve Hanke de la Universidad Johns Hopkins ha trabajado también en el tema; y está el libro que acaban de finalizar y está por dar a luz de Emilio Ocampo y Nicolás Cachanosky que analiza todas las experiencias de dolarización y sus resultados, con un análisis muy profundo de cada caso y su propuesta que incluya una reforma financiera.
Tanto hace que se viene debatiendo este tema que ya en 2018 y 2019 participé de dos debates en Ucema con Jorge Ávila y Alejandro Estrada en los cuales defendíamos la dolarización de la economía argentina.
Pero el análisis de la dolarización, las opciones de competencia de monedas con dolarización o sin dolarización y quitarle el curso forzoso al peso siguen vigentes, siempre tratado con respeto profesional, como se hace en el mundo académico, y atado a alguna reforma del sistema financiero.
Aquí también hay varias opciones a considerar, pero fundamentalmente, no afectar la seguridad jurídica, porque diseñar una reforma monetaria acompañada de una reforma del sistema financiero, no solo requiere de cuestiones técnicas viables, sino que además exige considerar cuestiones institucionales vinculadas con la carga impositiva y con un Estado confiscador serial.
Hay varias opciones a considerar, pero fundamentalmente, no afectar la seguridad jurídica
En la última semana, la vicepresidente no solo cometió el grosero error de leer al revés un cuadro que relacionaba base monetaria con el PBI, sino que volvió sobre el “latiguillo” de la fuga de capitales. Cristina Fernández de Kirchner parece olvidar que una de las mayores fugas de capitales de la historia económica argentina la hizo su fallecido esposo, Néstor Kirchner, cuando giró al exterior los fondos que recibió la provincia de Santa Cruz por regalías petroleras atrasadas de la Administración Central y la privatización de YPF. En 1992 la provincia recibió USD 630 millones, que a valores actuales deben ser unos USD 1.300 millones. Este dato no incluye los intereses ganados y está el agravante que nunca se supo muy bien a qué se destinaron esos fondos que no eran del fallecido expresidente, sino que pertenecían al pueblo de la provincia austral.
Además, están los capitales que se refugian en el colchón y cajas de seguridad, huyendo de la inseguridad jurídica y de la descomunal carga tributaria.
En este sentido, CFK también debería evitar hablar de esos temas, dado que sus familiares guardaron dólares en cajas de seguridad. Eso es atesoramiento que puede asimilarse a fuga de capitales o ahorro que sale de circulación.
Pobres que financian a países ricos
El populismo que domina la ideología kirchnerista genera esa fuga de capitales que tiene la particularidad de generar lo que se podría llamar un financiamiento regresivo del crecimiento.
El populismo que domina la ideología kirchnerista genera la fuga de capitales y generar un financiamiento regresivo del crecimiento
En efecto, los ahorros que se fugan de Argentina al exterior por miedo a las confiscaciones, como fueron el Plan Bonex en 1989; el corralito y corralón de fines de 2001; pesificación asimétrica entre depósitos y préstamos bancarios en dólares a comienzos de 2002; expropiación de los ahorros privados en las AFJP, etc.); producto del populismo, van a parar a bancos de países desarrollados.
Esto conduce al insólito resultado que muchos argentinos, en un país con creciente pobreza, indigentes y desocupados, terminan financiando el consumo y el crecimiento de los habitantes de economías desarrolladas.
Ese es el resultado de las políticas populistas que impulsa el kirchnerismo. Cuando Néstor Kirchner fugó los USD 630 millones de Santa Cruz hizo exactamente lo que describía en el párrafo anterior: financiar el consumo y la inversión de países desarrollados.
El gráfico muestra la relación depósitos en el sistema financiero/PBI de algunos países seleccionados. Para 2021 el promedio mundial fue del 45,28%, mientras que en la Argentina se ubicó en casi la mitad (23,8%), y muy lejos de los altos niveles que registran Chile, Brasil y Uruguay, por citar a los vecinos.
Esos datos reflejan que el sistema financiero argentino tiene una muy baja tasa de canalización del ahorro privado a la producción y el consumo nacional. Y, para peor, la mitad de esos depósitos bancarios son absorbidos por el BCRA con sus Notaliq, Pases netos, etc. Para financiar gran parte del gasto público.
El sistema financiero argentino tiene una muy baja tasa de canalización del ahorro privado a la producción y el consumo nacional
A esto hay que agregarle que el sistema financiero es solo una parte del mercado de capitales. El bursátil es el otro, pero que ha quedado reducido a una mínima relevancia, al punto que opera por día la mitad de lo que factura en un día la cadena de hamburguesas más conocida del mundo.
En definitiva, cualquier propuesta de reforma monetaria y del sistema financiero tiene que partir de un dato fundamental: en Argentina el principal problema es la falta de credibilidad en sus instituciones políticas, jurídicas y económicas, y el kirchnerismo ha sido el que terminó de pulverizarlas luego del gran destrozo de 2002.
Cristina Fernández de Kirchner puede despotricar mucho sobre fuga de capitales, pero no puede ocultar que su espacio político fue el principal actor en esa práctica y que su avance sobre las instituciones republicanas solo contribuye a que haya más salidas de ahorros locales al exterior, porque huyen de las arbitrariedades populistas que sólo contribuyen a generar más pobreza, indigencia y desocupación.
Antes de señalar la paja en el ojo ajeno, el kirchnerismo debería ver la viga en el propio
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