Este jueves habrá en la Cámara de Diputados una sesión especial para tratar un tema que es una cuenta pendiente de nuestra democracia: la Boleta Única de Papel. Se trata de una reforma que presenta un diputado peronista, Florencio Randazzo, pero que cuenta con amplio apoyo de variados sectores, incluído a Juntos por el Cambio. Destaco este primer dato, el de la composición plural de partidos que acompañamos esta iniciativa, ya que habla de una necesidad que trasciende a los distintos espacios y a sus intereses. Es una necesidad de la democracia argentina.
Repasemos brevemente de qué hablamos cuando hablamos de boleta única. Cuando vamos a votar nos encontramos con distintas boletas de los diversos partidos o espacios que compiten en una elección, ya sea nacional, provincial o municipal. El elector llega al cuarto oscuro y encuentra una pila de boletas por cada partido, de la cual elegirá la de su espacio de preferencia, descartando las de los demás.
Esto ya plantea un exceso de boletas, porque para que sea equitativo debería haber, para cada votante, una boleta de cada partido. Por ejemplo: si compiten cuatro espacios (que por lo general suelen ser, en cualquier elección, muchos más) habría para cada persona que va a votar cuatro papeles de los cuales ésta sólo elegirá uno en el mejor de los casos (no desestimemos el voto en blanco o el ausentismo, ambos en alza).
El sistema de boleta única propone, como alternativa, una boleta general que incluya a todos los candidatos que compiten en una elección, para que el votante marque los de su preferencia. Es decir, en vez de varias pilas de boletas según distintos partidos, una única pila. En vez de varias boletas, una sola por votante.
Ya desde este planteo, las ventajas económicas y ambientales del sistema de boleta única son más que evidentes. Según la ONG Ser Fiscal, la implementación traerá al Estado un ahorro de 3 mil millones de pesos que, bien administrados, se podrán emplear para otras necesidades que actualmente presenta la sociedad argentina (y que, como sabemos, distan de ser pocas): escuelas, hospitales, obra pública, etc.
Pero además, la boleta única presenta ventajas en lo democrático. ¿En qué sentido? Tal y como lo expresó el politólogo Daniel Zovatto en una charla difundida por la organización civil Red de Acción Política, el sistema actual –también conocido como de lista sábana– favorece prácticas poco democráticas que se han vuelto, lamentablemente, muy comunes. Me refiero a los partidos que le entregan sus boletas a los votantes, antes de entrar al cuarto oscuro, para que estos vayan a introducirlas en el sobre, en una pantomima electoral que no tiene nada de representativa. Son mandados a votar por el puntero o el cabecilla de su zona. Eso, dice Zovatto, no es democracia, “es feudalismo”.
Por otro lado, la boleta única erradicaría el problema común de la falta de boletas. Como es sabido, en toda elección se da la situación de que, en determinado momento de la jornada electoral, faltan boletas de un espacio, ya sea porque es el más votado de esa mesa o porque hay robo de boletas. En el tiempo en que alguien alerta al presidente de mesa al respecto, una cantidad de gente con la intención de votar al espacio de las boletas faltantes, en el apuro, termina votando otra cosa. Como resultado se distorsiona la representatividad del voto, porque los números no reflejan del todo la preferencia de los votantes.
La boleta única remedia eso de manera absoluta. Al no haber diferentes boletas, al ser para todos la misma, no hay riesgo de que ninguno de los partidos y candidatos que compiten quede desfavorecido por estas ineficiencias del sistema vigente. Todos tienen la misma chance de ser elegidos, en todo momento de la jornada de votación.
Finalmente, y en relación con lo anterior, la boleta única favorecería y facilitaría el trabajo de los fiscales, y por ende generaría una coexistencia más saludable entre los espacios políticos, situaciones de menor tensión en los comicios y mayor agilidad en el desarrollo de los sufragios (cuya falta todos hemos padecido en algún momento de nuestra vida electoral).
Tenemos, entonces, la posibilidad de una reforma de nuestro sistema electoral que garantizará: 1) una administración más eficiente de recursos económicos, 2) mayor cuidado del medio ambiente, 3) condiciones más equitativas para la competencia electoral de los distintos partidos políticos y 4) más facilidad, agilidad y eficiencia para el desarrollo de los comicios.
Estas son ventajas generales del sistema de boleta única a las cuales hay que sumar algunas que responden a las particularidades del sistema electoral argentino. Estoy hablando del elefante en la habitación: las PASO. Todos los problemas que presenta actualmente el sistema de lista sábana se multiplican por efecto de las PASO. La cantidad de boletas que se imprimen (y que se desperdician) es abrumadoramente mayor desde las primarias abiertas, donde compiten espacios de muy bajo caudal electoral. Con la boleta única se incluirá a todas las opciones en la misma boleta, tanto las más convocantes como las menos.
La boleta única permite así, al elector, la posibilidad de repasar y recordar toda la oferta electoral antes de esgrimir su voto. No nos olvidemos que no todo el mundo llega al cuarto oscuro con su voto decidido y que, para esa porción importante de ciudadanos, es importante poder tener un buen pantallazo de todos los nombres, caras e insignias que componen la oferta electoral. Para ese efecto es mucho mejor la boleta única (que reúne a todos los competidores en una misma hoja de papel) que el exceso de boletas actual, que abruma y no favorece el repaso de todas las opciones. Este problema también se acrecienta con las PASO, que abrieron la puerta a una saturación de ofertas, muchas veces irrisoria, donde muchos ya no saben ni a quién están votando.
Todos estos son argumentos contundentes a favor de la reforma. Sin embargo, el más contundente de todos es el apoyo transversal a esta iniciativa por parte de distintos partidos y espacios políticos. Como dije al principio, es una iniciativa de un dirigente peronista que acompañan sectores del radicalismo, libertarios, socialistas, y también nosotros desde el PRO, por citar algunos. No hay colores partidarios en este tema. Incluso, creo que el oficialismo –o buena parte de él– podría acompañarlo también, ya que favorece a la deliberación democrática y minimiza las especulaciones políticas que tanto dificultan el buen funcionamiento del país en la actualidad.
Por eso es que saludo la inclusión de este tema en la agenda parlamentaria, y desde mi lugar como diputado nacional de Juntos por el Cambio en general y del PRO en particular, expreso mi más sincero deseo de que abra nuevos canales de diálogo entre toda la dirigencia, tan necesarios como infrecuentes en nuestra Argentina de hoy.
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