Aulas para pensar

La cultura del pensamiento se hace visible en aquellas aulas en donde el pensamiento, tanto individual como colectivo, se valora, se hace visible y se promueve activamente como parte de la experiencia cotidiana de todos los miembros del grupo

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Cuando el pensar se convierte
Cuando el pensar se convierte en un hábito para nuestros alumnos, todos los alumnos empiezan a destacarse (Foto NA: BA Noticias)

Muchos docentes simplemente no saben cómo enseñarles a sus alumnos a pensar de maneras profundas y, por lo tanto, no lo hacen. De la misma forma, muchos alumnos no saben cómo pensar de maneras más profundas, porque nadie espera que lo hagan, y por lo tanto no lo hacen.

La cultura del pensamiento se hace visible en aquellas aulas en donde el pensamiento, tanto individual como colectivo, se valora, se hace visible y se promueve activamente como parte de la experiencia cotidiana de todos los miembros del grupo. Es priorizar la profundidad el pensamiento por sobre la velocidad de respuesta.

Cuando preparamos a nuestros alumnos para pensar, les estamos dando las herramientas necesarias para que puedan resolver problemas, anticiparse, predecir, tomar mejores decisiones y disfrutar del buen pensar dentro y fuera del aula, entre otras habilidades. Ahora bien, algunos docentes piensan que solo pueden lograr un pensamiento de orden superior aquellos alumnos avanzados. Sin embargo, cuando logramos una cultura del pensamiento en el aula, modelamos el buen pensamiento y el pensar se convierte en un hábito para nuestros alumnos, todos los alumnos empiezan a destacarse.

¿Qué significa pensar? Si buscamos generar un aula que “piense” debemos poder contestarnos la pregunta para que podamos no sólo enseñar a pensar, sino también a evaluar si ocurrió o no.

Para poder enseñarles a nuestros alumnos a pensar, debemos nosotros, los docentes, desarrollar nuestra propia capacidad metacognitiva. Esto es, ser conscientes de las habilidades cognitivas que promovemos en nuestras clases. No se puede enseñar lo que uno no sabe. Diseñar un aula en donde se pueda pensar sin haber desarrollado nosotros habilidades parta poder pensar es como enseñarle a alguien a patinar cuando uno mismo nunca patinó.

Al hablar de la cultura del pensamiento debemos considerar que…

- Valoramos el pensamiento: el docente tiene altas expectativas en que sus alumnos puedan y quieran pensar. Muchas veces los “pensadores externos”, aquellos alumnos que construyen su respuesta mientras hablan, levantan la mano o “gritan” su respuesta, pero esto no garantiza que sea una respuesta pensada. Por otro lado, aquellos “pensadores internos”, que no levantan la mano salvo que tengan su respuesta pensada, muchas veces se quedan sin contestar. Al valorar el pensamiento, les damos a los alumnos unos segundos de más para poder pensar. Esto mejora la cantidad y calidad de las respuestas, que a su vez son más completas, con más detalles, y mejora las habilidades cognitivas.

- Más que memorizar contenidos, lo que buscamos es que los alumnos puedan desarrollar diversas habilidades para lograr aprendizajes más profundos.

Cuando hablamos de las habilidades de pensamiento de orden superior nos referimos al cerebro haciendo conexiones y produciendo niveles de comprensión más profundos. Esto tiene que ver con que los alumnos tengan un repertorio de habilidades que les permitan analizar, observar, inferir, predecir, sacar sus propias conclusiones, contrastar y cuestionar, entre otras. Pero atención, no alcanza con utilizar estas habilidades solamente, se trata de saber cómo y cuándo hacerlo.

Las habilidades de pensamiento de orden superior les permiten a los estudiantes una mayor comprensión. El uso de estas habilidades es vital si queremos que nuestros alumnos piensen de manera crítica y creativa: dos características del pensamiento de orden superior. Ahí es donde encuentra el aprendizaje real, y esto trasciende conocer las respuestas para un examen.

Al hacer preguntas que implican un pensamiento de orden inferior, ofreciéndoles información fáctica (datos), sólo les estamos pidiendo a los alumnos que accedan al área del cerebro que ha memorizado un concepto y que lo duplique en forma de respuesta.

Pero atención, saber algo y comprender algo son dos cosas distintas. Saber algo no implica que el alumno pueda aplicar ese conocimiento, crear algo con lo que sabe, o adaptarlo a otro concepto. Muchas veces cuando se le pide al alumno que sepa algo, puede recitarlo correctamente pero al poco tiempo se lo olvida. Las habilidades de pensamiento de orden superior fortalecen las redes neuronales lo que implica que los alumnos retienen más lo aprendido.

- Trabajan todos los alumnos, no solo algunos: muchas veces caemos en la tentación de hacer una pregunta y permitirles responder siempre a los mismos. Muchos docentes, inclusive, se sienten mal al pensar que tal vez, si ese alumno que levanta siempre la mano, no recibe la oportunidad de responder, se frustre y no siga participando- después de todo, ¡puede ser uno de los únicos alumnos activos de la clase y lo necesitamos! Sin embargo, de esa manera, participan dos o tres, de treinta.

- Hay tiempo para pensar: para pensar, necesitamos tiempo y silencio. Los buenos docentes hablan menos para que sus alumnos puedan pensar más.

- Hay oportunidades para pensar: Una cosa es saber cómo pensar de manera creativa, crítica, o más profunda, pero otra es tener la oportunidad hacerlo. Cuando el docente facilita oportunidades significativas para pensar, los alumnos se involucran más. Básicamente, lo que buscamos es que haya una disposición por parte de los alumnos para aprender. En otras palabras, ¿participan de la clase porque “deben” hacerlo o porque “quieren” hacerlo?

- Se utilizan en el aula recursos para pensar como las rutinas y destrezas de pensamientos, los organizadores gráficos y otras herramientas para hacer visible el pensamiento. No nos alcanza con suponer que entendieron; necesitamos evidencia que lo hicieron.

- Se pone foco en el “proceso” de pensar y, por lo tanto, se trabaja por proyectos, a través del pensamiento de diseño, aprendizaje basado en desafíos, aprendizaje basado en la resolución de problemas, etc.

- Se modela el buen pensamiento.

- Lenguaje: el docente facilita frases y el vocabulario necesario para que los alumnos puedan describir sus pensamientos. No todos los alumnos tiene facilidad para expresarse. Para poder expresarse con mayor confianza, necesitan de vocabulario y frases en que apoyarse.

En relación a lo que dijo Juan,... Estoy/no estoy de acuerdo con esa afirmación porque… Volviendo a esa idea, creo que…. Lo que dijo Mía me hizo pensar que…. Si volvemos a esa idea, entonces… Antes pensaba que…pero ahora pienso que…

- Se favorece la personalización: ¿les brindás a tus alumnos la oportunidad de resolver situaciones a través de la creatividad o esperás que todos resuelvan las actividades o propuestas de la misma manera?

- Necesitamos que el contenido permita pensar. Es decir, debemos darles a los alumnos algo para pensar que valga la pena.

- Se favorece la interacción en el aula.

- Se facilita un entorno de respeto por la forma de pensar y aprender de los compañeros. Se trabaja en pos de un aula sana.

Algo a tener en cuenta: aquellos alumnos que han experimentado altos niveles de estrés en sus hogares, poseen un hipocampo significativamente más pequeño, la parte del cerebro responsable de convertir memorias de corto plazo en memorias de largo plazo (Bremmer, 2006). Además, aquellos alumnos que han atravesado situaciones de estrés post traumático registran una mayor actividad de la amígdala lo que genera respuestas de pelear o huir y menor actividad en la corteza prefrontal medial, que ayuda a reducir la ansiedad. Es decir, a aquellos alumnos que experimentan altos niveles de estrés, ya sea por cuestiones externas o inherentes al aula (bullying, sentirse expuestos, pensar que el docente no los aprecia, miedo a cargadas, etc) les cuesta mucho más concentrarse, se muestran más irritables y les cuesta aprender. Esto implica que existe una relación directa entre estrés, nervios, angustia y rendimiento. Los alumnos que sienten ansiedad y nervios reducen su capacidad de razonar y pensar con claridad. Por lo tanto, a mayor estrés o angustia, menor el desempeño, y claramente, el aprendizaje puede verse perjudicado por la intensidad y la duración del estrés.

Como docentes debemos generar contextos educativos que brinden seguridad y tranquilidad y brindar herramientas para que los alumnos puedan ir manejando y mejorando su actitud frente al estrés.

Necesitamos pasar de la escuela reproductora de contenido (alumnos repitiendo de memoria) a la escuela productora de conocimiento (alumnos pensando, prediciendo, juzgando, analizando, contrastando, imaginando, evaluando, realizando hipótesis, construyendo, creando, etc). Pero para hacerlo, para poder pensar, el alumno debe sentirse seguro física y emocionalmente. Generar aulas seguras emocionalmente es tan importante como generar una cultura de pensamiento.

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