Es mejor evitar una gran crisis que aprovecharla. Y esta premisa es importante para Argentina, que viene atravesando una serie de crisis. En 2018 se desató una crisis económica, que luego se profundizó a partir de 2020 con la pandemia. La crisis sanitaria atada al brote mundial de COVID-19 también produjo una ampliación de las desigualdades sociales. Argentina, además, está sufriendo las consecuencias globales de la guerra en Europa, que profundizó la recesión económica global y perspectivas de inestabilidad financiera a gran escala.
Estamos viviendo un punto de inflexión de la historia. Y esto, para nuestro país, por supuesto representa varios riesgos, pero también algunas oportunidades. Las nuevas tecnologías, el contexto global, el bono demográfico y el cambio en los equilibrios globales sin dudas abren puertas al desarrollo. Pero de no subirnos a este tren del desarrollo, este escenario puede también implicar que vamos a estar cada vez más rezagados respecto a la región y el mundo.
Es este el momento para ponernos de acuerdo en no seguir dejando pasar oportunidades. En la Cena CIPPEC 2022 convocamos a la dirigencia política, empresarial, sindical, de medios y de la sociedad civil en su conjunto a generar acuerdos sobre acciones concretas, que puedan ir conformando una agenda de unidad nacional con sustancia.
Y tenemos, en puertas, una oportunidad perfecta para cristalizar estos acuerdos. En 2023, por primera vez en la historia argentina, alcanzaremos los 40 años de democracia ininterrumpida. Se trata de un logro en sí mismo. En cuatro décadas hemos tenido elecciones regularmente, alternancias entre gobiernos y todos los actores aceptaron los resultados. También logramos varios avances que nos deben generar orgullo: ampliamos derechos, logramos una mayor igualdad, fortalecimos las instituciones y la violencia política quedó enterrada como parte del pasado, incluso, las Fuerzas Armadas están conformadas íntegramente por militares formados en democracia.
Estos logros fueron posibles gracias a un acuerdo que se gestó entre toda la dirigencia, y que durante casi 40 años logró frenar cualquier amenaza al sistema democrático. Podemos usar este aniversario para inspirarnos y tratar de resolver las deudas que conviven con este hito.
Con este espíritu, lanzamos en 2021 “Democracia 40″, una propuesta de diálogo participativo, multisectorial, federal e intergeneracional, para poder encontrar puntos en común y pensar los próximos 40 años. Para eso, identificamos participativamente seis ejes que puedan dar marco a una estrategia de desarrollo. Sobre estos ejes estamos planteando debates plurales, en los que buscamos identificar acciones concretas que se basen en la evidencia y sean política, técnica y fiscalmente viables.
En primer lugar, debemos enfocar los esfuerzos en lograr la estabilidad macroeconómica. Parece que todavía nos cuesta entender que cualquier intento de generar empleo de calidad, reducir la pobreza o potenciar el crecimiento cae en saco roto si no resolvemos los desequilibrios macroeconómicos. La economía argentina está estancada, con bajas tasas de inversión, bajos niveles de creación de empleo privado, con altos niveles de exclusión social y pobreza. Salir de escenario implica trabajar en estrategias de inserción internacional inteligente, reducir los subsidios energéticos de manera gradual y focalizarlos para aminorar el impacto en la población más vulnerable, ampliar la base tributaria a partir de mejoras en la administración y reducción de la evasión, a la vez que reducir la incidencia de los gravámenes distorsivos, y modificar el sistema previsional para eliminar las inequidades y garantizar la sostenibilidad del sistema.
El segundo eje consiste en alcanzar la justicia educativa. Solo 16% de los y las estudiantes termina la secundaria en tiempo y forma, y con los aprendizajes básicos: jóvenes que contaron con las posibilidades propias de los lugares y familias en las que nacieron. A esto se suma que los aprendizajes, en muchos casos, no se condicen con las habilidades que requiere el mercado laboral. Para resolver esto, es necesario completar la digitalización del sistema educativo para poder sumar más tiempo escolar (especialmente, en el nivel secundario), aproximar los modelos y contenidos a los intereses y condiciones de socialización de las y los jóvenes, introducir un sistema de alerta temprana para identificar potenciales casos de abandono escolar y elaborar un programa integrado para personas en edad escolar.
El tercero, potenciar la matriz productiva. Argentina lleva cuatro décadas sin crecer de manera sostenida. Cuando logremos estabilizar la macro, vamos a encontrarnos con otro problema: la baja productividad de nuestra economía. Tenemos empresas con tecnología obsoleta que conviven con otras en la frontera tecnológica. Pero la productividad promedio es baja y los sectores más dinámicos no dan abasto para sacar a flote a todo el país. El desarrollo exportador tiene que ser la clave junto a un plan energético, la innovación y, principalmente, crear espacios de cooperación público-privada para establecer prioridades y metas a mediano y largo plazo.
El cuarto eje es reducir la pobreza. Desde hace más de 30 años que, al menos, un cuarto de la población argentina vive en situación de pobreza. Hoy, esa proporción es del 40%, y aumenta a la mitad entre los niños, niñas y adolescentes. La pobreza no solo es una deuda del presente, sino que también hipoteca nuestro futuro. Revertir esta situación es central para el goce de derechos de las personas, pero también como estrategia para el desarrollo, en particular en el contexto de la transición demográfica. Proponemos para esto avanzar hacia un modelo de intervenciones integrales de protección social, en particular en el sistema integrado de cuidados, eliminar los regímenes excepcionales del sistema previsional y avanzar en la reducción de embarazos no deseados, especialmente, entre adolescentes.
El quinto, asegurar una transición verde justa. La crisis climática afecta profundamente a nuestro territorio: tanto a los sistemas productivos locales basados en la agroindustria como a las ciudades. Tenemos que actuar hoy para poder adaptarnos y mitigar los efectos de la crisis climática que ya está afectando profundamente a nuestro país (los incendios de este verano así lo evidencian). Entre las soluciones que se pueden aportar, proponemos descarbonizar la matriz productiva, posicionar de manera estratégica la producción agroalimentaria, promover una legislación de ordenamiento territorial y alinear a todos los niveles del Estado para la gestión ambiental y la adaptación al cambio climático.
Finalmente, para que lo demás sea posible, es necesario contar con una institucionalidad sólida y efectiva que dé marco a la estrategia de desarrollo. El gran logro de la estabilidad y consolidación democrática convive con otros aspectos de nuestra institucionalidad que todavía tenemos que fortalecer, en particular en dos planos sustantivos. Por un lado, lo relacionado con la representación política y el modo de elegir a nuestros representantes. Por el otro, lo vinculado a las capacidades estatales, un factor crítico para traducir las decisiones en acciones concretas que logren ser implementadas y evaluadas para su mejora continua. Para esto, proponemos sancionar y poner en marcha la Boleta Única en papel, fortalecer el funcionamiento de la Jefatura de Gabinete de Ministros, aumentar la calidad del desempeño de la función pública, con especial énfasis en la alta dirección técnica y política del Estado, y consolidar un apropiado sistema de información.
La única forma de avanzar con las soluciones es de manera colectiva a través del diálogo para alcanzar acuerdos transversales. Ideamos “Democracia 40″ a partir del convencimiento de que estamos en un momento histórico que representa una oportunidad para generar propuestas que permitan construir la Argentina del futuro en la que valga la pena creer, con desarrollo, inclusión y sostenibilidad. No podemos desaprovecharla.
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